Macron nombra su Gobierno más conservador para salir del atolladero de los últimos dos meses | Internacional
Francia vuelve a tener Gobierno 75 días después de conocer el resultado de unos extravagantes comicios legislativos. El entuerto en el que el presidente Emmanuel Macron metió al país fue mayúsculo: disolución sorpresa de la Asamblea, elecciones, riesgo de acceso de la ultraderecha a la presidencia del Gobierno… Al final, después de meses de negociaciones, unos exitosos Juegos Olímpicos y el nombramiento de un primer ministro de 73 años, conservador y en las antípodas de la renovación radical que promovió el macronismo a su llegada a las instituciones en 2017, cambia casi todo, menos la voz dominante del Ejecutivo: la del propio Macron. Su presencia, sin embargo, queda cada vez más diluida y gravemente condicionada por la voluntad de Marine Le Pen y sus 126 diputados y 11 millones de votos. La difícil supervivencia, un presupuesto urgente para hacer frente a un déficit disparado y una posible moción de censura a pocas horas de tomar posesión de sus carteras serán la partitura de las próximas semanas del nuevo Ejecutivo, el más conservador de Francia desde el del primer ministro François Fillon hace 12 años.
A las 19.48, el todopoderoso secretario general del Elíseo, Alexis Kohler, compareció para desgranar el nuevo gobierno. La fumata blanca en el Elíseo llegó el sábado, tras algunos días de fricciones entre Barnier y Macron llegadas, especialmente, cuando debieron abordar la lista de nombres. No había equilibrio entre las fuerzas que lo compondrán, lamentaron en el Elíseo al principio. Un primer vistazo el miércoles al equipo que el primer ministro había confeccionado dejó cierto mal sabor de boca al jefe del Estado, que pidió algunas modificaciones. El jueves a la misma hora, cuando el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, salía por la puerta del Elíseo para despachar asuntos clave para la República francesa, volvió a aparecer Barnier con sus retoques. Experto negociador, introdujo de nuevo algunos nombres que sonaban a provocación, probablemente para apuntalar los que realmente quería mantener y que funcionan como guiños al Reagrupamiento Nacional (RN), el partido de Marine Le Pen. El sábado, tras el visto bueno de la Alta Autoridad para la Transparencia y con miles de personas en la calle protestando contra el nuevo gobierno, llegó el acuerdo definitivo.
El Nuevo Frente Popular, el gran bloque de izquierdas ganador de las elecciones con 193 diputados, se ha negado a participar en el Ejecutivo al no ser aceptada la candidata que propusieron. Lo mismo sucede con el RN, aunque por motivos distintos. Y ahí van otros 126 diputados. Quedaba solo repartirse el poder ahora entre los macronistas, los minoritarios Republicanos (la derecha clásica) y algunas fuerzas residuales de centroderecha. Sumados, su presencia en la Asamblea queda lejos de la mayoría absoluta de 289. De modo que su supervivencia, esa es la macabra ironía, dependerá de los otros dos grandes bloques que han quedado fuera y cuyo gran objetivo es terminar con la era Macron.
El equilibrio que pretendía el presidente de la República en el nuevo Ejecutivo, obviamente, favorecerá a su partido. El macronismo, que nombrará también a la portavoz del Gobierno, seguirá rigiendo el espíritu de un gobierno que delegará en Los Republicanos los asuntos que preocupan a la derecha. El nuevo Gobierno estará compuesto por 38 ministros con una división paritaria entre géneros. El reparto entre formaciones también estaría ya configurado. Solo 16 de esos ministros serán de pleno ejercicio. Siete carteras serán para la fuerza de apoyo mayoritaria, es decir, el partido de Macron. Los Republicanos (LR), la derecha clásica francesa, post gaullista y envejecida, de la que procede el propio Barnier, tendrá tres carteras: y MoDem, un partido de centroderecha fundado por el exministro François Bayrou, obtendrá otras dos. A la lista se añadiría un ministro del partido Horizons, del ex primer ministro Édouard Philippe; otro del partido centrista UDI y otros dos puestos a repartir entre un ministro procedente de la órbita de la derecha y otro de la izquierda.
La lista que recibió el jueves Macron, que deberá cohabitar por primera vez con un primer ministro ajeno a su partido, fue más aceptable. Perfiles discretos, sin grandes nombres o líderes de partido, más centrados en la batalla de 2027 para las presidenciales. Pero dos propuestas generaron la irritación entre los correligionarios del presidente: el titular de Interior y la de Familia: dos claros guiños al ala más conservadora y radical de la derecha. Barnier, viejo tahúr curtido en la negociación del Brexit, utilizaba un farol para conservar la pieza que más le importaba.
