martes, marzo 4, 2025
Cuba

Epidemia de Oropouche en Cuba: «Es como la selva: sálvese quien pueda»


LA HABANA, Cuba. – En la tercera recaída, Aymara pensó que se iba a morir. “Me acosté en la cama boca arriba y puse cerca de la persiana las llaves de la casa. Le dije a mi pareja que cuando llegara tocara a la puerta y, si yo no respondía, era que me había muerto”. 

Él fue enseguida y la llevó al Hospital General “Dr. Juan Bruno Zayas Alfonso”, popularmente conocido en Santiago de Cuba como “El Clínico”. Una amiga doctora que encontró en el Cuerpo de Guardia le hizo varios análisis y determinó que lo que tenía era fiebre de Oropouche y dengue, las dos cosas. Pasó casi una semana de recuperación en su casa, postrada, con fiebre de 40 grados y convulsiones.

El virus de Oropouche fue aislado por primera vez en 1955 en Trinidad y Tobago. Desde entonces, se ha extendido a varios países de la región de América Latina y el Caribe, donde ha provocado varias epidemias. Su nombre científico es Orthobunyavirus oropoucheense y se trata de un virus de ARN (ácido ribonucleico). Es, asimismo, un arbovirus, por lo que se transmite a través de picaduras de artrópodos. En este caso, la transmisión ocurre fundamentalmente a través del jején Culicoides paraensis, cuya presencia no se ha detectado en Cuba, y el mosquito Culex quinquefasciatus, que según fuentes oficiales representa el 80% de esos insectos en el país.

Desde inicios de este año, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) alertó sobre un aumento en la detección de casos de esta enfermedad en algunas áreas de la región de las Américas. En Cuba se informó oficialmente la presencia del virus de Oropouche el 27 de mayo en las provincias de Santiago de Cuba y Cienfuegos. Hasta el 1ro. de septiembre de 2024, el Gobierno ha reportado a la OPS un total de 506 casos confirmados con registros en 15 provincias, 99 municipios y 174 áreas de salud del país. Sin embargo, varias irregularidades han signado el manejo de la epidemia y los reportes estatales.

Para empezar, la OPS no cuenta con la definición de casos utilizada por Cuba. Por otra parte, los casos reportados parecen tratarse solo de los confirmados a través de PCR en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), en La Habana. Un artículo publicado en julio de 2024 por especialistas cubanas y belgas en la prestigiosa revista The Lancet indica que los 20 casos confirmados en Cienfuegos en la semana epidemiológica 22 (del 26 de mayo al 1ro. de junio) fueron seleccionados de entre 3.393 casos febriles atendidos.

Según el mismo reporte, hubo un aumento inusual de casos febriles en Cienfuegos a partir de la semana epidemiológica 14 (del 31 de marzo al 6 de abril), que pasó a la zona epidémica en la semana 22. Este aumento se produjo seis semanas antes del período esperado de incremento estacional de los síndromes febriles agudos. Además, el porcentaje de pruebas IgM del virus del dengue positivas entre las personas con fiebre aguda del 31 de marzo al 11 de mayo se mantuvo bajo (1,2%); siendo aún más bajo (0,6%) durante las semanas 20-22. 

Todo lo anterior sugiere que el Oropouche habría estado circulando por más tiempo en el país y que el número de casos reales puede ser mucho mayor que el reportado por las autoridades. De hecho, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la aparición de los síntomas de los primeros 74 casos confirmados en Santiago de Cuba y Cienfuegos se notificó entre el 2 y el 23 de mayo, con un pico de casos observado en la semana que finalizó el 24 de mayo. El virus fue detectado en el 83% de las 89 muestras analizadas entonces en el IPK.

Una revisión publicada en la revista Viruses en 2018 explica que el periodo de incubación de la enfermedad es de tres a ocho días. Después de este periodo, los individuos infectados desarrollan síntomas. La fiebre de Oropouche se manifiesta como una enfermedad febril aguda de inicio súbito, parecida al dengue, que dura de dos a siete días, y se asocia a una serie de síntomas como fiebre, escalofríos, dolores de cabeza, musculares y articulares, malestar general, mareos, náuseas, vómitos, fotofobia y dolor retroocular, así como otros síntomas más raros.

