Pues se jugó la jornada de la vergüenza
Pues se jugó la jornada de la vergüenza. La que nunca se tendría que haber jugado. Uno espera que al fútbol se le perciba como depósito de emociones y de sentimientos, pero alguien ha decidido que hay que mirarlo en términos de industria. Que, efectivamente, lo es. Pero justo por eso, por ser la primera industria de entretenimiento de este país, la que vertebra el ocio en el fin de semana, debería haber tenido la sensibilidad de suspender la jornada. Porque estamos de lu
SE PODÍA ARREGLAR
La jornada se podía recuperar. La Liga podría haber terminado una semana más tarde con o sin permiso de la UEFA. O la jornada se podría haber perdido y jugar 37 partidos. Y no pasa nada. Hubiera quedado como una fecha vacía en memoria de la tragedia.
Pero las autoridades deportivas, Liga y Federación, han ido por el mismo camino que la clase política. En este país, los políticos nos han robado, nos han mentido, nos han engañado, se han tomado decisiones insólitas pero es la primera vez que uno percibe que se ha gobernado contra el pueblo. De ahí la indignación y la autogestión de la gente. Una inteligencia artificial hubiera tomado decisiones más lógicas, sin ideologías, que éstos parásitos de chaleco rojo y uniforme de Coronel Tapioca para visitar la zona cero.
INCOMPETENCIA
Y como están a lo suyo, se articulan actuaciones demagógicas. La gestión de las alarmas fue criminal. El miércoles, en Castellón, mandaron a los críos al colegio. El primer contingente de militares fue de 500. Por Dios, a un partido de alto riesgo van 1.200 policías… “Si quieren mas, que los pidan”, advirtieron con desahogo desde el gobierno central. Pues nada. “Póngame una compañía de zapadores, jefe”.
El deporte profesional, con el fútbol a la cabeza, debería haber parado. Da igual lo que hayan hecho en el resto de sectores cuya actividad sí puede ser básica para la vida de la gente. Pero el fútbol no fabrica tornillos, ni abre cuentas corrientes ni hace barras de pan. El fútbol son emociones. Y no hay mayor emoción que estar, cada uno como pueda y desde su sitio, al lado de los afectados. Ha sido un error. Un inmenso error.