martes, julio 1, 2025
Ciencia y Salud

Por qué la Estación Espacial Internacional está “demasiado limpia” y qué tiene que ver con la salud de los astronautas


La Estación Espacial Internacional (EEI) nos fascina, es innegable. Allí arriba, a 400 km de la Tierra, los astronautas llevan una vida completamente distinta. Su forma de trabajar, de comer (renunciando en exceso a los placeres de la mesa), de dormir, de ir al baño y de lavarse… todo es completamente diferente. Su estancia en órbita es esencial, tanto para hacer avanzar nuestros conocimientos como para prepararnos para las próximas misiones espaciales: cada descubrimiento que se haga allí arriba puede ser útil.

Un ejemplo reciente es el estudio publicado por Cell en el que un equipo de investigadores cartografió la presencia de diferentes microorganismos en nuestro hogar en órbita, reconstruyendo una especie de “microbiota de la estación espacial”. La respuesta es clara: la EEI se parece a una planta industrial y esto podría ser todo un problema.

Estudiar microorganismos en la Estación Espacial Internacional

Los investigadores decidieron embarcarse en este trabajo porque, como cuentan al principio del artículo, aunque en el pasado ya se habían realizado estudios sobre la presencia y caracterización de microbios en órbita (la EEI es un entorno muy controlado), faltaba una caracterización exhaustiva. Se necesitaba algo más que el cultivo de muestras: la identificación de posibles patógenos. Una mirada más amplia, en definitiva. Un estímulo para la investigación motivado también por el hecho de que los entornos menos ricos en bacterias se asocian con la aparición (en la Tierra) de trastornos basados en la inflamación, escriben los autores. La referencia es a la teoría de la higiene, un tema candente para los alérgicos y otras personas. Por analogía, cabe preguntarse entonces si tal vez la misma situación esté detrás de las molestias orbitales, como las erupciones cutáneas y las alergias en órbita. Fueron estas consideraciones las que impulsaron a los investigadores a estudiar el tema.

Para ello, se basaron en un amplio muestreo de las superficies de la estación espacial (en el módulo estadounidense) que abarcó varios módulos, realizado entre 2020 y 2021. Se limpiaron las superficies con hisopos y el material recogido se analizó desde el punto de vista genético y químico, con el fin de identificar las sustancias presentes. Se trata de la investigación más amplia de este tipo jamás realizada para la estación espacial, afirman los autores, aunque admiten que su objetivo era identificar rastros de la presencia de los diferentes organismos y no si estaban vivos o no en el momento de la toma de muestras.

A cada módulo (y actividad) su microbioma

Los resultados mostraron pocas sorpresas: módulo al que vas, microbioma que encuentras. Es decir, cada lugar tenía su propia firma microbiológica característica que se imprime, más que por la temperatura, la presión o la exposición a la radiación, por el tipo de uso humano y la frecuentación del módulo, explican los expertos. ¿Un ejemplo? Los microbios (pero también las sustancias químicas) asociados a los alimentos tendían a ser más comunes en el Nodo 1, utilizado para almacenar comida y comer. Los astronautas y sus diversas actividades son, de hecho, la principal fuente de contaminación microbiana.

Los investigadores también realizaron análisis para saber exactamente de dónde procedían estos microorganismos. Los gráficos son claros: la piel humana es, con diferencia, la principal fuente de contaminación, pero el microbioma de la nariz y el asociado con los materiales de construcción también contribuyen. Las bacterias del género Staphylococcus fueron las más comunes. Los análisis químicos, por su parte, mostraron la presencia de polifenoles, flavonoides, derivados del caucho, plastificantes, alcaloides, derivados del polietilenglicol y metabolitos urinarios, entre otros; una composición atribuible, según los expertos, a materiales de origen industrial, derivados vegetales, así como también a especies humanas y microbianas, productos alimenticios y de cuidado personal y desinfectantes.

La Estación Espacial Internacional como las salas de aislamiento de covid-19

Todo esto indica claramente que son principalmente la presencia y las actividades humanas, y toda la carga microbiana que llevamos con nosotros, las que dictan la composición microbiológica y química de la EEI. Difícil esperar algo diferente en un entorno tan confinado. Entorno que, según informan los investigadores, comparte algunas características con ciertos ambientes terrestres: los menos contaminados y los más controlados. De hecho, los científicos compararon la diversidad microbiana de la EEI con la de varios entornos terrestres y descubrieron que nuestro hogar en órbita es bastante pobre en este aspecto. Más en detalle, los entornos de la estación espacial muestran una riqueza limitada en términos de población microbiana, que comparten con las instalaciones donde se ensamblan las sondas espaciales o se llevan a cabo las simulaciones de covid-19 o las salas de aislamiento, concretamente.

«La ausencia de microorganismos ambientales terrestres, combinada con el alto uso de desinfectantes y la limitada diversidad filogenética de la EEI en comparación con los entornos construidos en la Tierra, sugiere que el entorno de la estación espacial puede ser subóptimo para apoyar la función inmune humana», concluyen los autores, que van al grano: «Los futuros entornos construidos, incluyendo las estaciones espaciales, podrían beneficiarse de la promoción intencional de diversas comunidades microbianas que recuerden las exposiciones naturales de la Tierra en lugar de depender de espacios altamente desinfectados». En otras palabras, Rodolfo Salido, de la Universidad de California en San Diego y primer autor del artículo, lo deja más claro: en las plataformas de lanzamiento, junto con los objetos personales y los materiales para realizar experimentos, quizá llevemos algunos microorganismos.

En cualquier caso, saber cómo se distribuyen los microorganismos en función de las actividades humanas podría ayudar al diseño de estos espacios confinados para reducir la contaminación no deseada, agregan los investigadores.

Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Andrea Baranenko.



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