‘The Economist’ advierte que Cuba se encamina al desastre si el régimen no cambia de rumbo
De continuar la trayectoria presente, el país podría enfrentar un colapso más profundo, asegura la revista británica.
MIAMI, Estados Unidos. – Cuba se dirige a un “desastre” económico y social si su régimen no modifica de forma drástica su modelo, advirtió la revista británica The Economist en un análisis sobre la crisis actual de la Isla. El semanario sostiene que, de continuar la trayectoria presente, el país podría enfrentar un colapso más profundo, con mayor escasez, apagones prolongados y un éxodo aún mayor, en un contexto en que el Gobierno carece de recursos para importar alimentos y combustible.
El texto, publicado el pasado martes, describe un país donde la economía se ha encogido de forma sostenida desde 2018, la inflación y la devaluación del peso destruyen el poder adquisitivo y amplios sectores de la población dependen de las remesas o del mercado informal para sobrevivir. Según los datos citados por la revista, el producto interno bruto se encuentra muy por debajo de los niveles previos a la pandemia y la inversión pública es insuficiente para sostener infraestructuras básicas como el sistema eléctrico.
The Economist retrata una Habana sometida a apagones frecuentes y barrios enteros a oscuras, mientras el Estado intenta racionar un combustible cada vez más caro y difícil de conseguir. También subraya que la escasez de divisas limita la capacidad del Gobierno para comprar petróleo en el exterior, lo que a su vez impacta en el transporte, la industria y la vida cotidiana. Asimismo, recuerda que los cubanos “pasan horas en colas para conseguir alimentos básicos” y que la red de tiendas en divisas ha creado una fractura entre quienes reciben dólares o euros y el resto de la población, obligada a enfrentar precios desbocados en pesos.
El análisis señala que, aunque las autoridades insisten en responsabilizar al embargo estadounidense, la crisis es, en buena medida, resultado de decisiones internas. The Economist indica que el Gobierno “culpa al embargo, pero la crisis es en gran parte de fabricación propia”, aludiendo a la persistencia del monopolio estatal sobre sectores claves, la falta de seguridad jurídica para los nuevos actores económicos y la incapacidad de las autoridades para controlar la inflación tras la unificación monetaria y la devaluación del peso.
Además, la publicación repasa las reformas iniciadas durante el mandato de Raúl Castro y continuadas, de manera desigual, por Miguel Díaz-Canel. Recuerda la expansión limitada del sector privado, la autorización de pequeñas y medianas empresas y la apertura parcial a la inversión extranjera, pero subraya que estos cambios han estado siempre condicionados por el miedo del Partido Comunista a perder control político. En consecuencia, muchas de las reformas se aplican a medias, se revierten o quedan atrapadas en la burocracia, mientras conglomerados militares y estatales conservan las posiciones más rentables de la economía.
Otro elemento central del artículo es la crisis demográfica. The Economist advierte que Cuba se ha convertido en uno de los países más envejecidos de América Latina, con una tasa de natalidad en descenso y una migración masiva de jóvenes y profesionales. También destaca que, en los últimos años, cientos de miles de cubanos han abandonado la Isla rumbo a Estados Unidos y otros destinos, lo que vacía de mano de obra calificada servicios esenciales como la salud y la educación. El reportaje vincula esta fuga de talentos con los bajos salarios, la falta de perspectivas y la represión política.
El turismo, una de las principales fuentes de ingresos en divisas, tampoco logra recuperarse plenamente tras la pandemia, según la revista, que explica que los hoteles construidos a toda prisa durante la década pasada operan con baja ocupación, mientras que la infraestructura se deteriora y muchos visitantes optan por otros destinos caribeños mejor conectados y con menos restricciones. A ello se suman las sanciones estadounidenses, que limitan los viajes desde ese país, y la mala calidad de los servicios por la escasez generalizada.
En el plano social, el artículo describe un clima de frustración y desencanto, que se expresó en las protestas de julio de 2021 y en otros episodios posteriores. La revista recuerda que la respuesta del Gobierno ha sido la represión, con largas condenas de cárcel y un reforzamiento del control político, lo que eleva el costo de cualquier intento de protesta futura. The Economist advierte que, si el deterioro económico continúa, el régimen podría enfrentar nuevas explosiones sociales o verse obligado a incrementar aún más la represión para sostenerse.
Asimismo, plantea varios escenarios posibles para el futuro inmediato de la Isla. Uno de ellos es la prolongación del estancamiento actual, semejante al caso venezolano, con una economía cada vez más contraída y una población que escapa por cualquier vía. Otro, que la revista identifica como el más deseable pero también el más difícil, sería una apertura económica y política al estilo de Vietnam, que permita al sector privado crecer, atraiga inversión extranjera y libere al Estado del control directo de la mayoría de las empresas. Para ello, advierte, el Partido Comunista tendría que aceptar una pérdida de poder que hasta ahora no ha estado dispuesto a asumir.
En sus conclusiones, The Economist insiste en que sin cambios estructurales profundos el país se encamina a un empeoramiento de la crisis. La revista argumenta que el Gobierno debería reducir el papel de los conglomerados militares, otorgar mayor autonomía a las empresas privadas y cooperativas, flexibilizar la agricultura y ofrecer garantías reales a los inversionistas. De lo contrario, Cuba seguirá atrapada en lo que describe como una espiral descendente de empobrecimiento y emigración.
