Sean Combs, acusado de tráfico sexual, asociación ilícita y transporte para ejercer la prostitución | Sociedad
El músico y empresario Sean Combs, de 54 años, ha sido acusado formalmente por el juez de tráfico sexual, asociación ilícita y transporte para ejercer la prostitución. Tras su detención el lunes por la noche en Nueva York, este martes se han hecho públicos los cargos de los que le acusa un gran jurado, que durante los últimos días le había juzgado en secreto. Combs, llamado artísticamente Puff Daddy o Diddy, ha enfrentado durante los últimos 10 meses un total de, al menos, 10 demandas por acusos sexuales y violaciones de ocho mujeres y dos hombres.
La acusación, de 14 folios, dedica más de 10 de ellos a exponer el caso y al delito de asociación ilícita, apenas uno al fraude y medio al delito de transporte para ejercer la prostitución; el resto son las conclusiones. Desde el primer párrafo es muy clara: “Durante décadas el acusado abusó, amenazó y coercionó a mujeres y a otras personas a su alrededor para cumplir sus deseos sexuales, proteger su reputación y esconder su conducta. Para ello, Combs confió en empleados, fuentes y en la influencia de su imperio de distintas caras, que dirigía y controlaba, creando una empresa criminal en la que sus miembros y socios se dedican, o trataron de dedicarse, entre otros crímenes, al tráfico sexual, los trabajos forzados, el secuestro, el robo y la obstrucción a la justicia”.
De hecho, en la acusación se denomina a esa red criminal, directamente, “la Empresa Combs” (Combs Enterprise, en el original), y se afirma que aunque no sea una entidad legal funcionaba de forma efectiva como una empresa tal y como está estipulado en EE UU, con empleados, códigos de conducta y una clara organización, con comercio entre Estados y también en el extranjero. Claramente, “Sean Combs era el líder de la Empresa Combs”, y tanto él como otros, conocidos y no, “participaban en actividades fuera de ley”, y uno de sus objetivos principales era “lograr los deseos personales” del artista, y en concreto los relacionados con “gratificaciones sexuales, incluyendo la explotación de mujeres y el uso de trabajadores sexuales”, asó como “asegurar la absoluta lealtad de los trabajadores” y “proteger a los miembros y socios de ser perseguidos por la Justicia”.
Según se lee en la acusación, Combs operaba sus negocios desde Manhattan y Los Ángeles, y también a través de diversas empresas en distintos Estados y bajo diversas denominaciones y empresas, como “discográficas, un estudio de grabación, líneas de ropa, un negocio de bebidas alcohólicas, una agencia de marketing, una red de televisión y una empresa de medios de comunicación”. Tanto él como sus socios “hacían uso del poder y el prestigio del papel de Combs en la empresa para intimidar, amezanar y atraer a mujeres víctimas a la órbita de Combs”. El músico pretendía mantener una relación romántica para finalmente usar “la fuerza, las amenazas de fuerza y la coerción” contra sus víctimas. A menudo las golpeaba hasta herirlas, las amenazaba con sus vidas y sus carreras, y ellas temían dejarle o denunciarle por miedo a perder su trabajo o su estabilidad financiera, o por repercusiones a su salud. Él, sabedor de ello, abusaba de su posición más aun.
Según afirma el escrito, “el acusado tenía un patrón persistente y omnipresente de abuso hacia mujeres y otros individuos”. “Este abuso era, a veces, verbal, emocional, físico y sexual. Como parte de sus patrones de abuso, Combs manipulaba a las mujeres para hacerlas participar en actuaciones perfectamente preparadas de actividad sexual con trabajadores sexuales masculinos. Al tiempo, Combs y otros actuando en esta misma dirección arreglaban que las mujeres y los trabajadores sexuales volaran a las ubicaciones de Combs. Él se aseguraba la participación de mujeres, entre otras cosas, obteniendo y distribuyéndoles narcóticos, controlando sus carreras, obteniendo ventaja de su control financiero hacia ellas y amenazando con cortar el mismo, usando la intimidación y la violencia”, se lee en el escrito judicial.
En las 14 páginas, tan duras como lo han sido las escalofriantes denuncias de las víctimas a lo largo de estos meses, se afirma que Combs “hacía uso de la violencia física de manera recurrente y ampliamente conocida” y como “en numerosas ocasiones desde al menos, aproximadamente, 2009 y en los años siguientes, agredió a mujeres, entre otras maneras, golpeándolas, a puñetazos, arrastrándolas, tirándoles objetos y propinándoles patadas”. Unos ataques que, en muchas ocasiones, tenían testigos; de hecho, ahí la acusación cita las cámaras de seguridad de un hotel de Los Ángeles donde “Combs pegó, arrastró y le tiró un jarrón a una mujer mientras esta trataba de irse”, afirma, en referencia al vídeo publicado por CNN en mayo donde agrede a su exnovia, Casandra Ventura: “Cuando un miembro de seguridad del hotel intervino, Combs trató de sobornarle para asegurar su silencio”.
También se especifica que su violencia “no se limitaba” a las mujeres, sino también a “empleados, testigos de abusos y otros”. Y que de hecho también usaba sus negocios y a algunos de esos empleados para “llevar a cabo, facilitar y encubrir sus actividades sexuales abusivas y comerciales”, entre ellos personal de seguridad, empleados de sus casas, supervisores de sus negocios y todo tipo de trabajadores.
