jueves, noviembre 14, 2024
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La corrupción, la inflación y el debate sobre defensa marcan las elecciones de Japón | internacional


Este domingo, Japón pone a prueba en las urnas la resistencia del gobernante Partido Liberal Democrático (PLD), la formación que ha liderado el país sin apenas interrupciones desde su creación en 1955. Todo parece indicar que, salvo hecatombe electoral, habrá una nueva victoria de la agrupación conservadora actualmente al frente del Ejecutivo. Las encuestas, en cualquier caso, aprietan, con la oposición del Partido Constitucional Demócrata, de centroizquierda, en auge. Los resultados podrían forzar pactos inesperados y subtramas en el guion a menudo predecible de los comicios nipones, tras una fugaz campaña que ha estado marcada por la corrupción, la economía renqueante, la subida inasumible del coste de la vida y el debate sobre el papel de la defensa en un país que lleva el pacifismo inscrito en su ADN constitucional.

El recién nombrado primer ministro, Shigeru Ishiba, un curtido político de 67 años, exministro de Defensa y de Agricultura, aspira a lograr una mayoría suficiente del PLD en la Cámara de Representantes ―su composición es lo que votan los ciudadanos― como para revalidar el mandato al frente del Gobierno. La Cámara baja es el órgano fuerte de la Dieta (el Parlamento japonés), con capacidad para investir al jefe del Ejecutivo. Cuenta con 465 diputados, y estaba dominada hasta ahora por el PLD con mayoría absoluta, además de contar con el apoyo de un grupo minoritario, Komeito. Pero el partido de Ishiba llega a los comicios con las curvas de intención de voto en declive.

Un sondeo publicado esta semana por el diario El Asahi Shimbun augura que el PLD podría perder hasta 50 de los 247 escaños que tenía, mientras Komeito cedería otros 30, dejando a la coalición de Gobierno por debajo de los 233 necesarios para sumar la mitad más uno.

A pesar de su fama de honesto, Ishiba no logra dejar atrás la sombra de una trama de financiación irregular que estalló el año pasado, forzó la dimisión de varios ministrosy afectó tanto la popularidad del entonces jefe del Ejecutivo, Fumio Kishida, que este finalmente decidió abandonar el cargo en verano. Tras su marcha, Ishiba tomó las riendas de los liberaldemócratas a finales de septiembre, fue vestido de primer ministro el 1 de octubre, formado Gobierno y convocó de inmediatas elecciones anticipadas, para aprovechar el tirón de popularidad. Pero no tiene su futuro asegurado. Un mal resultado este domingo podría provocar una crisis interna en la formación y la búsqueda de un rostro alternativo para liderar el Ejecutivo.

Mientras tanto, el Partido Constitucional Demócrata (PCD) ―heredero del Partido Demócrata que gobernó entre 2009 y 2012, durante una de las breves interrupciones del PLD en el poder― ha seguido subiendo en las encuestas. El sondeo de El Asahi Shimbun le otorga hasta 140 escaños, 42 más de los actuales. Capitaneado por Yoshihiko Noda, otro veterano de la política nipona que sirvió como primer ministro entre 2011 y 2012, el partido tendría en cualquier caso complicadísimo articular una coalición sólida como para forjar una alternativa de Gobierno.

Serán, además, los primeros comicios desde el asesinato a tiros durante una mitin en 2022 del ex primer ministro y líder absoluto del PLD Shinzo Abe, que gobernó la cuarta economía del planeta ente 2012 y 2020. Su ausencia dejó huérfana a la formación; tras su muerte, fueron apareciendo los casos de financiación ilegal que han noqueado la reputación del partido.

El primer punto del programa del PLD tiene que ver precisamente con la lucha contra la corrupción y la regeneración interna para devolver al ciudadano la confianza en la política. Y este es por supuesto el flanco principal contra el que golpea la retórica del PCD.

“¡Quiero hablar de la corrupción!”, arranca su discurso Harumi Yoshida, una de las figuras destacadas del PCD. Se encuentra a la salida del metro Ogikubo, en el oeste de Tokio, con un micrófono en la mano. Son las seis de la tarde del miércoles, quedan cuatro días para las elecciones, y sus palabras se mezclan con el río de gente que regresa de sus trabajos. Algunos se detuvieron a escucharla.

