Gerardo del Villar: “Es entre tiburones donde realmente soy yo”
Esta entrevista ha sido editada para facilitar su lectura.
WIRED: ¿Qué encuentro con un animal marino te motivó a dedicarte a la fotografía submarina?
Gerardo del Villar: El primer animal marino que me convenció fue un tiburón gata. Fue durante un encuentro en Belice, en 2005. Son animales muy dóciles, pero en ese entonces, no contábamos con la información que tenemos hoy.
Yo esperaba encontrarme con el temido “comehombres”, pero cuando lo vi, me di cuenta que era un animal indefenso, tenía más miedo de mí que yo de él. Ese momento despertó mi curiosidad y decidí aprender más sobre los tiburones. Viajé a la isla de Guadalupe, en México, para ver tiburones blancos, y llevé conmigo una pequeña cámara point and shoot. Cuando logré fotografiar a un tiburón blanco, comprendí que la cámara no era solo una herramienta, sino un puente para compartir mi fin: encontrarme con los tiburones.
WIRED: El cine ha reducido a los tiburones a una o dos ideas: que son aterradores e insaciables. ¿Qué aprendes al estar con ellos y por qué los defiendes?
Gerardo del Villar: Desde muy pequeño soñé con ser buzo porque mis papás lo eran. Mi mamá murió cuando yo tenía un año, y mi papá me contaba sus aventuras con tiburones, decía que eran malos. A los siete años vi la película Tiburón y me llamó la atención Hooper, el científico. Al final, cuando el tiburón destroza la embarcación, él se mete en una jaula, el tiburón la rompe y todos pensamos que se lo habían comido, pero al final, él sobrevive. Poco después, fuimos a una playa en Tuxpan, Veracruz. Mi papá le compró un tiburoncito muerto a un pescador y jugué con él en la playa con mis medios hermanos. Todos esos momentos hicieron nacer mi amor por los tiburones. Para mí, convivir con los animales es mi zona segura. Es el lugar donde me siento tranquilo, donde realmente soy yo. Me siento libre, a gusto.
WIRED: Hace un año, en WIRED contamos cómo la sobrepesca llegó a las profundidades marinas, amenazando a rayas y tiburones. En tus 20 años de encuentros con estas criaturas ¿has visto cambios en sus poblaciones?, ¿cómo es presenciar en primera fila el agotamiento del mar?
Gerardo del Villar: He visto dos fenómenos. Sin irnos muy lejos, en Cozumel había más vida que ahora. Pero también he visto lugares como Cabo Pulmo [Baja California Sur], donde hace 20 años casi no había tiburones, y ahora está lleno. Cuando los tiburones están presentes de manera natural, sin que alguien los alimente, es señal de que el ecosistema está sano. En Cabo Pulmo han creado zonas que se han convertido en puntos de esperanza. No son suficientes, pero ahí puedes encontrar toda la cadena alimenticia, desde los tiburones hasta el plancton más pequeño. Cuando quitas a los tiburones, todo el ecosistema se desbalancea.
Últimamente, he visto cada vez más coral muerto y blanqueado, y es muy triste.