sábado, noviembre 8, 2025
Cuba

más que historiador o empresario, un cubano libre


Cubanet entrevista al historiador y empresario Omar Sixto.

LA HABANA.- Pocos libros como Se acabó la diversión. La economía cubana: el salto del capitalismo al socialismo (1959-1965), del historiador y empresario Omar Sixto, explican con tanto rigor y detalle cómo el régimen de Fidel Castro desmanteló la economía y la estructura social del país en sus primeros años. Con abundantes datos y sin idealizar la Cuba prerrevolucionaria —marcada por desigualdades y problemas estructurales—, la obra desmonta los mitos del castrismo y de parte de la izquierda internacional sobre “los logros de la revolución”, y ayuda a entender cómo la Isla llegó a la crisis sistémica actual.

Sixto accedió a responder este cuestionario para CubaNet.

¿Historiador o empresario? ¿Cómo te definirías?
Más que historiador o empresario, me defino como un cubano libre. También como hijo, padre, amigo y, ahora, abuelo. Primero fue el cubano, luego el historiador, después la libertad. Tras una larga etapa como empresario regresé a la historia, sin abandonar la empresa, que es la que pone el pan en la mesa. En realidad, nunca me alejé del todo de la historia: es una pasión que con el tiempo se disfruta más.

Sixto, has dicho que te le escapaste al Estado cubano antes de irte. ¿Cómo fue tu vida en Cuba? ¿Qué te dejó de positivo y de negativo?
Salvo por la falta de libertad, mi vida en Cuba no fue un calvario como el de tantos compatriotas. Nací en 1969, cuando el manicomio llevaba diez años instaurado. Aunque la libertad había sido extirpada y comenzaba el deterioro material del país, todavía quedaban muchas costumbres de la vieja Cuba y mucha decencia en la gente. Gracias a los subsidios soviéticos, el régimen mantenía la apariencia de que la sociedad funcionaba, pese a la ineficiencia del socialismo y las locuras del Orador Orate.

Tuve una niñez feliz, sobre todo en la primaria. Todo cambió con los sucesos de la embajada del Perú y el Mariel: cambió la sociedad y cambió mi percepción de ella. Vi odio en el discurso oficial y en los hechos, aunque uno, siendo niño, sigue adelante.

La secundaria y el preuniversitario fueron difíciles, como para todos, pero los sobreviví. Entré a estudiar Historia en la universidad en plena decadencia de aquel modelo, y me gradué justo cuando comenzaba el “período especial”. En 1991 salía de la facultad un historiador obligado a “luchar” en la calle para alimentar a una niña de un año y sostener a la familia. Nunca pasamos hambre, gracias a Dios, y pese a los riesgos —bisneando— jamás me atraparon. Me deslicé fuera del radar estatal: cambié de domicilio varias veces, dejé de figurar en CDR alguno y apenas iba por la Academia de Ciencias. Hasta que logré un pasaporte y escapé.

Lo positivo fue haber vivido todo eso; lo negativo, tener que dejarlo atrás. Un mundo que ya no existe, derrumbado por 66 años de totalitarismo.

¿Qué te llevó a escribir Se acabó la diversión?
El borrador inicial viene de mis tiempos en Cuba. Logré que me aprobaran como tesis de grado el tema de la economía socialista y pude trabajar sin tanta censura en 1989-1990. Luego pasé años retomándolo a intervalos, sin prisa, mientras levantaba mi negocio. Cuando el Orate murió y Obama dejó en sus manos la victoria simbólica del deshielo, ingenuamente pensé que el régimen abriría algunas libertades. Ocurrió lo contrario. Comprendí que no habría ni libertad ni progreso material. Retomé entonces el libro. El impulso final fue el 11 de julio de 2021, cuando la marioneta barrigona de turno dijo: “La orden de combate está dada”. Saqué el machete y aquí estamos.

