viernes, diciembre 27, 2024
Ciencia y Salud

¿Cuántos sentidos tenemos? Depende de lo que entiendas por “sentido”


Un sentido es la capacidad biológica que permite a un organismo percibir y responder a estímulos en su entorno. En los humanos, los sentidos nos ayudan a entender dónde estamos, qué hacemos y qué nos rodea. La creencia popular es que hay cinco de ellos: vista, olfato, oído, gusto y tacto. Pero la ciencia no está de acuerdo. Los científicos que estudian la percepción debaten sobre el número de sentidos que posee una persona. Algunos piensan en 7, otros en 12 y los más aventureros estiman que son más de 30.

El número de sentidos cambia a medida que aumenta la comprensión del cuerpo. Hace milenios, la cultura griega hablaba de cinco sentidos porque estaba claro que había cinco órganos que recibían información: los ojos, la piel, la lengua, los oídos y la nariz. Todo lo experimentable en el día a día pasaba por ellos. Ahora, el sistema sensoriomotor tiene una dimensión más compleja gracias al avance de la ciencia biológica.


Ilustración de afantasía

Se estima que hay decenas de millones de personas con afantasía. Muchas de ellas no lo saben. No es una enfermedad, sino un extremo en el espectro neurosensorial.


Los ojos no son solo dos globos acuosos y cristalinos que dejan pasar luz; están conformados por miles de conos microscópicos que definen los colores del mundo. La nariz no está limitada a dos aberturas; contiene millones de quimiorreceptores con canales que conducen directamente al cerebro. La piel tiene capas, y cada una alberga nervios que responden a diferentes vibraciones o temperaturas. Todos los sabores están condensados en papilas gustativas con seis “tonos”. Este cableado va conectado al cerebro, un órgano increíblemente complejo que apenas la neurología comienza a comprender.

La percepción del entorno implica más que oler, ver, oír, sentir y probar. Hay nociones que no dependen de un órgano visible específico, sino de receptores microscópicos que proporcionan información necesaria para emprender una reacción. La cantidad de sentidos y su alcance dependen en gran medida de lo que la ciencia o el investigador en turno entienda por el concepto mismo de “sentido”. No obstante, hay algunos sentidos alternativos que siempre resuenan en los textos de neurólogos y biólogos por igual. Los siguientes son los ejemplos más famosos en los seres humanos.



Los otros sentidos del ser humano

Nocicepción: también conocida como el sentido del dolor, la nocicepción se considera independiente del tacto porque se encarga de detectar estímulos potencialmente dañinos para el cuerpo mediante receptores especializados. Además, impulsa al cuerpo a protegerse de manera automática, por lo que es crucial para la supervivencia.

Propiocepción: este es el sentido responsable de que una persona entienda la posición de su cuerpo en el espacio. La noción de la ubicación de las diferentes partes del cuerpo no proviene de los ojos, sino de receptores particulares distribuidos en músculos, tendones y articulaciones. Según las intenciones del movimiento, la propiocepción ayuda a hacer los ajustes necesarios para ejecutarlo con éxito.

Interocepción: igualmente identificada como el sentido que permite entender lo que el cuerpo demanda. El hambre, la sed, el sueño o el acto de respirar no son más que exigencias del organismo que el cerebro solventa con acciones mecánicas. Gracias a la interocepción, es posible conocer el estado de los órganos y mantener la homeostasis.


Una ilustración de un hombre entrando a un laberinto mental.

25% de los pacientes en coma o estado vegetativo muestra señales estar relativamente consciente de su entorno, concluye estudio.


Termocepción: una persona sabe si hace frío o calor gracias a la termocepción. Este es uno de los sentidos que se separaron del tacto cuando se descubrieron los diferentes receptores en la piel. La temperatura del entorno es registrada por pequeños receptores dedicados exclusivamente a esa función. Algunos reaccionan al frío y otros al calor. Mientras tanto, el tacto se compone de mecanorreceptores que miden la presión.

Cronocepción: la capacidad para percibir y estimar el paso del tiempo se llama cronocepción. Su aceptación es debatida. Quienes defienden este sentido argumentan que gracias a él se regulan algunos de los relojes biológicos del cuerpo humano. El más famoso de ellos es el ritmo circadiano, que marca el sueño y la vigilia. No hay “receptores del tiempo” en el cuerpo, por lo que no es un sentido tradicional, pero el paso de las horas y los minutos se procesa en áreas específicas del cerebro como la corteza prefrontal y el cerebelo.

Hay otros sentidos que recién se exploran. El sentido de la agencia dicta el control que tienen las personas sobre sus acciones diarias. Mover un brazo y sentir que uno es quien lo mueve es un buen ejemplo de ello. El sentido del equilibrio también es estudiado de manera independiente porque de él depende la estabilidad y la orientación espacial. Su receptor está en el oído interno.

Los sentidos humanos no son los únicos que existen en el reino animal. Hay organismos con habilidades sorprendentes que les permiten comprender su entorno. Por ejemplo, los peces perciben campos eléctricos con su nariz mientras que las aves sienten los campos magnéticos de la Tierra.



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