por qué temen que la izquierda se «argentinice»
La palabra «argentinización» puede ser usada como sinónimo de situación positiva o de desastre, según quién la diga y en qué contexto. En Uruguay, por ejemplo, no hay dudas sobre cómo interpretarla: siempre tiene un sentido negativo, porque está asociada a la idea de crisis económica, conflictividad política y excesos de todo tipo. Es por eso que, cuando un político uruguayo quiere criticar a otro, una de las formas más efectivas es acusarlo de estar influenciado por el estilo de la política argentina.
La campaña electoral que acaba de terminar no fue la excepción. Este domingo se vota en la segunda vuelta, y el candidato oficialista, Álvaro Delgado -a quien las encuestas asignan una leve desventaja respecto del opositor Yamandú Orsi– decidió jugar una última carta para captar los votos de los indecisos: dijo que si gana Orsi, sufrirá el síndrome de Alberto Fernández, porque no podrá realmente contar con un margen para autonomía para gobernar.
Orsi es el postulante por el Frente Amplio, que viene de cinco años de oposición tras haber sido gobierno en tres períodos consecutivos -dos veces con Tabaré Vázquez y una con José Mujica-. Según Delgado, a Orsi, que representa la facción más moderada de la coalición de izquierda, le faltará autoridad para imponerse a la estructura partidaria del Frente, donde el mayor poder se basa en el ala izquierdista y en la central sindical PIT-CNT.
«El Movimiento de Participación Popular (MPP) se quedó con todo, el 75% al 80% del Frente Amplio, y a eso hay que sumarle el Partido Comunista, el Partido Socialista, el Frente Amplio se vació de centro político. Ya empezaron a mostrar por dónde va el talante. El FA tiene una debilidad, que no tiene los cortafuegos que tenía», dijo Delgado. Y aludió expresamente a que los fallecidos Tabaré Vázquez y Danilo Astori eran los líderes moderados que contrapesaban a los sectores más radicales.
«Ahora vamos a un FA donde es muy probable, lo digo con respecto y afecto a Yamandú, que pase a un escenario parecido al de Alberto Fernández en Argentina. Seguramente será el que firma pero no el que manda, no el que decide, va a decidir la barra que lo condiciona todo el tiempo», acusó el candidato oficialista.
Elecciones en Uruguay: las dudas sobre el margen de gobernabilidad
Por cierto, no es que en Uruguay haya una figura equivalente a Cristina Kirchner ni que la candidatura de Yamandú Orsi haya sido decidida «a dedo» por la candidata a vicepresidente, Carolina Cosse. Por el contrario, ambos compitieron en una interna y Orsi, que era intendente de Canelones, derrotó en las urnas a Cosse, que era su colega en Montevideo y cultiva un perfil más volcado a la izquierda dura.
Sin embargo, la acusación de Delgado levantó polvareda, y en el Frente Amplio salieron a contestar, en una tácita demostración de que cualquier comparación con el caso argentino genera inquietud en el electorado uruguayo.
No hubo dudas sobre lo que Delgado quiso expresar al mencionar la comparación con Alberto Fernández. En Uruguay se sigue de cerca la política argentina, y todos saben cuáles fueron los problemas de sabotaje interno y desautorizaciones públicas que sufrió el expresidente en su difícil convivencia con el kirchnerismo.
Y es exactamente esa falta de autonomía la duda que Delgado quiso instalar respecto de Orsi. Por eso, marcó las contradicciones entre las declaraciones del candidato izquierdista y los postulados de la dirigencia partidaria en temas sensibles, que van desde la falta de condena al fraude electoral venezolano hasta la política impositiva que regiría en un gobierno frenteamplista.
Delgado recordó que mientras Orsi promueve un Tratado de Libre Comercio con China, su eventual ministro de economía, Gabriel Oddone, dijo que ese tema no era una prioridad para Uruguay. También trajo a colación que mientras Orsi asegura que no habrá aumentos de impuestos, en las bases programáticas del Frente se menciona la necesidad de reformar el sistema tributario, con mayores gravámenes al capital, el patrimonio y la renta.
Reforma jubilatoria con «influencia kirchnerista»
Y, acaso el ejemplo más contundente de esas contradicciones, Orsi estuvo en contra de un plebiscito impulsado por los sindicalistas del PIT CNT que pretendía reestatizar el sistema jubilatorio -y que fue rechazado en la votación de primera vuelta-.
