martes, marzo 4, 2025
Cuba

Como toda Cuba, la Feria del Libro también está en decadencia


LA HABANA.- Culminó el día 23 de febrero la etapa principal –la habanera– de la 33° Feria Internacional del Libro que se desarrolló en su sede central, la fortaleza San Carlos de La Cabaña, la subsede del Pabellón Cuba y otras instituciones culturales. El evento continúa durante el mes de marzo por los municipios capitalinos y el resto de las provincias del país.

 He participado en casi todas las ferias del libro, como librero y después de jubilado, como espectador.  Por tanto, puedo evaluar esta última edición por lo que verifiqué en los espacios principales.

El primer punto que llamó mi atención fue la disminución y participación de visitantes respecto a ferias anteriores.

En La Cabaña, donde siempre había una amplia asistencia de personas, y hasta aglomeraciones, esta vez era factible transitar sin tropezar con nadie. Según comentarios escuchados, la poca concurrencia fue producto del precario transporte público. La mayoría de los asistentes vivían en lugares próximos, contaban con transporte privado, o tenían dinero para acceder a taxis.

Un segundo elemento significativo, fue que las bóvedas donde colocan los stands de los expositores participantes en la fortaleza de La Cabaña estaban vacías. Pude contar toda el ala interior de su parte izquierda, más 16 de las frontales cerradas, casi un total del 50% en dicha área, por no asistir muchos de los empresarios extranjeros tradicionalmente presentes e incluso varias de las editoriales cubanas.

En La Cabaña, el país invitado, Sudáfrica, tenía su bóveda casi al final, cuando siempre se ubica frente a la plaza que se halla al fondo, a la derecha de la entrada, por ser este un lugar más visible y concurrido. Exhibió solamente libros en inglés y de exposición. No constaté la impresión de obras de autores de Sudáfrica o relativas a ese país.

Como ocurre desde hace tiempo, abundaban mercancías y productos que nada tienen que ver con la literatura.

Había múltiples carpas con alimentos ligeros; niños, niñas, y hasta mayores, elevando papalotes y chiringas vendidas en el lugar; un pequeño parque de diversiones  y tarimas con variados artículos. La mayoría de la mercancía extraliteraria  ofertada era efectos de escritorio y escolares con elevadísimo costo.

La mayoría de los libros traídos por los expositores de los pocos países que asistieron, eran principalmente para niños  y sus precios eran inauditos: el promedio osciló en 1000 pesos pero vi un título infantil que costaba 6000. Imagínese si un menor, que no tiene sentido del valor monetario, pide a sus padres le compren uno de estos libros caros, y el progenitor no cuenta con ingresos para satisfacerlo…

Algo positivo ocurrió este año: disminuyó la cantidad de libros de propaganda política y reeditaron numerosos títulos en la colección Biblioteca del Pueblo de literatura universal y clásicos cubanos, que fueron publicados en la década de 1960.

Como novedades, estaban los “Cuentos Negros de Cuba” de la brillante etnóloga Lydia Cabrera, que luego de su primera edición no se había vuelto a publicar debido a que la autora marchó al exilio.  

Puedo mencionar también entre los más destacados de los libros ofertados:  los “Relatos” de Frank Kafka, “La Guerra y la Paz” de León Tolstoi, “Tragedias” de William Shakespeare, “El Gran Gastby” de Scott Fitzgerald. De  autores cubanos: “Jardín” de Dulce María Loynaz, “Pasarás por mi Vida” de José Ángel Buesa, y “La Carne de René” de Virgilio Piñera.

 Aparecieron un vez más, los clásicos infantiles: “Había una Vez” de Herminio Almendros, “El Principito” de Antoine de Saint-Exupery, “El Cochero Azul” de Dora Alonso y “La Edad de Oro” de José Martí.

Todos los ejemplares  en buen papel y formato, oscilaron entre 35 y 90 pesos, que sin ser baratos, eran asequibles,

Otro aspecto significativo fue que se podía encontrar libros editados años atrás, vendidos como libros de saldo, con valores desde un peso hasta 17. Editoriales cubanas dieron ofertas similares. Comparados los precios con los extranjeros, podemos afirmar que casi estaban regalados.

Si en La Cabaña se vio poco público, en el Pabellón Cuba  hubo ratos en que en el salón principal, no se encontraba un alma. Jamás hubo cola para entrar, y había quienes preguntaban: “qué es lo que hay aquí”.

Todas las actividades del patio central eran con niños de los Proyectos Culturales de los municipios. En otros espacios del lugar hubo conversatorios con invitados. Y no faltaron, por supuesto, las ventas gastronómicas de alimentos, confituras, refrescos, cervezas, algún stand con ropa y otras ofertas de Artex.

Apreciación final: esta Feria del Libro, similar a las previas, excepto por la abundancia de público, pasó con más penas que glorias.         



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