Ahora el Gobierno insiste en que las personas acudan al médico, pero los testimonios recogidos en este trabajo muestran que las carencias en el sistema de salud cubano, así como la retórica empleada por las autoridades sanitarias puede estar influyendo en que las personas permanezcan en sus casas y se automediquen. Además, los informes gubernamentales no reconocieron hasta julio las posibles complicaciones derivadas de la enfermedad y la existencia de casos con varias recaídas en un mes, a pesar de que están descritas, no solo en la literatura científica, sino en las alertas emitidas por la OPS.

Aymara presentó síntomas por primera vez en mayo o junio de 2024. Sus síntomas fueron los comunes. Al segundo día acudió al Hospital General Dr. Juan Bruno Zayas Alfonso donde le hicieron un conteo de plaquetas, que dio normal, y descartaron que fuera dengue. El médico la mandó para la casa. “No te preocupes, eso en dos o tres días se te pasa. Son tres días de fiebre y ya de ahí empiezas a mejorar”, le dijo. Ella estuvo 20 días en cama sin poder levantarse.

La nota informativa del Ministerio de Salud Pública (MINSAP) que anunciaba la presencia del virus en el país aseguraba que la fiebre de Oropouche era una enfermedad leve y que todos los casos habían evolucionado “de manera favorable con mejoría de los síntomas entre el tercer y cuarto día del inicio de la enfermedad”. Lo mismo afirmó en su comparecencia en el Noticiero Nacional de Televisión de ese día el Dr. Francisco Durán García, director nacional de Epidemiología del MINSAP. Hasta ese momento, solo se habían confirmado casos en Santiago de Cuba y Cienfuegos. 

Un mes después, cuando ya el virus se había extendido a nueve provincias, Durán García comentó: “En un grupo de pacientes se observa que sobre el sexto día aparece un cuadro similar al inicial que no deja secuelas y no se asocia a la aparición de formas graves ni fallecidos”. Varias de las personas entrevistadas relatan situaciones similares a esta. 

En agosto, el novio de Ana, en La Habana, estuvo tres días con un cuadro muy agudo de fiebre de alrededor de 40 grados y muchas diarreas, que le provocaron una deshidratación. Ana creyó que iba a morir, pero no volvieron al hospital porque el primer día los mandaron para la casa indicando que tomara sales de rehidratación oral. Al sexto día tuvo una recaída de dos días más con diarreas, dolor en el pecho e hipertensión.

Lien, por su parte, tuvo una evolución diferente. Los síntomas aparecieron súbitamente un miércoles por la tarde y para el viernes en la noche comenzó a sentirse mejor. La fiebre nunca pasó de los 37 grados, aunque el resto de los malestares fueron más intensos. Creyó, al igual que mucha gente, que eso era todo. El lunes a las 6:00 de la mañana la despertó la fiebre de 39 grados. A partir de entonces, los síntomas duraron tres días más, pero todo fue peor. Nunca fue al policlínico porque un amigo de la familia que trabaja allí (Policlínico Docente 26 de Julio, de Playa), le dijo que no habían reactivos.

Toda la familia de Yadira enfermó entre agosto e inicios de septiembre. Cada miembro tuvo una evolución diferente, lo que ella atribuye a las comorbilidades y condiciones físicas de cada cual. Todos tuvieron la misma sintomatología los tres primeros días, pero, mientras su hijo se recuperó sin secuelas ni recaídas, su madre de más de 70 años e hipertensa estuvo muy decaída durante tres semanas al menos. Su hermano, que es diabético, creyó estar bien y se fue de excursión. Allá sintió una súbita debilidad y tuvieron que ayudarlo a regresar porque incluso levantar los brazos era una hazaña para él.