La investigación contra Combs, ganador de tres Emmy y con una fortuna estimada de mil millones de dólares, está activa, al menos, desde marzo, cuando la policía federal acudió a sus casas de Los Ángeles y de Miami e incluso se llevó algunos bienes de ellas. Hoy se ha sabido que en esas casas se encontraron armas de fuego y munición, entre ellas tres fusiles de asalto semiautomáticos y un cargador de alta capacidad para esas armas.
El fiscal del distrito sur de Nueva York, Damian Williams, ha dado una rueda de prensa a las 11.30 de la mañana (hora de Nueva York, las 17.30 en la España peninsular) para dar datos y contestar algunas preguntas. Williams ha sido muy cauto en sus palabras, pero ha presentado imágenes de los fusiles de asalto y ha dado detalles como que en las propiedades de Combs había grandes cantidades de dinero en efectivo para pagar los sobornos que ocultaban sus delitos, y que durante los registros los agentes se llevaron dispositivos electrónicos con vídeos y fotografías de las víctimas. No ha querido dar demasiados detalles de las armas, aunque ha comentado que estaban en un armario de su casa de Miami, igual que tampoco ha querido hablar acerca de cómo tuvo lugar la detención. También ha afirmado que la investigación sigue abierta, que su oficina está decidida a perseguir a toda persona, aunque sea rica y poderosa, que haya cometido un crimen, y que por eso no puede dar demasiados detalles, como por ejemplo del número de víctimas ni de quiénes son el resto de acusados, los colaboradores de Combs. Además, ha asegurado que para ellos es fundamental proteger la seguridad de Combs mientras esté detenido a la espera del juicio, porque es parte de sus obligaciones.
Hasta ahora se desconocía que había un juicio por parte de un gran jurado, ya que estos se mantienen en secreto hasta que se llega a las conclusiones. Se espera que Combs aparezca en la corte de Manhattan el martes, a la que ha de acudir para leer los cargos y declararse culpable o no. Sus abogados ya han adelantado que “se va a declarar no culpable, por supuesto”. De hecho, afirman que “va a luchar con toda su energía” y que esperan “una larga batalla con buenos resultados” para su cliente.
Las denuncias contra Combs arrancaron hace ahora 10 meses, el 16 de noviembre de 2023, cuando su exnovia, la modelo Casandra Ventura, conocida como Cassie, con la que salió durante años, le denunció. En su durísima demanda contaba cómo Combs la violó, la sometió a palizas constantes (como se pudo ver en un explícito vídeo de CNN meses después), la drogó, la obligó a participar en orgías y diversos encuentros sexuales y la alejó de su familia y amigos. Aunque Ventura retiró la demanda apenas un día después de interponerla, tras ella llegaron muchos otros demandantes.
Ese mismo mes noviembre dos mujeres presentaron sendas demandas: Joi Dickerson-Neal, que acusó a Combs de violarla y grabarla en 1991, con 19 años; y Liza Gardner, que afirmaba que la agredió a ella y a otra amiga en 1990. En diciembre denunció una cuarta mujer anónima, en la que ha sido una de las demandas claves de todo el proceso: denunció que traficaron con ella sexualmente y la trasladaron en un avión de Detroit al estudio del músico en Nueva York para violarla cuando era, además, menor de edad. En febrero, un productor con el que Combs trabajaba habitualmente llamado Rodney Jones Jr. le acusó de tocamientos no consentidos. En mayo llegaron dos más: la de una modelo llamada Crystal McKinney, que contaba que en 2003 él le obligó a practicarle sexo oral después de drogarla en su estudio; y la de otra mujer, April Lampros, que relataba cómo la agredió cuando estudiaba moda en Nueva York mientras le hacía promesas de un futuro mejor. En julio, Adria English, que trabajó en una fiesta en los Hamptons en 2004, le acusaba de un delito de tráfico sexual, de obligarla a beber alcohol y consumir drogas y de ofrecerla a amigos para mantener “intercambios sexuales”.
La novena demanda era la única que hasta ahora tenía sentencia. Tuvo lugar en junio pero no se supo hasta septiembre. En ella un hombre, preso en una cárcel de Míchigan, Derrick Lee Cardello-Smith, de 51 años, le acusa de abusos en una fiesta en 1997. Como Combs no se presentó en la vista para el caso, la juez le impuso una multa ejemplarizante de 100 millones de dólares. La última y décima denuncia hasta ahora es de hace solo unos días y viene por parte de una cantante llamada Dawn Richard, vocalista de Danity Kane (una banda que él ayudó a crear a través de un programa de televisión), que acusa al rapero de abusos sexuales y amenazas. Ella asegura que el rapero la manipuló durante años y que la obligaba a seguir sus instrucciones, como presentarse a reuniones en ropa interior; si no lo hacía, no la dejaba cantar o le apagaba el micrófono. También la manoseaba y golpeaba en las nalgas, le arrojaba objetos cuando se enfadaba, y, en ocasiones, no le pagaba y la privaba, a ella y a sus compañeras, de alimento y de sueño.