Décimo aniversario de Cayetana, duquesa de Alba: de vestir Balenciaga a bailar descalza en su tercera boda a los 85 años
Es el primer aniversario con números redondos del
fallecimiento de Cayetana Fitz-James Stuart
, inolvidable XVIII duquesa de Alba aún añorada no solo por su familia, sino por tantas generaciones de amantes de la mejor crónica social. Como cada 20 de noviembre, se celebrará una
misa organizada por Cayetano Martínez de Irujo en Sevilla, en la iglesia del Valle, sede de la Hermandad de los Gitanos. Allí, en su templo favorito, se encuentran las cenizas de la aristócrata.
El duque de Arjona,
amigos íntimos de la duquesa de Alba
(curro Romero y Carmen Tello) y su viudo, Alfonso Díez, solían estar presentes en esta misa. Este año, sin embargo, se ha anunciado
la asistencia del duque de Alba y, quizá, algún familiar más. Es un dato significativo en las complejas relaciones entre los seis hijos de Cayetana Fitz-James Stuart.
Merece la pena dejar todo eso a un lado para homenajear su figura, tan característica de una rancia aristocracia que, avanzado el siglo XX, permitió a algunas de sus poderosas mujeres hacer de su capa un sayo. Aunque, en el caso de la duquesa de Alba, más que sayos fueron kaftanes hippies, vestidos de faralaes y bikinis. Fue tan poderosa, que hasta pudo
zafarse de las fastidiosas imposiciones de la moda.
Cayetana, la aristócrata con más títulos
Repetiremos el tópico: Cayetana Fitz-James Stuart fue
la mujer con más títulos del planeta, tanto que corrió la leyenda de que hasta Isabel II hubiera debido cederle el paso si se encontraran en el quicio de una puerta. La
duquesa de Alba
siempre fue muy respetuosa con todas las casas reales e hizo la obligada genuflexión ante la monarca británica y las reinas españolas, pero no obviemos su poder, ese que con el tiempo aprendió a utilizar en provecho de su propia libertad.
Durante
su primer matrimonio con Luis Martínez de Irujo
, Cecil Beaton la fotografió para Vogue vestida de Balenciaga y Richard Avedon para Harper’s Bazaar. Cayetana de Alba se convirtió en leal amiga del entonces príncipe Juan Carlos,
la pretendió (como amante) el Aga Khan y fue anfitriona de los Grimaldi, los Hohenlohe, los Rothschild y hasta de Jackie Kennedy. El pintor Pablo Picasso quiso pintarla desnuda, pero su marido se opuso y ella decidió no aceptar.
Ana Polo Alonso, autora de la última biografía de la duquesa de Alba, recién publicada por La Esfera de los Libros, se centra en lo que llama «sus años de esplendor», o sea, los de su primer matrimonio. «Aunque hoy pocos lo recuerden, en la década de los cincuenta, Cayetana llegó a ser
la aristócrata más famosa y admirada del mundo: Elsa Maxwell, la cronista más célebre del momento, hablaba constantemente de ella en sus artículos de la prensa estadounidense», explica.
Cayetana fue anfitriona de grandes personalidades
«En su juventud viajó de un país a otro, de Egipto a Francia, se codeó regularmente con figuras de la talla de Winston Churchill y acudió a tés de señoritas con la futura reina de Inglaterra», continúa explicando Ana Polo Alonso. «Por su palacio de Dueñas pasaron desde Audrey Hepburn a Jackie Kennedy y Grace Kelly. En Liria agasajó a reyes, reinas y músicos de la talla de Rubinstein. Fue
una de las mujeres que más hizo por abrir España en los años cincuenta y sesenta a los aires europeos».
Tras su segundo matrimonio con el intelectual Jesús Aguirre, Cayetana comenzó a divergir de la trayectoria de la perfecta duquesa que había desempeñado hasta el momento. Se imbuyó del espíritu hippie de la época y comenzó a
liberarse de la presión del deber y la opinión ajena. Posición y poder suelen incrementar las exigencias de acomodo a ciertos convencionalismos sociales (sobre todo, para las mujeres, obligadas a lucir siempre impecables), pero la duquesa de Alba supo zafarse de ellas ¿Acaso no ha de servir el poder a la felicidad, no al sometimiento?
Si las amantes de lo aristocrático y el rancio abolengo disfrutan con la primera Cayetana, aquella que recorría los salones europeos más elegantes vestida de Dior y Balenciaga,
a pie de calle siempre se admiró sus últimos años, hechos crónica rosa por las revistas de la época. En aquellas páginas de papel couché pudimos comprobar cómo la duquesa más poderosa, en vez de recluirse en palacios a vivir su vejez con discreción, disfrutaba de los placeres del pueblo: la feria, el baile, la playa, el mar.
Aquellas fotografías de Cayetana Fizt-James Stuart en bikini, entrando en aguas ibicencas del brazo de su hija Eugenia o leyendo en la playa en su silla de playa, continúan retando esa norma no escrita que
relega a las mujeres viejas de las grandes familias a la trastienda. Por qué había de esconderse la duquesa de Alba, si a nadie debía goce estético más que a sí misma. Si hubiéramos de consignar en algo el poder de aquella mujer, no sería en sus muchos títulos sino en
la libertad con la que vivió sus últimos años. Qué decir de la maravillosa locura de casarse por tercera vez a los 85.
Ana Polo Alonso piensa, sin embargo, que los años en los que la duquesa de Alba pobló la crónica rosa no fueron los mejores. «Desgraciadamente quedó encasillada en un mero personaje de las revistas del corazón», opina. «Su vida y su obra distan mucho de los de una mera ‘celebrity’ y
hacía falta rescatarla del nefasto cliché». ¿Fue, realmente, nefasto? Nadie lo diría al recordar las imágenes de aquella duquesa recién casada que
bailó, descalza de felicidad, a las puertas del Palacio de las Dueñas. Los sevillanos acudieron por decenas a celebrarla. Nunca una genia estuvo tan cerca.