Descubren el “órgano GPS” más antiguo del mundo en el fósil de un animal aún desconocido
Científicos descubrieron la evidencia más antigua de un sistema magnético interno en un animal, similar al sentido de la magnetorrecepción que hoy utilizan algunas aves y peces para orientarse. Estos fósiles de magnetita, con forma de bala y tamaño microscópico, datan de hace 97 millones de años, cuando los dinosaurios caminaban sobre la Tierra. Aunque los investigadores aún no identifican con certeza al organismo que produjo este mecanismo, su hallazgo abre nuevas preguntas sobre la evolución del sentido de navegación en animales.
Durante el Cretácico Medio, un animal aún no identificado dejó partes mineralizadas de su cuerpo en lo que hoy es un yacimiento del Atlántico norte. En aquella época, el planeta vivía bajo climas cálidos y mares elevados. Estas “agujas” o “balas” de magnetita, inusualmente grandes (entre 1 y 2.25 micrómetros), llevaron a los científicos a pensar durante años que servían como mecanismo de defensa. La hipótesis más aceptada sugería que algún diminuto organismo marino las usaba como una armadura de espinas para protegerse de depredadores.
Sin embargo, una investigación reciente de la Universidad de Cambridge propone una explicación más sofisticada: estos magnetofósiles funcionaban como sensores magnéticos capaces de detectar la intensidad del campo magnético terrestre. Mediante tomografía vectorial magnética, los investigadores reconstruyeron el campo magnético interno que todavía persiste en la estructura del fósil. Identificaron un patrón de magnetización en espiral y un punto donde el vórtice cambia de dirección abruptamente, lo que sugiere una configuración optimizada para la percepción magnética.
Cuando un mineral es pista sobre la vida pasada
Esta combinación de características permite que el fósil responda con gran sensibilidad a variaciones en la intensidad del campo magnético. La evidencia sugiere que ya existían organismos móviles, hace al menos 97 millones de años, que usaban magnetita para orientarse y obtener ventajas evolutivas.
“Sea cual sea la criatura que creó estos fósiles, ahora sabemos que probablemente era capaz de una navegación precisa», afirmó Richard Harrison, profesor del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Cambridge y coautor del estudio publicado en la revista Communication Earth and Environment. «La siguiente pregunta es qué hizo estos fósiles. Esto nos indica que debemos buscar un animal migratorio que fuera lo suficientemente común en los océanos como para dejar abundantes restos fósiles”.
Por ahora, Harrison plantea que una anguila prehistórica podría haber sido la portadora de estas balas magnéticas. Hoy en día, las anguilas recorren miles de kilómetros en agua dulce para desovar. Aunque su sensibilidad al campo magnético terrestre está documentada, los científicos aún no comprenden del todo cómo lo logran. Una posibilidad es que, al igual que en aves migratorias o ciertos moluscos, las anguilas formen magnetita de manera natural en su cuerpo.
Para cerrar el estudio, los autores proponen una aventurada idea: si los minerales de magnetita presentan patrones magnéticos y químicos específicos, podrían servir como indicadores de vida biológica antigua. Esta estrategia no solo sería útil en la Tierra, sino también en Marte, donde las misiones actuales buscan biofirmas más directas, como moléculas orgánicas.
