Ay Mama Inés, hoy los cubanos no toman café
LA HABANA.- Hoy, al despertar, me levanté de la cama con el deseo de tomar el habitual buchito de café mañanero, pero cuando pedí mi taza en la cocina, me dijeron: “Se acabó el café, no hay ni una cucharada para colar”.
Salí a la calle dispuesto a comprar un paquete de café pero no encontré en ninguna de las tiendas en MLC (Moneda Libremente Convertible) a las que fui. Solo había en las recién abiertas tiendas estatales en dólares y en las Mipymes.
Es significativo que los pequeños mercados particulares posean un mayor surtido, pero a precios aún más caros. Un paquete de café de 250 gramos cuesta entre 1600 y 1800 pesos, equivalentes a entre 13 y 15 dólares, o entre cuatro y cinco dólares, según el tipo de cambio, oficial o informal.
Si tenemos en cuenta que algunos salarios no exceden de los cinco dólares al mes (tomando como referencia el cambio en el mercado informal), se comprenderá que para un amplio sector de la población es inasequible el ansiado producto.
Desde hace casi un año dejaron de traer con regularidad a las bodegas el pequeño sobrecito de café mezclado que vendíann a través de la libreta de abastecimiento.
Dicho café, con un sabor poco definido, contenía 50% de chícharos, y en ocasiones tupía las cafeteras y provocaba que explotaran, ocasionando quemaduras a las personas.
El hábito de tomar el café, el llamado “néctar negro de los dioses blancos”, sobre todo en el desayuno y después de las comidas, se arraigó en Cuba a partir de la Revolución de Haití, a inicios del siglo XIX, cuando los colonos franceses cultivadores del producto emigraron a la zona oriental de nuestro país y crearon nuevos cafetales. Pero actualmente, el alto precio del café está haciendo difícil ese hábito para los cubanos.
Antes de 1959, existían numerosos tostaderos y vendedores de café molido, con precios en dependencia de su calidad. Había firmas famosas como Pilón, Regil, y Tupi, que ofertaban paquetes de diferentes tamaños y valor.
Era común, en tiempos pasados, tomar café en la calle, en los pequeños expendios con aquellas cafeteras de vapor, donde una taza costaba tres centavos. Hubo negocios que tenían vendedores ambulantes que con termos en bolsos colgados a la cintura, salían por diferentes vías de la capital a vender café caliente. Mi madre llegó a realizar este oficio en cierta ocasión.
Hoy, más que Cubita, Arriero, Regil y otras de producción nacional, se ven marcas de distintos países y calidad, todas a altos precios. Y los que venden café por la calle o en la puerta de sus casas, cobran no menos de 25 pesos por una tacita. Esta puede llegar hasta a 100 en sitios de cierta categoría.
Tanta es la escasez que la costumbre de brindar a las visitas la “tacita de café” actualmente resulta exclusiva para familias con buenos ingresos o que reciben ayuda del exterior. He llegado con frecuencia a casa de amistades que, con mucha pena me plantean: “Hoy no tenemos café para brindarte”.
El estribillo de la emblemática canción Mamá Inés, compuesta por Eliseo Grenet y que fue interpretada por Rita Montaner y Bola de Nieve, entre otros, hoy pudiera parodiarse: “Ay, Mama Inés, hoy los cubanos no toman café”.