El Reino Unido es el primer país del G7 en decirle adiós al carbón
La última central eléctrica de carbón de Gran Bretaña, Ratcliffe-on-Soar, en Nottinghamshire, ha cesado definitivamente su producción después de 57 años. La era del carbón dista mucho de haber terminado en todo el mundo, pero este cierre marca un momento significativo para el propio país que inició la revolución industrial. En 1882, Thomas Edison inauguró en Londres la primera central eléctrica de carbón del mundo, la del viaducto de Holborn. Desde entonces, el carbón ha alimentado el desarrollo británico durante más de un siglo, llegando a representar el 80% de la producción nacional de electricidad en la década de 1980. Hoy, el Reino Unido pasa página y abandona uno de los principales combustibles fósiles responsables del calentamiento global.
Adiós, carbón, adiós
La central de Ratcliffe-on-Soar, puesta en servicio en 1967, fue el último bastión de aquella era fósil. Con sus ocho torres de refrigeración tan altas como edificios de 12 plantas y su chimenea de 199 metros, la central fue durante décadas un hito en el paisaje de las Midlands inglesas, visible para millones de automovilistas y pasajeros de tren que pasaban por allí. La planta también se había convertido en el objetivo de algunos grupos ecologistas, que en 2009 organizaron grandes protestas en la planta. En aquel momento, Ratcliffe emitía entre 8 y 10 millones de toneladas de CO2 al año, equivalentes a las emisiones de unos 2 millones de automóviles.
En los últimos años, sin embargo, su papel había ido disminuyendo gradualmente, limitándose a suministrar energía en los momentos de mayor demanda. El cierre de Ratcliffe-on-Soar es la culminación de un proceso de eliminación progresiva del carbón que comenzó hace aproximadamente una década, cuando el Gobierno británico anunció su intención de eliminar este combustible fósil para 2025. Una decisión reforzada posteriormente en vísperas de la conferencia de la ONU sobre el clima COP26, en Glasgow, en 2021, adelantando un año la fecha límite. De hecho, la central de Ratcliffe-on-Soar debería haberse cerrado ya a finales de 2022, pero entonces la empresa que la posee y explota, la alemana Uniper, aplazó el cierre debido a la crisis energética provocada por la invasión rusa de Ucrania. El 1 de octubre comenzará la fase de desmantelamiento de la central, en la que trabajarán más de 100 de los actuales trabajadores de la planta. Tardará dos años en completarse.
Según cifras publicadas por The Guardian, en 2012 el carbón aún representaba el 40% de la producción nacional de electricidad, mientras que en 2023 se habrá reducido al 1%. En la actualidad, más de la mitad de la electricidad del Reino Unido procede de fuentes renovables, como la eólica y la solar, y el resto procede del gas natural y la energía nuclear. Este rápido cambio ha situado al Reino Unido a la vanguardia de las economías desarrolladas en la transición hacia energías más limpias. Como señala el Washington Post, Gran Bretaña «es el primer país del G7 que abandona el carbón», por delante de naciones como Italia (previsto para 2025), Canadá (2030) y Alemania (2038).
¿Cómo va el resto del mundo?
La comparación con otros países europeos pone de manifiesto situaciones diferentes. Alemania, por ejemplo, seguirá produciendo el 27% de su electricidad a partir del carbón en 2023: una dependencia de los combustibles fósiles significativamente mayor que la de Italia, por ejemplo. Sin embargo, es importante subrayar que, incluso en Alemania y en el resto de Europa, el uso del carbón está disminuyendo considerablemente. A escala mundial, sin embargo, el panorama es diferente. En 2023, el 35.5% de la electricidad mundial seguirá obteniéndose del carbón. Cuatro países en concreto (China, India, Estados Unidos y Japón) produjeron el año pasado más de tres cuartas partes de toda la electricidad procedente del carbón del mundo.
Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.