A Yadira, que vive en Marianao, los síntomas le aparecieron estando en Camagüey de visita. Logró rebasar la enfermedad rápido y no ha tenido recaídas. Fue al médico allá y asegura que el diagnóstico fue dado a ojo “puesto que en la institución no había ni reactivos ni nada”.

La experiencia de Luna* en Guanabacoa no es muy diferente. Su familia casi completa enfermó. A ella le dio dos veces, la primera con vómitos además de fiebre, y la segunda con diarrea. Cuando ella y su novio fueron al Policlínico Docente “Ángel Machaco Amejeiras” los trataron mal y les dijeron que eso era el virus, que allí no había nada para atenderlos, que fueran para su casa, resolvieran como pudieran y no volvieran más.

Todos estos testimonios contradicen la respuesta dada a una comentarista por la persona que modera el espacio en Telegram del medio estatal Cubadebate el 5 de septiembre. En un comentario ―ahora eliminado del chat― una mujer se quejaba de la falta de reactivos en la institución de salud a la que había acudido. La moderación del espacio le salió al paso afirmando que eso era falso y que en los servicios de salud existían los reactivos tanto para el conteo de plaquetas como para las pruebas serológicas para diagnosticar dengue (conocida como monosuero). Asimismo, afirmó que las personas autoestablecían una “matriz de opinión” a partir de la cual no acudían al médico porque las iban “a mandar a la casa”.

Por otra parte, como en el caso de Aymara, no a todas las personas la enfermedad le ha dado solo dos veces o por tres o cuatro días. Durante su estancia en Trinidad, Xian Ana enfermó. Sus síntomas fueron los usuales, además de una extrema sensibilidad en la piel, y duraron tres semanas. Luego quedó con una debilidad tal que sufría desmayos al más mínimo esfuerzo. Fue al médico, pero solo le recomendaron reposo, ya que no había medicamentos disponibles.

En San Luis, Santiago de Cuba, Yunia* ha tenido, como ella misma dice, cuatro temporadas de enfermedad. No ha sabido si de dengue o de Oropouche porque no ha ido a hacerse exámenes, aunque en una de las ocasiones tuvo que ponerse sueros por la deshidratación. Afirma que en la sala de urgencias del hospital municipal hay recursos, pero ella considera que las posibilidades de contagiarse son tan altas que no vale la pena saber de cuál virus ha sido.

Varias personas refieren presentar un rash parecido al del dengue, pero son menos los reportes de algún signo hemorrágico. Aymara ha sido, en este y otros sentidos, un caso atípico. La segunda vez que enfermó la sorprendió un sangramiento vaginal abundante (menorragia) sin encontrarse menstruando. Mientras salía de un banco en el centro de la ciudad, la sangre fue tanta, que corrió por el pantalón y manchó los zapatos. Inmediatamente después comenzaron el resto de los síntomas y estuvo en cama hasta que se recuperó.

Fuentes de Santiago de Cuba afirman que “la gente caía como pollos”, para referirse a los desmayos sufridos por varias personas en las calles, escuelas o centros de trabajo debido a secuelas o recaídas de la fiebre de Oropouche. 

Este 24 de septiembre, la prensa oficial informó por primera vez acerca de casos sospechosos de la enfermedad que, según la doctora Ileana Morales Suárez, directora de Ciencia e Innovación Tecnológica del MINSAP, ascendían a 12.000 desde el primer reporte de un contagio en la Isla, en mayo pasado. Además, Morales afirmó que en Cuba se están presentando complicaciones neurológicas y otras que están estudiando, además de manifestaciones clínicas no descritas en la literatura.

Aymara cree que la deficiente alimentación de las personas puede estar contribuyendo a que la recuperación sea más difícil para algunos, como el caso de las personas ancianas de bajos ingresos. “Otra cosa que mandaban para tratamiento era multivitaminas o una sopa ‘levanta muerto’. ¿Tú sabes con qué es la sopa ‘levanta muerto’?”, comenta. 

