Nosotras las cubanas seguimos lavando trapos
SANTA CLARA, Cuba. – Con apenas nueve años, la hija mayor de Leydi Pérez tuvo su primera menstruación y, aunque ya hace más de 12 meses, ni a ella ni a la menor le han vendido las almohadillas sanitarias que supuestamente deben dispensar con frecuencia mensual en su farmacia del reparto Capiro, en Santa Clara. Para esta madre cubana, vendedora en un puesto de productos agrícolas y con dos preadolescentes a su cargo, resulta todo un sacrificio desembolsar más de 500 pesos mensuales por un producto desechable, pero en extremo indispensable para la higiene y salud de cualquier mujer.
Si sacara cuentas en retrospectiva, a esta altura le corresponderían en su farmacia más de 20 paquetes de almohadillas, los que inevitablemente ha debido pagar a sobreprecio en el mercado informal o en las tiendas por Moneda Libremente Convertible (MLC). “Las que puedo comprar se las dejo a la niña que todavía está en la primaria”, especifica. “A estas alturas de mi vida he tenido que volver a usar retazos de sábanas viejas como en los años 90. Solo rezo por que la menor se demore un poco más en menstruar, porque entonces sí que no me va alcanzar el salario”.


La prolongada ausencia de almohadillas sanitarias no es un hecho reciente. Un año antes de la pandemia, los propios medios oficiales intentaron abordar el tema de la escasez y mala factura de las llamadas “íntimas” con un enfoque más crítico que el habitual, pero sin ofrecer respuestas concisas de cuándo se estabilizaría su producción. Desde esa fecha hasta acá, las pausas y arranques de la Empresa de Materiales Higiénico-Sanitarios Mathisa, la fábrica de compresas con sedes en La Habana, Sancti Spíritus y Granma, suelen ser noticia recurrente de reportes en diarios digitales oficiales. Por ejemplo, en 2023, medios estatales informaron sobre la paralización de las fábricas, por la falta de polietileno, un material que se usa para impermeabilizar las almohadillas que se importa, según dijeron, de “países distantes” como México y Finlandia. Meses más tarde, anunciaron que se había retomado el proceso, pero que apenas 14 días después se había detenido por falta de papel.
A inicios del año pasado, las tres plantas de Mathisa aspiraban a entregar 3 millones de paquetes de las almohadillas marca Mariposa, o sea, a razón de uno por mujer cubana en edad fértil. En aquel entonces, un reportero de la agencia EFE solicitó datos sobre si habían conseguido cumplir el plan, pero no recibió respuesta de las autoridades del sector.


“Aquí no las venden hace muchos meses”, asegura Idalmis, vecina del reparto Santa Catalina que aguarda en una fila para adquirir medicamentos por tarjetón en el establecimiento que le corresponde a su núcleo familiar. “Total, si los últimos dos paquetes que dieron se les salía el algodón y ni absorbían ni pegaban nada”, describe la mujer. Esta santaclareña en edad de premenopausia explica ha tenido que recurrir a los rellenos de culeros debido a los desajustes hormonales y a dos fibromas uterinos que le producen sangramientos abundantes. “Cuando me pasa, tengo que dejar de trabajar porque imagina salir a la calle con ese bulto entre las piernas que llega hasta la espalda”.
En tres de las farmacias visitadas, sus dependientas aseguraron que hasta el momento no se les había informado con exactitud cuándo recibirían el producto sanitario. Una de ellas detalló que al menos en la suya “faltan muchas mujeres por censarse” y que, de no hacerlo a tiempo, “se quedarán sin coger las íntimas, si es que llegan”.
Y es que la venta de las referidas almohadillas también se subordina a un proceso burocrático que implica presentar documentos probatorios como el carné de identidad y la libreta de abastecimiento en los primeros meses del año. Para recibir los ocho ciclos o “vueltas”, como se le llama popularmente, cada mujer fértil desde los 10 años hasta los 55 tiene la obligación de inscribirse. La madre entrevistada confirma que, en el caso de su hija, debió proporcionar en la farmacia “un papel del consultorio demostrando que ya la niña tenía su primera menstruación, por habérsele adelantado”.


En otras provincias centrales del país como Sancti Spíritus y Ciego de Ávila, los períodos sin recibirlas en las farmacias se extienden a más de un año, según corrobora 14ymedio. Aunque en las cabeceras municipales al menos se halla este producto a precio de reventa, en zonas rurales, donde no existen las tiendas en MLC y apenas funcionan si acaso dos o tres puestos de vendedores particulares, la situación de las mujeres es mucho más estresante. “Si nos cae la regla y no hemos podido ir a Camajuaní o a Remedios a comprar íntimas hay que echarles mano a toallas, ropa vieja, lo que se encuentre en el escaparate, porque eso es algo biológico que a veces se adelanta”, cuenta a CubaNet Amanda Espinosa, residente en las cercanías de Taguayabón, un caserío cercano a los dos municipios que menciona.
Mientras muchas cubanas deben recurrir a la inventiva una vez al mes usando compresas de materiales inapropiados para la higiene femenina, en la Zona Especial de Desarrollo de Mariel, la empresa vietnamita Thai Binh y la marca cubana Angélica, de la Industria italo-cubana Arthis S.A., producen varios tipos de almohadillas que se comercializan en dólares o en las pocas tiendas que aún venden en MLC. También en grupos de compraventa mayorista como “Mipymes Cuba” las proponen por pacas a 790 pesos el paquete, razón principal de que en el mercado informal las “Angélicas” se revendan a más de 800 CUP.


Cada paquete de almohadillas de unas 10 o 12 unidades cuesta de 2 a 5 USD en las tiendas por divisa, donde nunca suelen escasear. La mayoría de las mujeres que las adquieren en estos establecimientos privativos o en el mercado de reventa, suelen usarlas por tiempo prolongado, a pesar de que los especialistas en ginecología recomiendan cambiarlas hasta seis veces diarias o cada cuatro horas en un flujo normal.
Si se contabilizara un consumo estimado de acuerdo con el precio informal del dólar, supondría entonces un gasto de más del salario medio de cualquier trabajadora. “Es que no son solo los 500 pesos de un paquete de íntimas, súmale el precio del aceite que ya está a 1.300, del jabón, del detergente, de la libra de picadillo…”, razona Amanda. “Son demasiadas las necesidades. Con todo el adelanto que hay en el mundo y nosotras las cubanas seguimos lavando trapos”.