Científicos hallan un “sexto sentido” oculto en el intestino que regula el apetito
Una nueva investigación ha revelado la existencia de una especie de “sexto sentido” oculto en el intestino. Este permite al organismo adaptarse de forma inmediata a los cambios del entorno al facilitar la comunicación en tiempo real entre el microbioma intestinal y el cerebro. Este hallazgo podría ampliar significativamente el conocimiento sobre cómo interactúan los microbios intestinales con funciones como el apetito, el estado de ánimo, enfermedades como la obesidad y otros procesos neurológicos.
El estudio, desarrollado por científicos de la Universidad de Duke, documentó en un ensayo con ratones la existencia y funcionamiento de un sistema sensorial que permite al cerebro responder de manera instantánea a las señales emitidas por los microorganismos del intestino. Este sistema influye en la cantidad de alimento que consume el cuerpo y en la duración de las comidas.
El experimento demostró que, durante la ingesta, ciertas bacterias intestinales liberan flagelina, una proteína estructural presente en los flagelos bacterianos y común en numerosos grupos microbianos.
De acuerdo con los resultados, esta proteína activa un receptor específico conocido como TLR5, localizado en células sensoriales del colon llamadas neurópodos. Estas células envían señales al nervio vago, encargado de regular funciones como la motilidad, y la secreción en órganos digestivos como el estómago, el intestino y el páncreas.
“Tenemos la idea de que los neurópodos detectan la flagelina e inmediatamente le avisan al cerebro, enviándole una señal para que deje de comer. Es una interfaz sensorial directa que permite al cerebro saber no solo que hemos ingerido alimento, sino también que las bacterias han recibido lo suficiente”, explicó Diego Bohórquez, investigador del Laboratorio de Neurobiología Intestino-Cerebro de Duke y autor principal del estudio, en declaraciones retomadas por El País.
¿Cómo se activa el sentido neurobiótico?
La hipótesis fue confirmada mediante varios ensayos en diferentes cepas de ratones genéticamente modificados. En un primer experimento, un grupo de roedores fue sometido a ayuno nocturno y luego se les administró flagelina directamente en el colon. Al día siguiente, los animales redujeron significativamente su consumo de alimento.
En una segunda prueba, los científicos desactivaron el receptor TLR5 en otro grupo de ratones. Estos comenzaron a comer más y durante períodos más prolongados, desarrollando obesidad con el tiempo.
Los investigadores concluyeron que, en el primer caso, la flagelina activó una señal al cerebro para frenar el apetito, mientras que en el segundo, la interrupción del circuito eliminó la sensación de saciedad. Estos resultados sugieren una influencia directa de los microbios intestinales en el comportamiento alimenticio.
Los autores proponen que este mecanismo, descrito como “un sentido neurobiótico”, no se limita a unas pocas especies ni es altamente especializado, sino que representa una capacidad evolutiva básica. Consideran que surgió como una función de supervivencia para reconocer patrones moleculares de los microbios y así ajustar la conducta alimentaria, por ejemplo, evitando alimentos contaminados, favoreciendo la ingesta de nutrientes y modulando la cantidad de comida.
“Este sistema sensorial se activa incluso en animales libres de microbiota, lo que indica que es constitutivo del organismo. Esto sugiere que se trata de un sentido muy antiguo y esencial, que permite al intestino identificar estos patrones microbianos y comunicarlos al cerebro”, añadió Bohórquez.
El autor señala que, aunque la hipótesis fue probada en modelos animales, los hallazgos podrían extrapolarse a los humanos. “Tal vez haya algunas variaciones en el sistema sensorial, pero el principio fundamental es el mismo”, concluyó.
El estudio encabezado por los neurobiólogos Diego Bohórquez y Maya Kaelberer fue publicado este mes en la revista Nature.