La alimentación también fue uno de los factores que considera Lien que influyó mucho en su recuperación porque se enfermó en un momento en el que no tenía dinero y debía priorizar la comida de sus hijos y su abuela. Eso y el no poder hacer reposo, por tener que encargarse de las labores de cuidado, fue lo que más la afectó.

Ambas pueden estar en lo correcto al apuntar el estado nutricional de las personas como un elemento a considerar. Una revisión publicada en 2018 en la revista PLOS Neglected Tropical Diseases explora el impacto, tanto en humanos como en mosquitos, de la nutrición en el desarrollo de arbovirosis (como la fiebre de Oropouche). Los autores concluyeron que la nutrición es un componente crítico de la susceptibilidad de las personas a la infección y de la gravedad de la enfermedad, ya que la desnutrición aumenta las probabilidades de infectarse o de sufrir una infección más grave. Asimismo, la malnutrición puede afectar gravemente a la capacidad de responder a las estrategias profilácticas y terapéuticas contra la infección por arbovirus.

Según el VII Informe “El Estado de los Derechos Sociales en Cuba”, publicado en 2024 por el Observatorio Cubano de Derechos Humanos y el Observatorio de Derechos Sociales, el 89% de las familias cubanas sufre pobreza extrema. Solamente el 15% de las personas encuestadas pudo hacer tres comidas al día sin interrupción y siete de cada diez dejó de desayunar, almorzar o comer debido a la falta de dinero o la escasez de alimentos. Los sectores más afectados son las personas negras, las mayores de 70 años y quienes no reciben remesas.

La fiebre de Oropouche, como otras enfermedades de su tipo, no tiene un tratamiento específico, sino que se busca aliviar los síntomas hasta que pasen. Así, se recomienda hacer reposo, tomar abundantes líquidos y tratar los dolores con analgésicos, que además contribuyan a bajar la fiebre. La falta de medicamentos en la red de farmacias y centros asistenciales del país complica la situación y obliga a las personas a recurrir al mercado informal.

Todas las personas entrevistadas para este trabajo encontraron los analgésicos necesarios a través de anuncios en redes sociales o, en el caso de algunos, los recibieron directamente de otro país. Los precios del paracetamol, que es el medicamento más recomendado para estos casos, oscilan actualmente entre 350 y 550 CUP (un blíster de diez tabletas). La dipirona está sobre los 500-750 CUP y un sobre de sales de rehidratación, alrededor de los 350-400 CUP.

Esos precios resultan exorbitantes para una persona de ingresos bajos o medios. Consideremos que una persona necesita un blíster de paracetamol y un paquete de sales de rehidratación para pasar, al menos, los primeros tres días de convalecencia. Necesitaría un mínimo de 700 pesos para la compra de estos en el mercado informal. Esa cifra representa el 15% de un salario medio (4.648 CUP) y la tercera parte de una pensión media (2.075 CUP).

Les queda entonces hacer extenuantes colas en las farmacias estatales para comprar algún medicamento, aun sin saber cuáles se van a vender, o recurrir a remedios naturales, como infusiones y fórmulas caseras de sales de rehidratación. Aunque, las autoridades aconsejan “evitar la automedicación incluso con alternativas de medicina verde, pues en ocasiones se usan plantas que pueden empeorar los cuadros”.

En 2024, según el ya mencionado informe sobre el estado de los derechos sociales en la Isla, la escasez o el costo de los medicamentos afecta mayormente a las personas ancianas. Solo un 2% de los encuestados lograron conseguir los medicamentos sin problemas en la farmacia, el 11% no pudo conseguirlos debido a su costo y un 22% debido a la escasez. El 89% de las personas valoró de manera negativa el sistema de salud cubano.

En cuanto a la prevención de esta y otras arbovirosis, como el dengue, las acciones deben estar encaminadas a la lucha antivectorial y las medidas de protección personal. A decir del Dr. Durán, “ese combate no puede ser con grandes fumigaciones, no por déficit de recursos, sino porque realmente hay que hacer una participación comunitaria muy importante, que lamentablemente en los últimos tiempos hemos visto que no ha estado muy a la altura”. 

