martes, marzo 4, 2025
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Manos tendidas en la iglesia que se libró de la inundación: «Para la gente que siempre ha tenido de todo, verse así es muy duro»


No es un milagro que la parroquia Nuestra Señora del Don de Alfafar apenas haya sufrido daños reseñables tras la devastadora riada que azotó al resto del pueblo el 29 de octubre. Ubicada en la plaza del País Valencià, un poco más alta que las calles adyacentes, evitó que el agua golpeara con la fuerza que sufrió la mayor parte del municipio. Nada que ver con los daños sufridos por templos más cercanos, como Santa Fe (Alfafar) o Nuestra Señora del Rosario, (Llocnou de la Corona).

Desde hace días, las puertas de la parroquia, abiertas de par en par, flanquean el constante ir y venir de personas. Es media tarde, momento de reparto de comida y útiles de limpieza, como ‘sucursal’ del enorme centro de ayuda que tiene habilitado el Ayuntamiento en el colegio público La Fila: «Acogemos a todo el que podemos, venga de donde venga y le ayudamos con alimentos, higiene y en todo lo que necesiten», explica Isabel, voluntaria de Cáritas y catequista de la Nuestra Señora del Don.

Detrás de unas mesas en forma de U los voluntarios despachan todo tipo de comida: agua, aceite, leche, fruta fresca, verduras, legumbres, arroz, pasta, pan, bocadillos, leche infantil o potitos. Y también útiles de limpieza, y artículos de aseo e higiene.

Las cajas se amontonan a ambos lados del suelo, sobre los bancos de madera y casi ocultan una capilla iluminada de un Cristo yacente. «Tenemos que ayudar a toda la gente en dos vías. En la parte material; pero también, muy importante, en la parte espiritual», apostilla el párroco Javier Francés, que viste una moderna sudadera con la palabra GOD (Dios en inglés) que ocupa todo el pecho.

Una pareja, ella va cubierta con un hiyab, entra con dos grandes bolsas vacías. No han terminado de saludar y ya les están preguntando: ‘¿quieres pan, leche, fruta…?’ El movimiento que más se repite entre voluntarios y beneficiarios es el de manos tendidas. Para entregar y para recibir.

Somos muy afortunadas, aquí hay gente que por desgracia ha perdido, además de sus casas, sus negocios y veremos si los pueden volver a abrir

Isabel, voluntaria de Cáritas

«Al principio a la gente le costaba venir, pero ya saben que aquí estamos para eso», cuenta Isabel. «Vienen con mucha necesidad, con mucha pena, intentamos animarlos. Nos dan las gracias y nos han dado algún abrazo, ¿verdad Susana?». Se dirige a otra voluntaria de Cáritas, identificada también con el chaleco rojo. «Para la gente que ha tenido siempre de todo, verse ahora en esta situación es un shock muy grande», describe Susana.

El párroco abunda en el argumento de unir lo material con lo espiritual: «Tenemos que ayudarnos unos a otros, no tanto como solidaridad, sino como fraternidad. Que nos sintamos hermanos unos de otros, preocupados». Isabel y Susana lo ponen en práctica: «Intentamos poner nuestra mejor cara y nuestro mejor ánimo porque son personas muy necesitadas que tienen mucha falta de todo».

¿Y a las voluntarias, cómo les afectó la inundación?

«Me entró agua en casa, pero soy de las afortunadas», responde Susana. Isabel le quita importancia a un siniestro que, en otras circunstancias, a más de uno le habría amargado la existencia: «Si te digo lo que he perdido: un coche, que no tiene ninguna importancia. Somos muy afortunadas, aquí hay gente que por desgracia ha perdido, además de sus casas, sus negocios y veremos si los pueden volver a abrir».

Ante el sinsentido que tiene la DANA muchos preguntan qué pinta y qué hace Dios en todo esto

Javier Francés, párroco Nuestra Señora del Don (Alfafar)

La parroquia alterna su labor social con los oficios religiosos diarios, en los que Javier Francés predica a personas que han sufrido una catástrofe con unas consecuencias personales desastrosas: «Ante el sinsentido que tiene la DANA muchos preguntan qué pinta y qué hace Dios en todo esto. ¿Ha querido Dios esto? Pues no. ¿Sacaremos algo bueno de todo esto? Estoy seguro de que sí».





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