¿Cuál es el verdadero riesgo de una tormenta geomagnética?
La idea de una “tormenta geomagnética” puede sonar inquietante, pero en realidad es común y forma parte de vivir en un planeta que cuenta con un campo magnético y que orbita relativamente cerca de su estrella madre. Lejos del retrato común, las tormentas geomagnéticas no consisten amenazadores rayos espaciales, sino que son perturbaciones en la magnetósfera de la Tierra que nos recuerdan que contamos con una protección natural contra otros riesgos solares mucho peores.
El ABC de una tormenta geomagnética
En ocasiones, el Sol expulsa masivamente protones, electrones e iones debido a explosiones o llamaradas en su corona. Este viento solar viaja por el espacio a gran velocidad y, a veces, coincide con la órbita terrestre. En lugar de atravesar el planeta, las partículas quedan atrapadas en las líneas del campo magnético y generan corrientes eléctricas a su paso.
El proceso perturba el campo magnético de la Tierra (normalmente estable) y comprime la magnetósfera, una especie de “burbuja protectora”. Los científicos llaman tormenta geomagnética a la fluctuación del campo magnético causada por estas partículas solares.
Como las tormentas son fenómenos electromagnéticos que ocurren a entre 1,000 y 60,000 km de altura, no representan un peligro para la salud humana ni generan efectos biológicos directos. En general, sus impactos se limitan a los sistemas eléctricos y de navegación. Los satélites que empleamos en el día a día para las telecomunicaciones orbitan dentro de la zona alterada y por ello son los más susceptibles.
El mito del riesgo de las tormentas geomagnéticas: un malentendido
Lo que sí es un riesgo para los seres viviops es el impacto directo del viento solar sobre las células. El choque de las partículas cargadas puede afectar el ADN y dañar los tejidos. En la Tierra ese escenario no ocurre porque tanto la magnetósfera como la atmósfera bloquean su camino.
Marte, en cambio, carece de un campo magnético global y recibe directamente las nubes de partículas solares. Los astrónomos sostienen que este factor explica por qué hoy es un planeta estéril y hostil para los seres humanos.
¿Por qué hay niveles de tormenta geomagnética?
La intensidad de las tormentas geomagnéticas depende de la velocidad del viento solar, la inclinación del acople con el campo magnético, la densidad de la nube de plasma y la duración del fenómeno. La mayoría de los científicos utiliza la escala G1–G5 del Centro de Predicción de Clima Espacial de la NOAA para comunicar el impacto potencial en los sistemas tecnológicos.
Las categorías G1 y G2 aparecen frecuentemente y representan el menor riesgo para las ciudades. G3 y G4 implican tormentas fuertes con interferencias y auroras visibles lejos del círculo polar. La tormenta de 2024, que generó auroras en México y España, alcanzó la categoría G4 o “severa”.
G5 queda reservada para los fenómenos extremos que provocan daños graves a la infraestructura eléctrica y espacial. Además, son raros: ocurren en promedio cuatro veces por ciclo solar (un ciclo solar dura 11 años).
¿Qué pasa en caso de una tormenta extrema?
En los últimos 200 años solo se registraron dos tormentas G5 relevantes: el “evento Carrington” de 1859, que provocó auroras en el ecuador y fallas en el sistema telegráfico, y el apagón de Quebec en 1989. En ambos casos no hubo víctimas humanas documentadas.
Con el aumento de la actividad espacial y el despliegue de más satélites y astronautas en la próxima década, los científicos han intensificado la vigilancia del clima espacial y buscan predecirlo con mayor exactitud. La Agencia Espacial Europea simuló recientemente el “peor caso” de tormenta geomagnética originado por una hipotética llamarada solar clase X45. El experimento concluyó que ningún artefacto espacial quedaría a salvo.