Sin embargo, en un artículo publicado en la edición impresa del periódico santiaguero Sierra Maestra en junio de este año se reconoce que “las limitaciones económicas actuales impiden intervenciones de gran alcance”. Según este texto, “Salud Pública continúa realizando el tratamiento adulticida (fumigación) y el focal en el domicilio de los casos de síndrome febril inespecífico y en los inmuebles aledaños, así como en las manzanas con transmisión de dengue”.

Algunos reportes señalan que se están realizando las fumigaciones, pero cinco testimonios recogidos para este trabajo concuerdan en que estas medidas no se sostienen en el tiempo y no se comportan de manera homogénea en todo el país; ni siquiera en todas las áreas de salud. Aymara, por ejemplo, refiere que en el Distrito “José Martí”, en Santiago de Cuba, fumigaron al inicio de la epidemia de Oropouche, pero que luego dejaron de hacerlo.

La dueña del hostal donde se hospedó Xian Ana en Trinidad pedía constantemente que le fumigaran la casa pero nunca lo hicieron. Como ella, había mucha gente en la misma situación, que Xian Ana describe como desesperante. Yunia, en San Luis, también ha solicitado varias veces, infructuosamente, que se fumigue su vivienda. Las respuestas han sido que no hay combustible, o no hay productos, o no hay personal.

Yadira ha escuchado ruidos de “bazucas”, como se conocen los equipos para tratamiento adulticida, en El Vedado. En Santa Felicia, su zona, “brillan por su ausencia” las acciones antivectoriales. Lien, por su parte, dice que justo la mañana del lunes en que tuvo la recaída pasó por su casa una inspectora anunciando que por la tarde iban a fumigar. Todavía no han ido, a pesar de que el caso fue reportado a las autoridades sanitarias.

Si bien es cierto que la existencia de dos vectores con características diferentes, el Aedes aegypti para el dengue y el Culex quinquefasciatus para el Oropouche, complejiza el panorama preventivo, existen otros factores a considerar. Toda la retórica estatal está enfocada a las acciones personales y de saneamiento en las viviendas y centros de trabajo. Mientras tanto, en redes sociales como en comentarios en la prensa estatal, las personas se quejan de deficiencias en la recogida de desechos sólidos que contribuyen a la proliferación de vectores, así como de la existencia de numerosos salideros de aguas limpias o albañales.

Por otra parte, como medidas de protección personal se aconseja el uso de barreras mecánicas (mosquiteros), dispositivos repelentes de insectos (trampas de luz para insectos), ropa tratada con repelente y lociones antimosquitos, aunque estas últimas han sido señaladas como causantes de alergias y/o reacciones dermatológicas. También se han propuesto como repelentes diversos compuestos naturales (piretrinas, picaridina, azadiractina) y aceites esenciales derivados de plantas (eucalipto, geranio, nim).

Para los diezmados bolsillos del cubano de a pie cualquiera de estas opciones es difícil. Por ejemplo, los repelentes en el mercado estatal solo se encuentran a más de cinco MLC en tiendas que operan en esa moneda. Lo que representa más de 1.300 CUP según el cambio en el mercado informal, única vía para adquirir MLC para quienes no reciben remesas. Las personas están utilizando también inciensos con acción repelente que compran en el mercado informal. Los precios de estos productos oscilan entre 350 y 1.500 CUP dependiendo del tipo y la cantidad de unidades en un paquete.

Estos factores, unidos a los constantes y largos apagones, obstaculizan un adecuado control de la epidemia y disminuyen el número de opciones que una persona tiene para enfrentarse a la enfermedad. La pobreza, la escasez de medicamentos y recursos, la mala alimentación, la falta de personal sanitario, las dificultades en el manejo de desechos, la crisis electroenergética, entre otros problemas, junto a los factores climatológicos habituales, configuran un panorama de crisis total en la que es prácticamente imposible controlar un brote de alguna enfermedad. Luna lo resume así: “Ahora mismo es como la selva: sálvese quien pueda”.

*El nombre de la testimoniante fue cambiado por solicitud propia.



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