El polémico plan para capturar y vender el agua de deshielo de Groenlandia
No es un obstáculo tan grande como podría parecer. Puede que Groenlandia sea uno de los entornos más vírgenes del mundo, del tamaño de Europa Occidental y con menos de 60,000 habitantes, pero la construcción de presas no es algo inaudito, cuenta Karl Zinglersen, jefe del Departamento de Medio Ambiente y Minerales del Instituto de Recursos Naturales de Groenlandia. A principios de los noventa se construyó la primera presa hidroeléctrica para abastecer a la capital, Nuuk, y desde entonces se han construido un puñado de presas hidroeléctricas más pequeñas por todo el país. El proceso de EIA es muy minucioso, explica Zingerlsen, pero según su experiencia rara vez o nunca detiene un proyecto.
El Arctic Water Bank calcula que el costo total de la obra (presa e instalaciones de transporte) será de 100 millones de dólares. Ben Tabib dice que él y sus tres cofundadores están considerando varios inversionistas (algunos groenlandeses, otros extranjeros), incluidas algunas empresas de capital riesgo estadounidenses. Ben Tabib no ha querido precisar con quién está negociando la empresa.
Esta no es la primera incursión de los cofundadores en la explotación del agua de Groenlandia. Otra empresa que fundaron, Arctic Ice, envía hielo de glaciar extraído del mar a bares de coctelería de lugares remotos, incluidos los Emiratos Árabes Unidos. Tampoco son los primeros en idear un elaborado plan para transportar agua dulce desde el Ártico. Hace más de 200 años que se sugirió por primera vez remolcar icebergs a regiones más meridionales, una idea que nunca resultó viable. A finales de la década de 1990, los Países Bajos planearon importar agua de los fiordos noruegos, pero tampoco resultó viable.
David Zetland, profesor adjunto de la Universidad de Leiden que investiga la economía política del agua, cuenta la historia de un empresario estadounidense que planeó llenar una bolsa de plástico gigante con agua de glaciares y utilizar un remolcador para llevarla de Alaska a California. El empresario terminó perdiendo mucho dinero. “Debido a los monopolios, en la industria del agua las malas ideas pueden persistir mucho más tiempo de lo que esperarías”, observa Zetland.
Ejemplos como este hacen que Zetland se muestre escéptico ante la posibilidad de que el proyecto del Arctic Water Bank llegue a competir con los precios de mercado del agua de grifo. Si tiene éxito, cree que será por la misma razón que Fiji Water: un buen marketing. Pero a diferencia de esa empresa, Arctic Water Bank tiene previsto vender su agua al mayor a distribuidores, no directamente al consumidor en una botella.
La desalinización como alternativa
Zetland señala que los países con costa siempre tendrán la opción de eliminar la sal del agua de mar, una solución a la que ya recurren países con escasez de agua como Arabia Saudí, Kuwait y Omán para la mayor parte de su agua potable, y a la que Australia recurre en épocas de sequía. En su opinión, el precio de la desalinización, aproximadamente 1 dólar por 1,000 litros, es imposible de igualar por el agua importada.
Ante esta crítica, Ben Tabib afirma que el agua de su empresa no está destinada, en su fase inicial, al mundo en vías de desarrollo, y que según los cálculos de la startup, el agua exportada podrá competir en precio con el agua desalinizada, aunque no tienen un costo estimado por litro para compartir. Ben Tabib asegura que la empresa aún no ha cerrado acuerdos con los distribuidores, pero que muchos se han mostrado interesados y confía en que se firmen algunos antes de que la presa esté lista (aunque no quiere revelar con quiénes han mantenido conversaciones).