Dureza en inmigración y seguridad
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El nuevo primer ministro prometió dureza en materia de seguridad y de inmigración. Y la mostrará ahora con el nombramiento al frente del Ministerio del Interior de Bruno Retailleau, miembro de Los Republicanos y con un historial político más a la derecha incluso que el partido donde milita actualmente. Los mensajes lanzados por Retailleau en los últimos meses no permiten dudar de su rigidez en la materia. Un guiño claro al RN de Le Pen, de quien depende la suerte de su labor.
En esa línea, propuso en un primer momento también al frente del Ministerio de Familia a Laurence Garnier, diputada de su partido conocida por su oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo y a inscribir el derecho al aborto en la Constitución (ni siquiera Marine Le Pen se opuso a esta iniciativa histórica). Garnier fue interpretado como una pasada de frenada que no podía tolerarse. Durante las horas que circuló su nombre, el ala socialdemócrata del partido de Macron amenazó con una espantada si presperaba su nombramiento. Finalmente, Garnier fue solo una moneda de cambio para asegurar a Retailleau al frente de inmigración. Los Republicanos también se quedarán con dos ministerios especialmente sensibles en este momento: Agricultura, que tendrá Annie Genevard, y el de Ultramar, que debgerá gestionar François-Noël Buffet en plenas revueltas en la Martinica y Nueva Caledonia.
Corta esperanza de vida
La composición del Gobierno ha estado también marcada por la corta esperanza de vida que se le anuncia. Algunos de los perfiles sondeados para formar parte de él, conscientes de que podrían arder pronto en la hoguera de una moción de censura, prefirieron rechazar la posibilidad de formar parte de él. También un gran número de nombres que ya piensan en las elecciones presidenciales de 2027 y no quisieron quemar sus posibilidades en un Ejecutivo exprés. Al frente del Ministerio de Economía, que se dividirá para dar pie también a la cartera de Finanzas, estará Antoine Armand, de 33 años y miembro del partido de Macron. El jefe del Estado se reserva también —por las atribuciones que le otorga la Constitución— el nombramiento de los titulares de Defensa y Exteriores, donde se nombrará a Sébastien Lecornu y Jean-Noël Barrot (MoDem), respectivamente. Además de Lecornu hay otros nombres que repiten, como la titular de Cultura y antigua ministra de Nicolas Sarkozy, Rachida Dati
La decisión de nombrar como primer ministro a Michel Barnier (LR), cuyo partido ni siquiera formó parte del llamado Frente Republicano ―la alianza en la segunda vuelta de las elecciones entre el centro y la izquierda para frenar a la ultraderecha―, era la única salida posible. Esa es la línea que defiende el Elíseo, recordando el resultado de aquellos comicios. También a la negativa de la izquierda a aceptar al ex primer ministro Bernard Cazeneuve, exmiembro del Partido Socialista.
La composición del nuevo Gobierno, en cualquier caso, es una suerte de huida hacia adelante para no entregar las llaves de Matignon (sede de la oficina del primer ministro) a la izquierda que, siendo la ganadora de las últimas elecciones, había propuesto a Lucie Castets como primera ministra. En este contexto, muchos de los macronistas inclinados a la socialdemocracia se han sentido incómodos. Por ejemplo, la diputada de Loira Atlántico, Sophie Errante, una de las primeras socialistas en unirse a Emmanuel Macron en 2017, anunció el viernes su salida del grupo Ensemble pour la République (EPR), que agrupa a los diputados de Renaissance. “La designación de Michel Barnier y la composición del Gobierno marcan un claro giro a la derecha”, lamenta en un comunicado, en el que señala “una ruptura profunda con las razones por las que me comprometí al lado de Emmanuel Macron en 2017”. “Es el único país del mundo donde gobernarán quienes han perdido las elecciones”, lanzó Jean-Luc Mélenchon, líder de La Francia Insumisa (LFI) desde una de las manifestaciones que recorrieron las calles de Francia este sábado.
El lunes se celebrará el primer Consejo de Ministros del nuevo ejecutivo. Pero será en la Asamblea Nacional y en la calle donde sus titulares podrán percibir el tiempo que tendrán para afrontar las urgencias de un país con varias crisis abiertas.