viernes, noviembre 22, 2024
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Cómo conoció Martín Berasategui a su mujeri: un despiste, un caserío y una hija en común


Jorge C. Parcero

El año pasado, mientras posaba para sus redes sociales junto a
su mujer, Oneka Arregui, y su hija Ane, para conmemorar los 30 años del
restaurante Martín Berasategui
, el chef vasco escribía: «Este es el sueño de un cocinero chiflado, de su familia y de un equipazo». El popular cocinero del garrote nació en 1960 en San Sebastián y sus inicios tuvieron mucho que ver con el Bodegón Alejandro, popular casa de comidas regentada por sus padres y su tía, situada en la parte vieja donostiarra, en el que obtuvo su primera Estrella Michelin.

En la actualidad, es el cocinero con
más Estrellas Michelin de España
, con once en total: tres en el restaurante Martín Berasategui de Lasarte-Oria, tres en el testaurante Lasarte de Barcelona; dos en el restaurante M.B. de Tenerife, una en el restaurante Oria de Barcelona, una en el restaurante Ola Martín Berasategui de Bilbao y una última en el restaurante Etxeko Ibiza.

Pero todos estos éxitos culinarios y los reconocimientos que ha acumulado a lo largo de los años, habrían sido imposibles sin las que son ahora
las dos mujeres imprescindibles en su vida. Su esposa Oneka, que trabaja como jefa de sala en el restaurante de Lasarte-Oria, y la hija de ambos, Ane Berasategui, periodista y responsable de comunicación del restaurante y del resto de negocios del chef donostiarra.

«Nada de lo que soy y de lo que he conseguido habría llegado sin ella. Tanto a mi mujer como mi hija Ane se lo debo todo: ellas me animan, me templan, me trans­miten su luz.
Son mi otra mitad», aseguraba el cocinero a ‘La Vanguardia’.

Una historia de amor nacida de la casualidad

Martín comparte su vida desde los 18 años con su media naranja. Mal estudiante, para entonces su familia ya le había puesto a trabajar en el restaurante familiar porque pensaron que al ver la dureza del oficio desistiría. Pero él descubrió que aquella era su verdadera pasión. Pensando solo en los fogones, no tuvo tiempo de conquistar a muchas chicas, hasta que su futura esposa se cruzó en su camino. Como confesaban su madre Gabriela y su tía María al ‘Diario Vasco’, «Martintxo no ha sido nada donjuán. Bueno, es que pilló pronto.
Oneka fue la primera chica y la mejor».

Martín y Oneka en una imagen de sus redes sociales. /

@martinberasategui

La chispa surgió entre ellos por una de esas casualidades del destino. Mientras Martín
estaba haciendo la mili en Vitoria, despistado como es, se olvidó la ropa y su familia se la dejó en un paquete en la carnicería de la familia de Oneka. Ella se la llevó… y el resto es historia. De amor.

Desde entonces han compartido vida y trabajo. Fueron los padres de ella los que
le prestaron el caserío que tenían en Lasarte para que abrieran su primer restaurante propio. A sentar las bases de su imperio gastronómico contribuyó entonces también el inesperado préstamo de un pastor, que les permitió cumplir su sueño en 1981. La primera Estrella llegaría tan solo cinco años después y después vendrían muchas más.

También siguen
celebrando juntos cada 1 de mayo, una fecha muy señalada para ellos. Ese fue el día en el que tuvieron su primera cita y también el aniversario de apertura del restaurante que sigue siendo su buque insignia.

Las principales mujeres de su vida

Pero las auténticas
estrellas del cocinero
, como no se cansa de repetir, han sido además de su mujer y su hija –el Martín Berasategui se abrió con
un menú degustación llamado Ane en su honor– su madre Gabriela y su tía María. Gracias a ellas ha llevado el amor por la cocina en la sangre desde pequeño.

El cocinero con su hija cuando era pequeña. /

@aneberasategui

«No imaginas la de toneladas de trabajo que han sacado estas mujeres. Por eso,
una de mis obsesiones era jubilarlas cuanto antes y que estuvieran orgullosas de mí«, comentaba hace unos años el cocinero sobre las antiguas encargadas del Bodegón Alejandro. Su madre falleció en 2021 con 91 años y su tía murió en 2019 con 90. Su padre, Martín, murió joven sin poder disfrutar del enorme éxito de su hijo. Hoy en su carta, las kokotxas y los callos son un homenaje a ellas y a su progenitor.

«Las mujeres han sido un pilar fundamental para mi éxito. Mi padre, que era carnicero, se fue muy pronto y no lo pudo ver», confesaba al diario ‘ABC’. Por eso, lleva su memoria allá donde vayan sus manos. «Mi firma es una versión de la suya,
es la manera de recordarle siempre«.





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