Cuando el pequeño (y desafortunado) Philae aterrizó en un cometa por primera y única vez en la historia
Agilkia
El lugar elegido, tras dos meses de observación, fue Agilkia. La elección estuvo ligada a criterios de seguridad para el módulo de aterrizaje: debía permitir el descenso de Philae sin sufrir daños, llevar a cabo dos fases de mediciones científicas, una con el cometa lejos del Sol y otra más cerca del perihelio. Y debía garantizar al menos una iluminación parcial de los paneles solares de Philae durante estas dos fases. La incertidumbre sobre el punto exacto de aterrizaje era de 500 metros. El Lander llegaría muy lentamente, a una velocidad de 1 metro por segundo, tardando un total de 6 horas y 59 minutos en realizar la maniobra.
¿Cómo era Philae?
El pequeño Philae era un pequeño robot equipado con 10 instrumentos científicos destinados a estudiar el núcleo del cometa, su superficie y su estructura interna, su composición y sus propiedades químicas y físicas. Una vez aterrizado, Philae debía recoger datos durante tres meses. Se frenaría y corregiría su trayectoria con un pequeño propulsor, el Sistema de Descenso Activo (Active Descent System). Una vez cerca del cometa, dispararía dos arpones para fijarse en la superficie. A las 15:34 p.m. del 12 de noviembre, Philae aterrizó en Agilkia a solo 112 metros del punto predeterminado. Así se convirtió en el primer artefacto humano de la historia en tocar la superficie de un cometa.
El aterrizaje
Fue histórico, aunque con ciertos contratiempos: el Sistema de Descenso Activo no funcionó y Philae solo pudo confiar en los dos arpones de anclaje. Pero tampoco funcionaron. Cayó a la superficie, rebotó y dio vueltas alrededor del cometa durante unas dos horas. Tras uno o dos rebotes, a las 17:31 p.m., cayó en un nicho de la roca llamado Abydos. Durante más de dos días, 56 horas en total, siguió enviando datos. Sin embargo, Abydos estaba casi en la sombra y los paneles solares no podían recargar las baterías. Por eso, en los primeros minutos del 15 de noviembre, Philae entró en hibernación y se perdió el contacto con el módulo de aterrizaje.
El canto del cisne
En junio de 2015, a meses del icónico descenso, el Sol volvió a iluminar durante un rato los paneles del pequeño módulo de aterrizaje. Philae consiguió enviar un último paquete de datos sobre el estado de sus instrumentos a Rosetta. Pero tras ese envío, el módulo de aterrizaje volvió al silencio. Así terminó la misión del malogrado pequeño robot, una de las anécdotas más apasionantes de la exploración interplanetaria del Sistema Solar.
Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Alondra Flores.