¿Cómo funciona la memoria y por qué es tan vulnerable ante la depresión?
Este grado de afectación global se debe a la gran conectividad entre todas las estructuras neuronales, que es necesaria para que el cerebro funcione en estado óptimo. Todas las estructuras del sistema nervioso se comunican por medio de sinapsis, y entre más información se transmite entre una estructura y otra, mayor cantidad de estas existen. En otras palabras, neuronas que disparan juntas, crecen juntas; pero también lo opuesto, neuronas que callan juntas, se atrofian juntas.
Por ello, cuando estamos sumergidos en un episodio depresivo, diversas funciones se ven afectadas. El grupo de Tian señala los hallazgos en diferentes estudios, donde hay una disminución en el volumen de materia gris (donde se encuentran los cuerpos de las neuronas), una menor conectividad con otras estructuras involucradas en el procesamiento emocional, la apreciación de experiencias placenteras y en general una afectación grave de la memoria: el hipocampo se atrofia, y con él, las conexiones al resto del cerebro.
La depresión es una enfermedad que posee diversas variaciones a nivel mnésico, un sesgo negativo en la memoria autobiográfica y la tendencia a conservar esa visión del mundo ante los estímulos de la vida cotidiana. Estas alteraciones se reflejan en la vida cotidiana de las personas que acuden a consulta.
Los pacientes deprimidos suelen tener problemas de memoria operativa, muy comúnmente en forma de olvidos pequeños, o errores en el trabajo que previamente no se presentaban. También pueden tener lentificación en su discurso, causado por una dificultad en la evocación de las memorias.
Para adjudicarle a la depresión estas fallas, siempre tienen que ir acompañadas de los síntomas nucleares: la alteración del ánimo o la dificultad para disfrutar actividades previamente placenteras, también llamada anhedonia. Según los criterios, deben estar presente de manera constante por dos semanas o más; casi siempre llegan con un periodo más largo. Aunque debido a la gran implicación de la memoria en nuestra identidad y vida cotidiana, siempre es importante analizar diversas causas.
Cómo se pueden evitar o revertir estos cambios
Una memoria con tendencia hacia la melancolía no necesariamente indica un sesgo. En muchas ocasiones, este estado puede ser el resultado de pistas contextuales; un entorno socioeconómico desventajoso es una realidad palpable, así como las dificultades que conlleva subsistirlo. Estos son claros factores de riesgo para los trastornos afectivos.
Sin embargo, aún podemos ejercer control sobre ciertas conductas. En el mismo artículo, publicado por Tian en Behavioral Brain Research, se revisó la forma en la que el ejercicio aeróbico tiene una gran influencia sobre nuestro estado del ánimo, tanto en el tratamiento como en la prevención de depresión. Estos beneficios se relacionan con una mayor producción de factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF, por sus siglas en inglés), que es un neurotransmisor crucial en la formación de sinapsis saludables y neuroplasticidad en general.
También existe evidencia de una mejoría de la producción y transmisión de dopamina en las áreas involucradas con el placer, como el núcleo accumbens y diversas partes de la corteza prefrontal. Esto significa que las personas que tienen anhedonia comienzan a disfrutar de nuevo sus actividades placenteras, o empiezan a buscarlas si estas habían caído en el olvido.
Por ello, en consulta, enfatizamos cada vez más la necesidad de un movimiento continuo, como ejercicio de resistencia o fuerza; no solo es útil para la prevención y tratamiento de una enfermedad afectiva, sino también como una parte de las necesidades fisiológicas humanas. La integración de la actividad física en la cotidianeidad funciona solo si se aplica de manera gradual, para evitar el abandono. Como menciona el doctor Mauricio González en redes sociales “un cambio del 30% durante 10 años es más poderoso que un 100% durante dos semanas”. Dicho esto, el más mínimo aumento en la cantidad de pasos y movilidad tiene evidencia de mejorar un sinfín de parámetros.
Detenernos a reflexionar acerca de cómo el cerebro se nutre de las experiencias diarias y cómo pueden modificarse los recuerdos sin perderse los previos, así como la forma en las que se retroalimentan de manera constante por estímulos agradables o aversivos, invita a generar tratamientos más integrativos, que formen parte del contexto general. Nuestra memoria se encuentra en constante movimiento, es lógico que nuestro cuerpo la imite.