En tu libro dominas economía y sociología con una soltura que contrasta con el tono irreverente de tu blog Recordar el pasado es recuperar el futuro. ¿Cómo manejas ambos registros?
Más que dominio, es estudio: hechos históricos, paciencia, curiosidad intelectual. Además, treinta años en la empresa privada te dan una perspectiva económica imposible de adquirir desde el mundo académico. Se acabó la diversión es serio y documentado, pero puede leerse como una novela: sin el ladrillo de cifras desconectadas de la realidad. En cambio, el blog nació como una broma que se volvió un placer. La lucha por la libertad es seria, pero puede hacerse con humor. Y ahora también subo videos diarios en YouTube: parece que hoy se lee menos y se mira más.

En tu blog llamas al régimen “la Junta Militar de Barrigones”. ¿Por qué?
Porque los define. Es una junta militar. Díaz-Canel y Marrero son fusibles desechables, simples rostros visibles de un poder real opaco. Caerán cuando la cúpula lo considere. Y lo de “barrigones” está a la vista: basta mirar cualquier foto de quienes controlan ese desgobierno.

¿Qué respondes a quienes dicen que “con Fidel estas cosas no pasaban”?
Fidel Castro, el Orador Orate, es el principal responsable de convertir un país autosuficiente en un parásito en ruinas. Él reprimía y destruía, pero mantenía ciertas reglas del juego, un mal contrato social: la ficción de que el Estado cuidaba a sus súbditos. La actual cúpula ni siquiera tiene ese talento para manipular. Han roto lo que quedaba de aquel contrato maligno. Ya no disimulan: es ellos contra los cubanos. No entienden que llegará el momento en que el rencor supere al miedo. Ese será su final.

¿Qué te han dejado treinta años viviendo entre España, Estados Unidos y México?
Además de perder el pelo, me han dejado libertad. Extraño mi país y mi vieja vida, pero ser libre no tiene precio. Aprendes a ser flexible, tolerante, a distinguir lo correcto de lo que no lo es. Tienes que rehacer tu vida desde cero: yo dormí en la calle en Miami y hoy disfruto a un nieto nacido libre. Cuba sigue dentro de uno, aunque ya no exista la que dejamos atrás.

¿Nuevos libros en camino?
Pronto saldrá la segunda edición ampliada del libro y, después, la versión en inglés. Para mediados de 2026 publicaré El tren de los egos, sobre el primer ferrocarril de Hispanoamérica, construido en Cuba en 1837. Y tengo avanzada una historia de La Habana desde 1519 hasta 1893, del origen de la ciudad hasta el inicio de su último gran período de esplendor.

¿Cómo ves el futuro de Cuba, Sixto?
Depende de los cubanos que quedan en la Isla. La Junta Militar de Barrigones es un obstáculo absoluto para el progreso: no generan riqueza, nunca han tenido un empleo productivo y no saben cómo sacar al país de la crisis humanitaria —que aún nadie nombra como tal, pero lo es—. Caerán o se irán, no sabemos cuándo. Incluso si mejoraran un poco la situación material, jamás permitirán que los cubanos sean libres, que dejen de ser “pueblo” y se conviertan en ciudadanos. El futuro depende de nosotros.

La reconstrucción material de una Cuba libre será costosa pero posible. Son décadas sin reparar un acueducto, un drenaje, una carretera, un puente, un hospital o una industria. El sistema eléctrico está en ruinas y, aun teniendo dinero, la cúpula no lo destina a mejorar la vida de la gente, sino a preservar su poder. Pero la Isla es fértil, está a noventa millas del mayor mercado del mundo y cuenta con casi tres millones de cubanos prósperos y con espíritu emprendedor en el exterior.

La reconstrucción social será más difícil, pero comenzará por la material. Y, con ella, la dignidad. Que vuelva la alegría, el carnaval de la vida de Celia. Que regrese la diversión que terminó aquel fatídico enero de hace 66 años.



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