En Uruguay rige, desde los años ’90, un sistema mixto, en el que parte de la masa de aportes jubilatorios es gestionada por las Administradoras de Fondos de Aportes Previsionales (AFAP), inspiradas en el modelo chileno, y con cierta similitud con las AFJP de Argentina.
El presidente Luis Lacalle Pou impulsó una reforma que aumentó la edad jubilatoria en un régimen progresivo. Así, para quienes hoy tienen 47 años, ya regirá la nueva edad de retiro a los 65 años. Además, la reforma permite que los jubilados puedan, simultáneamente, seguir trabajando para complementar su ingreso.
El ala izquierda del Frente Amplio propuso que se volviera a un régimen estatal en el que desapareciera el concepto de «lucro» vinculado a la seguridad social, lo que implicaba la disolución de las AFAP. Orsi, para no enfrentarse con la cúpula sindical, dijo que dejaba «en libertad de acción» a los militantes, pero era evidente su desacuerdo. Más explícito aún, José Mujica advirtió que esa propuesta tenía el potencial de generar «un caos».
Lo cierto es que no pocos vieron allí una influencia argentina. Uno de los más explícitos al respecto fue el dos veces presidente Julio María Sanguinetti, que suele ser frecuentemente convocado para conferencias y entrevistas en Argentina.
«Que acá hagamos lo que hizo el kirchnerismo en 2008 es funesto. Para la dimensión económica del Uruguay, si para cualquier país vale la credibilidad para nosotros vale el triple. El Uruguay vive de la confianza, vive de la estabilidad», dijo Sanguinetti.
Por más que la iniciativa haya sido rechazada, quedó instalado el antecedente de una cúpula partidaria que tiene una diferencia conceptual con su propio candidato a presidente en un tema como el jubilatorio, que en Uruguay es hipersensible: con una baja tasa de natalidad y población envejecida, los beneficiarios del sistema previsional son 22% de la población. En comparación, Argentina tiene un18% de pasivos.
El fantasma de la argentinización
En los últimos días de la campaña, uno de los temas de debate preferidos entre los programas de análisis político fue si había sido una estrategia efectiva, por parte de Delgado, la de agitar el fantasma de una «argentinización» de un eventual gobierno de Orsi.
No hay consenso en el sentido de que pueda ser un argumento que incida sobre la intención de voto, pero todos indican que tuvo cierta astucia en cuanto a señalar una de las debilidades del Frente Amplio, que es la frecuente generación de discusiones y fisuras internas.
«Nosotros ofrecemos certezas», fue una de las frases más repetidas por Delgado, para marcar diferencias.
Y hay coincidencia en que la sola mención a la situación del gobierno peronista es percibida por el electorado uruguayo como una acusación pesada. Con una inflación de apenas 5% anual, el salario en dólares más alto de la región y una economía creciendo al 3%, cualquier votante uruguayo se espanta al ver los indicadores de Argentina, donde es motivo de festejo una inflación de 3% mensual y un índice de riesgo país diez veces mayor al de la deuda uruguaya.
Acaso una de las pruebas de que la comparación con Argentina genera inquietud la haya dado el ex presidente Pepe Mujica, calificó a la estrategia de Delgado como «un bolazo».
«Primero que Uruguay no es Argentina; hay grandes diferencias. Está diciendo absolutamente bolazos porque nosotros fuimos gobierno y no pasó eso, así que no joda», fue la expresiva definición de Mujica, que comparó la estrategia de Delgado con la de la derecha de los años ’70, «cuando asustaban a las viejas diciendo que íbamos a llevar a los chiquilines a la Unión Soviética».
Lo cierto es que el recurso de mostrar situaciones argentinas para desacreditar a un rival político no es nuevo. De hecho, uno de los argumentos preferidos de la izquierda en las elecciones de 2019 era comparar al entonces candidato opositor Luis Lacalle Pou con Mauricio Macri, que sufría una espiral inflacionaria y un desplome de la actividad. Paradójicamente, en aquel momento al Frente Amplio no le incomodaba la comparación con Alberto Fernández, que acababa de ganar la elección de la vecina orilla, con la promesa de estabilizar la economía.