A la izquierda, Harumi Yoshida, candidata del Partido Constitucional Demócrata, en un acto de campaña en la salida del metro de Ogikubo, en Tokio, el pasado miércoles.
A la izquierda, Harumi Yoshida, candidata del Partido Constitucional Demócrata, en un acto de campaña en la salida del metro de Ogikubo, en Tokio, el pasado miércoles.Gonzalo Robledo

En Japón (124,4 millones de habitantes), los candidatos tratan de arañar votos en cada esquina de sus distritos. La política se cuece a pie de calle en una campaña que ha sido brevísima, de 12 días. Reparten panfletos, saludan uno a uno con una reverencia a quienes se paran un rato. Son pequeños mítines organizados con ayuda de un puñado de voluntarios, unas banderolas y un amplificador. Abe fue asesinado en una de estas comparaciones, cuando daba su apoyo a otro candidato.

Yoshida prosigue con su arenga sobre la corrupción. “No es un partido limpio”, acusa al PLD. “El dinero que se han llevado los políticos podría estar en los bolsillos de todos los contribuyentes”. “¡No va a cambiar nada!”, le espera un joven enfadado que está entre el público. La candidata ni se inmuta; anima a poner punto final al Gobierno; critica las llamadas “Abenomics”, las medidas con la que Abe trató de reanimar las finanzas japonesas. “Decían que el dinero caía desde arriba hacia abajo, y nos hemos dado cuenta de que no es así. El coste de la vida no ha hecho más que empeorar”.

Entre los oyentes, escasos, se escuchan algunos de los reclamos de la ciudadanía. Mari Kimura, de 69 años, protesta por los bajos salarios que reciben los cuidadores de ancianos, un asunto capital en el país más envejecido del mundo. Yuki Jimbo, un informático de 38 años que trabaja como voluntario para la política, protesta por las escasas bajas de paternidad; pronto va a ser padre y cree que las ayudas para la crianza no alcanzan. Japón, con una de las tasas de natalidad más bajas del mundo, registró en 2023 un mínimo histórico de nacimientos. Los hijos de la generación del baby boomdice Jimbo, ya no cuentan con el nivel de vida de sus padres. “La mitad de mis amigos no tienen hijos y la otra mitad no tienen novia”.

Kioko Sato, una orientadora laboral de 58 años, cree que lo más importante es que la candidata Yoshida está en contra de cambiar el artículo 9 de la Constitución, que consagra el pacifismo nipón. En los últimos años, el PLD ha ido dando pasos hacia una mayor asertividad militar ante lo que considera una creciente amenaza de China, Rusia y Corea del Norte. Ha casi duplicado el presupuesto de Defensa, permitió la exportación de armas letales bajo condiciones muy concretas y dado pasos para tener capacidad de atacar bases enemigas. A la señora Sato, madre de dos hijos, le asusta ese camino: “No quiero una guerra”. La dureza de la afirmación choca con sus gestos contenidos.

Junto a las escaleras mecánicas de la estación de Kawasaki, una ciudad vecina a Tokio, Yusuke Taniguchi, de 29 años, reparte propaganda electoral del partido de Gobierno. Es consciente de que la cosa pinta fea. “La situación es muy extrema, creo que vamos a perder escaños”. Trabaja como secretario de Kazunori Tanaka, ex secretario de Estado de Finanzas y de Medio Ambiente, que se presenta de nuevo como candidato, tras haber sido elegido en nueve legislaturas. Taniguchi dice que aspiran a mantener al menos la mitad de los 465 diputados de la Cámara baja. Uno de los panfletos que el joven aprendiz de político extiende lleva el rostro de Tanaka, junto a un eslogan: “Promover leyes más estrictas para controlar los fondos políticos”.

Yusuke Tanigichi, miembro del Partido Liberal Democrático, reparte propaganda electoral en la estación de Kawasaki, localidad vecina a Tokio.
Yusuke Tanigichi, miembro del Partido Liberal Democrático, reparte propaganda electoral en la estación de Kawasaki, localidad vecina a Tokio.Gonzalo Robledo

Hasta ahora, el PLD ha gobernado con ayuda del partido minoritario Komeito, budista y de centroderecha, pero una mayor debilidad parlamentaria podría llevar a explorar nuevos pactos más a la derecha, con formaciones más proclives a exigir una revisión del pacifismo constitucional. Sobre este punto, el voluntario da una respuesta crítica: “No es que queramos una guerra, lo que queremos es proteger el país”, dice, antes de acercarse de nuevo a la escalera para repartir más panfletos.



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