Cuando ganar es volver a jugar
Vestido de rosa chillón y pantalón y medias negras el colegiado del partido señala con un largo pitido el inicio del mismo. Son las nueve de la mañana en el barrio de Malilla. La escuela más grande de fútbol de la ciudad de Valencia. No es un sábado normal. Es el sábado del regreso. Tras muchos días esperando por la maldita DANA y sus terribles consecuencias, el fútbol valenciano vuelve a latir. No el de primera división, que lo hará la semana que viene y el Valencia deberá recuperar sus partidos aplazados de Liga y Copa del Rey a la carrea, sino el fútbol base, el amateur, el otro. Miles de partidos en un fin de semana en el que regresan las sonrisas y las camisetas sudadas, las medias, las botas, las espinilleras, el ritual. Bendita normalidad. Desde pre benjamines hasta veteranos. Desde gente que juega por pasarlo bien hasta competidores natos. Del Serranos al Mestalla. La pelota rueda y eso es una gran noticia.
“El fútbol es parte de sus vidas, si se lo quitas les falta algo”, me dice Gabi, director general del Malilla, mientras apura un sorbo de un cortado en vaso de cartón. Un club es algo más que un equipo. Vertebra el barrio, vertebra la ciudad, vertebra la provincia. En el fútbol todos se conocen. Los grupos de whatsapp entre directores deportivos y presidentes han echado humo estos días. La DANA ha traído solidaridad a raudales. Muchos equipos han ofrecido sus campos, su material y sus manos. “Aquí montamos un equipo de gente y nos subimos todos a ayudar aquí y allá. Nos desbordó la ayuda del barrio: estamos al lado de la zona afectada y nadie dudó”.
Bocata, cánticos y 2.844 partidos
La pelota sigue en juego y huele a churrasco y a ‘blanc i negre’ (el bocata más valenciano de la historia con morcilla, longaniza y ajoaceite). En el campo dos chavales de unos once años pelean por un balón en la banda y en la pequeña grada no fallan el padre que sabe de fútbol más que Simeone, la madre que anima con cánticos de los años noventa, un señor mayor del barrio que ya tiene su partidito de chavales del sábado cuando baja a comprar el pan y el hombre del bombo que te obliga a ir al campo bien armado con una buena ración de ibuprofeno para poder llegar a la tarde.
Gabi es un tipo de fútbol de toda la vida, sabe de lo que habla. De ese tipo de gente a la que habría que meter en las reuniones del plan de reconstrucción que ha anunciado Salva Gomar, presidente de la valenciana. Con el cortado a medias atrona un “árbitro la hora”, bendita normalidad. En dos días se han jugado 2.844 partidos de los 3.300 programados, correspondientes a todas las categorías. Un placer.
El fútbol es parte de sus vidas, si se lo quitas les falta algo
Los partidos se suceden en toda la provincia. Pero en todos hay una sensación extraña. Un minuto de silencio, la Senyera sobre el césped y brazaletes negros en todos los equipos. Alguna lágrima recordando lo sucedido, sobre todo en los partidos de los veteranos.
El partido de la zona cero
Hay uno marcado en la agenda. El Quart de Poblet contra el Benetusser. Es el único partido de la jornada en la que un equipo de los pueblos afectados, de la zona cero, va a jugar. Son mayores, pero el drama ha golpeado fuerte, muy fuerte. El partido acaba en derrota para los visitantes, pero jugar, en estas condiciones ya es ganar. Me acerco al campo casi de incógnito. No quiero preguntar, solo observar. Hay una sensación evidente de respeto y casi pena. Muchos de los jugadores del Benetusser lo han perdido todo, pero ninguno tiene fallecidos en su mochila.
Hay pasillo de honor, minuto de silencio y algún que otro abrazo, medio furtivo, que deja bien a las claras que la DANA ha dejado un rastro de solidaridad entre los pueblos que no se debe perder. Están un poco tensos y no tienen ganas de recordar la tragedia, lo sospechaba. Quieren jugar, para olvidar, aunque sea un rato. Cambiar el césped por el barro, dañino barro.
