¿En verdad una copa de vino al día es buena para la salud? Cómo ha cambiado la ciencia su postura sobre el alcohol
En 2018, The Lancet publicó el estudio global ‘Alcohol use and burden for 195 countries and territories, 1990-2016’, el cual marcó un punto de inflexión: “el nivel más seguro de consumo de alcohol es cero”. Desde entonces, el mensaje internacional había ido en esa dirección. En 2020, la Organización Panamericana de la Salud reafirmó la declaración. Por primera vez, la abstinencia dejó de ser una opción más entre muchas, sino se presentaba como la mejor alternativa disponible. En 2022, Canadá redujo drásticamente su recomendación de quince a solo dos bebidas estándar por semana. Al año siguiente, la OMS volvió a insistir en el mensaje.
En lo que parecía un consenso, la tensión reapareció entre nuevas advertencias y estudios. En diciembre de 2024, las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina (NASEM, en inglés) de Estados Unidos publicaron un metaanálisis que avivó el debate. Sugiere que el consumo moderado podría asociarse con mayor longevidad. Y, aunque no es una recomendación oficial, reabre la pregunta: ¿caben una o dos copas en una vida saludable?.
La respuesta no es simple. La evidencia científica no avanza en línea recta, tampoco las recomendaciones de salud. Canadá respondió con agilidad. En cambio, México se mueve en dos tiempos. Por uno, sigue vigente la NOM-028-SSA2-2009, basada en aquellos estudios que sugerían beneficios cardiovasculares del alcohol. Por otro lado, las Guías Alimentarias 2023 para la población mexicana ya recomiendan no consumir alcohol, aunque matizan: si se bebe, que sea con moderación.
“Así como sucede con tabaco, es necesaria una Ley General de Control del Alcohol donde se estipulen de forma clara las acciones que protejan a la población mexicana de las consecuencias en salud, sociales y económicas del alcohol”, explica la doctora Nancy López Olmedo, del Instituto Nacional de Salud Pública. Añade que, «el problema es que en México no tenemos una definición oficial de consumo moderado”, y señala que seguimos usando referencias externas. La NOM-047-SSA2-2015 define solo el “consumo de bajo riesgo”, con límites distintos para hombres y mujeres, y sin una guía clara ni difundida.
Más allá de la ciencia, también pesa la cultura. En países como España, el vino conserva un valor identitario. Y en México, aunque las nuevas recomendaciones existen, aún se discuten poco. El imaginario colectivo no ha cambiado al ritmo de la evidencia. Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición Continua 2022, el 55.5% de los adultos y el 20.6% de los adolescentes reportaron haber consumido alcohol el último año.
¿Qué pasó con los estudios que antes aseguraban que el alcohol podía ser bueno para el corazón?
Cómo se llegó a este punto
Uno de los estudios más citados fue el de Arthur Klatsky, de 1981, que durante una década siguió a más de 8,000 personas afiliadas a Kaiser Permanente (el sistema de salud del que obtuvieron los datos). Para sorpresa de nadie, el consumo excesivo duplicaba el riesgo de muerte. Para sorpresa de todos, quienes bebían de una a dos copas al día tenían menor mortalidad que los abstemios. Pero el estudio arrastraba dos problemas. Primero, la mala clasificación: muchos exbebedores enfermos fueron incluidos en el grupo de abstemios, aumentando sesgadamente su tasa de mortalidad. Segundo, la posición del estudio en la pirámide de evidencia: era observacional, lo que es suficiente para generar hipótesis, pero deficiente para establecer causalidad. Aun así, la narrativa sobrevivió décadas.