La increíble historia de cómo descubrimos cuán grande es el universo
Es difícil no hacerse una pregunta cuando se admira el cielo estrellado: ¿qué tan grande es el universo? Fue precisamente esta inquietud la que condujo, a principios del siglo pasado, al famoso Gran Debate, una de las historias más apasionantes de los descubrimientos astronómicos, por la que se reconoció la existencia de galaxias distintas de la Vía Láctea.
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Un universo cambiante
La historia del estudio del cosmos es una de ampliación de perspectivas. Al principio, el cielo era entendido como algo separado de la Tierra; luego se comprendió que la Tierra estaba en el cielo por derecho propio, un cuerpo celeste como los que se mueven sobre nosotros noche tras noche. La Tierra estaba en el centro del cosmos, y los cuerpos del sistema solar eran todo lo que existía, con las «estrellas fijas” al fondo. Luego se fue comprendiendo que las estrellas fijas eran cuerpos de la misma naturaleza que el sol, pero mucho más alejados; que la Tierra era un cuerpo entre muchos que giraban alrededor del sol, y, sobre todo, que la Tierra no estaba en absoluto en el centro del Universo. Galileo se dio cuenta de que la Vía Láctea, una galaxia, estaba formada por cientos de miles de millones de estrellas como la nuestra. Pero, ¿terminaba allí?
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Universo isla
Había muchas “nebulosas” en el cielo, como se llamaba a aquellos objetos nebulares de límites difusos que se encontraban aquí y allá en el cielo profundo. En 1845, Lord Rosse descubrió que una de ellas, la M51, tenía forma de espiral. Después se descubrieron muchas más, y no pasó mucho tiempo antes de que se empezara a pensar que aquellas espirales no eran más que otras galaxias, como la nuestra; otros «universos isla» en un gran archipiélago. Pero seguía habiendo problemas. En 1918, Harlow Shapley, un estudioso de las distancias cósmicas, midió la distancia de aquellos cuerpos celestes y llegó a un universo formado por una única gran galaxia de 300,000 años luz, y todo lo que existía estaba dentro de ella. Otro astrónomo, Heber Curtis, tenía una opinión diferente. Creía que las mediciones de Shapley no eran lo suficientemente precisas, y que las espirales eran en realidad otras galaxias.
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El debate
El 26 de abril de 1920 se celebró una sesión titulada «La escala del universo» en una conferencia de la Academia Nacional de Ciencias en Washington, Estados Unidos. El tema central de esta sesión fue lo que pasaría a la historia como el Gran Debate. En realidad, no fue un debate real; Curtis y Shapley dieron sus conferencias uno tras otro, mostrando los resultados de sus investigaciones. Tanto Curtis como Shapley se equivocaron en algunos puntos y acertaron en otros. Por ejemplo, por mucho que Shapley exagerara en su estimación del tamaño de la Vía Láctea, seguía ofreciendo una estimación más razonable que cualquiera de las que se hacían en la época. Curtis, en cambio, tenía razón en el meollo de la cuestión: las nebulosas espirales eran galaxias exteriores, y aportó por primera vez pruebas científicas que respaldaban esta hipótesis. Sin embargo, el tiempo curaría esa tensión científica.
El descubrimiento de Hubble
Solo cuatro años después del Gran Debate, en 1924, Edwin Hubble encontró algunas variables cefeidas en la mayor nebulosa espiral, la nebulosa de Andrómeda, y en otras como la nebulosa del Triángulo. Se habían resuelto entonces algunas estrellas dentro de esta nebulosa, lo que confirmaba que se trataba de un sistema estelar. Hubble calculó las distancias a esas nebulosas y publicó los resultados en un artículo en 1929. Las distancias eran demasiado grandes para que las nebulosas estuvieran dentro de la Vía Láctea, tenían que estar fuera de ella. Eran otras galaxias.
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Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Andrea Baranenko.