Ya no hay taxis
Unas horas antes, en el polideportivo de Benimodo, juegan los niños del Carlet. Hay una decena de equipos de esta localidad que también están sufriendo lo suyo con la riada. El ayuntamiento les ha cedido las instalaciones y los chicos han recuperado la ilusión. “Es complicado desplazarse porque muchos padres, casi todos, han perdido sus coches y en estas categorías no hay otra forma de ir a los campos que tirando del ‘taxi’ de los padres”, me comenta un señor con pinta de directivo. Hay partidos y eso ya es mucho decir. Y el que no puede jugar, se lo inventa.
Todos los padres de los jugadores han perdido el coche y muchos, la casa
La UD Aldaia (pueblo arrasado) organizó el sábado un día de convivencia y entrenamientos en el colegio Martínez Torres y el Centro de Tecnificación. Otros clubes como el Loriguilla, el Alaquàs y el Barrio del Cristo les ofrecieron instalaciones. Hay esperanza.
Un campo de chatarra
La provincia y las decenas de miles de jugadores recuperan el latido. Pero otros aún deben esperar. Hablo con Javi, el alma mater del E1 Paiporta. Lo han perdido todo y obviamente, ellos aún no pueden ni plantearse volver a jugar. Javi me cuenta que están llamando uno a uno a los padres de los más de 500 jugadores del club. “De momento todos han perdido el coche y muchos de ellos las casas”, me dice con un nudo en la garganta que se va deshaciendo con el tiempo. Paiporta se ha llevado el golpe mortal, el epicentro de la DANA. El campo ha desaparecido, ahora mismo es un cementerio de chatarra, tardarán meses en recuperarlo, pero ahora hay que pensar en los chavales. “Les hemos buscado equipos en los que seguir entrenando, tienen que jugar y pasarlo bien y si aquí no se puede tienen que seguir”, comenta sabiendo que eso le puede traer algún problema en el futuro. “Es duro porque seguro que algunos deciden marcharse porque no tenemos las instalaciones en marcha, pero nosotros vamos a seguir adelante y nos vamos a levantar”.
La pelea es encontrar lugares en los que entrenarse y jugar. Es más complicado de lo que parece. Las zonas afectadas son muchas, se han perdido campos y material a punta de pala y no caben todos.
La reconstrucción
El domingo sigue la jornada y los partidos y el tipo del bombo que no se va a su casa. En muchas conversaciones resuena el “ya era hora” y en otras tantas se repite con intensidad lo del ‘plan de reconstrucción’. La RFEF junto a la Valenciana tienen ante sí uno de los mayores retos de su historia. Hay que levantar decenas de campos, ayudar a decenas de equipos y recuperar miles de partidos que se han ido al limbo. Dinero, esfuerzo y acierto.
En muchos corrillos se habla de cómo lo van a orquestar. Gomar, el presidente, se ha pateado estos campos miles de veces. Es un tipo al que le gusta el fútbol de verdad y nadie le tiene que explicar cómo o dónde se necesita más ayuda. Pero todos temen a la burocracia y la administración. “Esto no va a ser de un día para otro”, me comenta Javi sabiendo que esta temporada su club lo va a pasar mal. La ayuda va a llegar, debe llegar, pero sin campos es complicado que el fútbol recupere la normalidad en las zonas más afectadas. Casi imposible.
Desde la Federación Valenciana exponen que hay 39 instalaciones afectadas, con 18 campos de fútbol devastados, pero también con varias instalaciones en fase de reconstrucción.
El domingo se acaba y aún quedan algunos partidos en marcha. La luz tenue en algunos campos pelea por llegar hasta el final de una jornada en la que se ha mirado poco el marcador. Ganar era volver a jugar y esa idea se han encargado de repetirla una y otra vez los entrenadores de los cientos de equipos que han vuelto a la actividad.
Vuelvo a Gabi, al Malilla, una escuela de barrio que es mucho más que eso. Un directivo del club nos invita al cortado, en vaso de cartón, sigue oliendo a bocadillo de almuerzo valenciano y nadie se ahorra un aplauso para una jugada de un chaval que la toca de cine. Otra vez el deporte, otra vez el fútbol tirando de todo y de todos.