jueves, noviembre 21, 2024
Cuba

Díaz-Canel y su gobierno de mentirosos patológicos


LA HABANA._Precisamente uno de los días más tenebrosos, cuando más de la mitad de los circuitos en Cuba se encontraban en apagón, al presidente cubano Miguel Díaz-Canel se le ocurrió decir ante la FAO que la Isla cuenta con una “infraestructura eléctrica fortalecida”.

Una mentira que no estuvo sola en ese discurso que leyó de un tirón, sin expresión alguna ni en el rostro ni en la voz —intentando no delatarse como embustero— sino que llegó acompañada de otras tantas sobre disponibilidad de recursos humanos y avances en innovación tecnológica que, de llegar a creerlas, cualquiera imaginaría que Cuba es una especie de Silicon Valley a donde hay que mudar las empresas urgentemente.

Todo eso último lo ha dicho en medio del peor éxodo masivo que ha sufrido Cuba en más de medio siglo de dictadura —haciendo caer el número de habitantes a muchísimo menos de 10 millones, al calcularse en cerca de 1,7 millones los emigrados entre los años 2021 y 2023— y con uno de los índices de envejecimiento poblacional más alarmantes de América Latina, muy próximo a superar el 20 por ciento, sin contar otros factores económicos y políticos que han convertido a la Isla en uno de los lugares más inhóspitos del planeta para las inversiones extranjeras, aún cuando en el pasado llegó a ser de los más atractivos.

Con mentiras, a la caza de ingenuos, ha salido Miguel Díaz-Canel no tanto porque busque hacer negocios sólidos, duraderos —ni siquiera los ha tenido con sus aliados incondicionales— sino porque sabe que siempre en esos foros aparece algún bolsillo que saquear, en especial entre nostálgicos y fanáticos de izquierda, entre oportunistas de derecha y aventureros sin bando ni sesos que, habiendo querido ser como el argentino Guevara alguna vez, terminarán siendo como el chileno Max Marambio.

Aunque pudiera ser que, no teniendo nada bueno que decir sobre sí mismo, el señor se ha inventado ese país de maravillas que está muy lejos de la aldea primitiva que es ahora, excepto para esos caciques que van a una marcha contra Israel y a favor de Hezbolá —como para que no haya duda alguna sobre si patrocinan o no el terrorismo— calzando zapatillas bien caras, importadas de USA, de esas que sirven para confirmar la propia teoría del “doctor” Díaz-Canel para quien la “mentalidad importadora” es la que “tapó los horizontes a los cubanos”.

Pero, conociendo a los comunistas como solo los han llegado a conocer los que saben de engaños, estafas y promesas sin cumplir, de paripé y globos inflados para salir bonitos en el noticiero, es muy probable que esa ráfaga de mentiras haya tenido el mismo propósito que las otras del pasado, y las del presente, y de todas las que están por venir, en tanto la mentira es la columna vertebral del castrismo.

Han mentido siempre, en todas las épocas, buenas y malas, y si en algo se parece el neo-castrismo de estos días de continuidad a aquel castrismo que murió poco después de la muerte de su creador es precisamente la mentira, comenzando con aquella que prometió una “revolución verde como las palmas” y terminó siendo tan roja como exigieron los soviéticos que fuera, a cambio de petróleo y carne rusa.

Mentiras pequeñas, por toneladas, a las que siguieron otras enormes de antología —y de patología— como las de desecar la Ciénaga de Zapata y los bajos del Río Cauto para la producción agrícola, en un discurso del 16 de marzo de 1959; o la de producir 60 millones de huevos al mes, en otro del 2 de enero de 1965.

Para las década de los 70 y 80, tendríamos más producción de carne que Argentina; más naranjas que la Florida; más y mejor café que Colombia; más arroz y pescado que China. Se construirían 100 mil viviendas anuales, se alcanzarían los 30 millones de litros de leche diarios y contaríamos con un médico por cada 120 familias.

El dengue sería erradicado (y así fue anunciado en marzo de 2002), el dólar jamás tendría lugar en la economía cubana, el turismo sustituiría la producción de azúcar, y así al final quedamos sin esta ni aquel. Con los “verdes” esos y sin pesos.

Habría tanto combustible y desarrollo que los campesinos trabajarían la tierra en tractores con aire acondicionado, y ya para 2006, convertidos en un “modelo energético para el mundo”, nos sobraría electricidad para exportar.

De manera que hemos vuelto al punto del cual partimos en lo que intentó ser una “revolución energética” pero que en realidad, con tanto cacharro comprado a crédito a los chinos, fue una operación de saqueo.

En fin, que si se elimina la mentira, la dictadura se desploma a los pocos segundos. Y Díaz-Canel lo sabe. Es por eso que, al igual que sus predecesores, invierte los recursos que no tiene en propaganda ideológica y en control de la información, pero no en fortalecer la infraestructura de servicios básicos o en producir alimentos, a fin de cuentas ya descubrió que, abriendo Nicaragua como válvula de escape, vendiendo pollo y arroz a precios topados, metiendo a unos cuantos a la cárcel,  los apagones y el hambre no producirán otro 11 de Julio.



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