Estos son los efectos del gas lacrimógeno y las balas de goma sobre el cuerpo humano
Un estudio realizado en 2014 por el ejército estadounidense descubrió que la exposición a gases lacrimógenos y aerosoles de pimienta aumenta la vulnerabilidad a infecciones respiratorias durante la semana posterior a la exposición, en comparación con la semana anterior. Los reclutas del ejército expuestos una sola vez al gas lacrimógeno CS durante el entrenamiento básico tenían muchas más probabilidades de desarrollar enfermedades respiratorias como gripe, neumonía o bronquitis. Ese estudio, y otros, llevaron a la Sociedad Torácica Americana, en 2020, a pedir una moratoria sobre el uso de gas lacrimógeno y otros agentes químicos durante las protestas por la justicia racial. Una de las principales preocupaciones era que su uso podría aumentar el riesgo de contagio por COVID-19.
«La ciencia utilizada para justificar el uso de gases lacrimógenos está obsoleta», asegura Sven-Eric Jordt, profesor asociado de anestesiología, farmacología y biología del cáncer en la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke, quien ayudó a redactar las recomendaciones de la Sociedad Torácica Americana.
Gran parte de la investigación sobre los efectos de estos agentes se basa en estudios militares realizados en los años 50, 60 y 70, en hombres jóvenes y sanos. Jordt señala que esos estudios no contemplan los posibles efectos en una población civil más diversa, ni las nuevas tecnologías de lanzamiento, que permiten desplegar cantidades mucho mayores de gas a mayores distancias.
En algunos casos, los efectos no provienen solo de las sustancias químicas. «Las personas pueden resultar heridas al entrar en contacto con los botes utilizados para dispersar el gas, lo que puede provocar traumatismos contusos o quemaduras», señala Calello. En Los Ángeles, al parecer, agentes federales dispararon proyectiles de gas pimienta de plástico duro, también conocidos como «bolas de pimienta».
Nunca te fíes de una bala de goma
«Las balas de goma con punta roma también pueden causar lesiones. Su nombre es un poco engañoso», explica Rohini Haar, médica de urgencias y asesora médica de Médicos por los Derechos Humanos, ya que muchas están hechas de plástico duro o espuma, e incluso algunas contienen un núcleo metálico.
«No son menos letales si se utilizan de forma letal. Hay muchísimos casos en los que causan la muerte, y también pueden producir traumatismos severos, incluso sin penetrar la piel», afirma Haar, quien también es profesora adjunta de epidemiología en la Universidad de California en Berkeley. La mayor preocupación surge si estos proyectiles impactan en el cuello o la cara, especialmente en los ojos. Se han documentado casos de balas de goma que han causado ceguera, traumatismo craneoencefálico y desfiguración. En casos menos graves, pueden provocar fracturas en otras partes del cuerpo.
Un estudio realizado en 2017 por Haar y sus colegas reveló que alrededor del 3% de las personas alcanzadas por balas de goma murieron a causa de las lesiones, mientras que el 15% de las 1,984 personas estudiadas sufrieron lesiones permanentes. Un análisis de 2020, publicado por Médicos por los Derechos Humanos y coescrito por Haar, documentó que al menos 115 personas sufrieron heridas en la cabeza por disparos de balas de goma y plástico durante los dos primeros meses de protestas en Estados Unidos tras el asesinato de George Floyd a manos de la policía.
Ese mismo año, la Academia Estadounidense de Oftalmología pidió a las fuerzas del orden que suspendieran el uso de balas de goma y proyectiles similares para dispersar manifestaciones.
Qué hacer si estuviste expuesto a gas lacrimógeno
Los expertos recomiendan alejarse lo antes posible, buscar un terreno elevado y cubrirse boca y nariz. Siempre que sea posible, quítate la ropa contaminada y lávala con abundante agua y jabón. Si presentas síntomas graves, busca atención médica de inmediato.
Si planeas asistir a una protesta, considera usar calzado cerrado y ropa de manga larga. La protección ocular y las mascarillas N95 también pueden ayudar a reducir la exposición.
Artículo originalmente publicado en WIRED. Adaptado por Alondra Flores.