La obesidad en México crece un 58% en dos décadas: ¿Cómo abordar esta crisis de salud pública?
La cultura: Los hábitos y tradiciones de una sociedad, como la incorporación de bebidas azucaradas en comidas típicas o rituales indígenas, han transformado prácticas culinarias ancestrales.
El comportamiento contextual: Abarca factores como la actividad física, los hábitos alimenticios, los horarios laborales, la alteración del reloj biológico, el estrés y la salud mental.
La genética: Aunque influye en la predisposición a la obesidad, su impacto es superado por la combinación de los demás determinantes.
La automedicación es otro reto en el contexto actual, que ha llevado a muchas personas a recurrir a soluciones riesgosas sin supervisión médica. Por ello, dijo el doctor Luna, “es fundamental no dejarse llevar por tendencias en redes sociales o soluciones que prometen resultados rápidos sin evidencia o con baja experiencia científica sobre todo en la seguridad. La salud no debe ponerse en juego con recomendaciones genéricas o automedicación. Consultar a un profesional de la salud serio y comprometido con la obesidad no solo con las comorbilidades asociadas, es la única manera de recibir un tratamiento seguro, efectivo y accesible, adaptado a las necesidades de cada persona”.
La revista The Lancet, en su más reciente definición de obesidad, distingue dos tipos con necesidades específicas: la obesidad clínica, que implica daños en órganos o limitaciones funcionales y requiere tratamiento correctivo; y la obesidad preclínica, en la que aún no hay complicaciones, pero existe un alto riesgo de desarrollar enfermedades, por lo que el enfoque debe ser la prevención y el acompañamiento médico.
«Las guías de tratamiento deben ser una herramienta de apoyo, no una camisa de fuerza. El verdadero desafío radica en combinarlas con un enfoque clínico personalizado, donde cada paciente reciba la atención que realmente necesita, sin caer en tratamientos rígidos y poco accesibles», afirma el Doctor Ricardo Luna. Para lograrlo, se requiere una capacitación integral y continua de los profesionales de la salud.
La obesidad se resuelve con soluciones estructurales
Según el Doctor Valentín Sánchez, presidente del Colegio de Endocrinólogos de México, “garantizar el acceso a información confiable, tratamientos adecuados y asequibles, y atención médica de calidad es fundamental para frenar esta crisis de salud. Solo a través de un enfoque integral basado en la prevención, el tratamiento oportuno y una regulación adecuada se podrá generar un impacto real en la vida de millones de personas”.
Para avanzar hacia un futuro más saludable, es esencial introducir una formación integral en obesidad en los planes de estudio de medicina, enfermería y nutrición, así como generar programas de capacitación continua para los médicos de primer contacto, enfocados en un abordaje integral y libre de estigma, sin conflicto de interés.
Es crucial reconocer que los primeros siete determinantes de la obesidad son de naturaleza sistémica, es decir, están profundamente ligados al entorno social y económico, lo que limita significativamente la capacidad de decisión individual sobre ellos. Por otro lado, solo una pequeña parte del comportamiento contextual y la genética pueden considerarse factores individuales, aunque esta última sigue siendo un elemento fuera de nuestro control. Esta realidad nos lleva a reflexionar sobre la necesidad de abordar la obesidad desde una perspectiva colectiva si queremos frenar esta epidemia.
Las iniciativas propuestas por organizaciones como la OMS y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) se centran en cuatro ejes principales. En primer lugar, impulsar cambios en el estilo de vida a nivel comunitario, facilitando el acceso a una alimentación saludable, promoviendo la actividad física y reduciendo las desigualdades sociales. En segundo lugar, fortalecer la educación y la ciencia, incrementando la investigación y visibilidad de los estudios realizados en Latinoamérica, fomentando la cooperación internacional y promoviendo la divulgación del conocimiento científico.
En tercer lugar, implementar políticas públicas que regulen el ambiente alimentario, como subsidiar la producción y distribución de alimentos saludables, limitar la influencia de la industria de alimentos ultraprocesados, aumentar los impuestos a bebidas azucaradas y productos ultraprocesados (PUP), garantizar el acceso a agua potable y desarrollar guías alimentarias basadas en evidencia. Finalmente, enfocar los esfuerzos en grupos prioritarios, como mujeres en edad reproductiva y niños, promoviendo la lactancia materna exclusiva, hábitos alimenticios saludables y políticas que prevengan el consumo de ultraprocesados en la infancia. Estas acciones, en conjunto, representan un enfoque integral para combatir la obesidad, reconociendo que su solución requiere esfuerzos coordinados y multisectoriales.