lunes, marzo 3, 2025
Cuba

El carbón, oro negro del mercado clandestino 


SANTA CLARA, Cuba. – Por un callejón sin asfalto con casas apiladas unas encima de la otra, “la emisaria” del barrio conduce a los posibles compradores hacia el punto exacto donde venden carbón. Están en un reparto de Santa Clara, alejado del centro de la ciudad y donde suele hallarse el producto a mejor precio: a unos 500 pesos por lata. El vendedor abre una de las pacas y aclara que se trata de buenas piezas de marabú. Enseguida implora a los compradores que no den señas de dónde lo adquirieron. “No es por mí, ya yo estoy cumplido, es por el bien de quien me lo trae”, especifica.

Tras la severa crisis energética y la escasez de gas licuado, el carbón se ha convertido en la materia prima principal de cocción en buena parte de las casas cubanas. En azoteas, balcones, incluso en medio de las calles más céntricas, la gente monta sus calderos sobre las brasas encendidas haciendo caso omiso de limitaciones urbanísticas o ambientales y levantando crestas de humo. Aparte de lo difícil que resulta adquirir este producto en las ciudades se suma la escasez de alcohol o querosene para prenderlo, por lo que algunas personas optan por avivar la llama con pedazos de goma, jabas de nailon o lociones desinfectantes de manos que comercializa la empresa Labiofam

Sin embargo, no es tampoco el carbón un combustible asequible para la mayoría de la población, sobre todo para quienes residen en ciudades cabeceras de provincia. En tanto el periódico oficial Granma asegura que cada año Cuba produce un volumen considerable de carbón vegetal para enfrentar la demanda nacional, la oferta en los mercados es prácticamente nula y, si acaso, esporádica. Mientras los propios medios oficiales se ufanan de la exportación de miles de toneladas al mercado internacional generando ingresos considerables, cada saco de este producto se cotiza entre los 1.500 y los 2.000 pesos, casi el monto total de la pensión de cualquier jubilado cubano. 

Cocinando con carbón, en una calle de Santa Clara
Cocinando con carbón, en una calle de Santa Clara (Foto de la autora)

En marzo pasado, medios locales oficiales de Villa Clara anunciaron la venta de carbón vegetal por kilogramos de forma liberada, pero la evidente demanda condujo a que el surtido se acabara en pocas horas… y hasta los días de hoy. Desde todas las provincias cubanas llegan reportes de multitudes en fila para adquirir el producto cuando lo sacan a la venta, de los precios impagables en el mercado informal, así como referencias de multas a quienes lo comercializan en el clandestinaje. 

“Esto no es legal, aquí nadie tiene licencia para vender carbón en sí, esto no es como tener una placita ¿entiendes?”, recalca el comerciante clandestino. “El otro día a uno que conozco le metieron una multa tremenda por andar con una carga en un carretón de sacos. Dicen que es actividad económica no permitida”, aclara. 

Emprendedores sigilosos del oficio

En un potrero de las afueras de Sancti Spíritus, Rubén monta de vez en cuando su pequeño horno de carbón para el autoconsumo y alguna que otra venta clandestina pues no cuenta con licencia para ejercer la actividad. Aprendió por sí mismo a enfilar y agrupar los leños verdes que los traslada en un carretón desde zonas periféricas pobladas de matas de aroma. “Esto es una pincha durísima, de mucha tensión, desde que te metes en el marabú a llenarte de pinchazos”, destaca. “Son días y noches en la preparación hasta que logras el carbón, que se siente como si te hubiera nacido un hijo”.

El muchacho explica que los altos precios del carbón en el mercado informal están condicionados no solo por el sacrificio que implica obtenerlo, también debido a las multas de miles de pesos que los inspectores han aplicado últimamente a quienes lo fabrican y comercializan “por la izquierda”. “Hay que hacerlo escondido, lejos de caseríos. Muchos jóvenes nos estamos dedicando a esto más por necesidad que por sacarle dinero a la reventa como dicen por ahí para desacreditarnos”.

Marabú para un horno (Foto de la autora)

De acuerdo con el Clasificador Nacional de Actividades Económicas (CNAE), en Cuba se puede obtener una licencia de la “extracción de madera” para fabricar carbón y otros datos oficiales. Hasta el momento, existen varias mipymes enfocadas en su producción, sobre todo el de marabú. Sin embargo, una buena parte de quienes se dedican por su cuenta a este oficio prefieren darle salida a su mercancía directamente con intermediarios en lugar de vendérselo a cooperativas o empresas estatales. Un reporte reciente del periódico 26, de Las Tunas, que ilustra la desaparición de un poblado de carboneros, reconoce que allí el Estado solamente paga 15 pesos por kilogramo y que hasta hace poco eran solo cuatro, por lo que cada saco se cotizaba en 500 pesos, muy por debajo del precio informal.

“Te lo quieren comprar a precio de gallina enferma y esto es un trabajo que no lo quiere nadie”, cuenta a CubaNet Yunier Vega, un productor contactado gracias al grupo de Facebook “Carboneros de Cuba, compra, venta y elaboración”, que reúne a más de 20.000 miembros, gran parte de ellos dedicados a la fabricación artesanal y por cuenta propia de carbón. “Por nosotros mucha gente en este país logra cocinar lo poco que tiene”, resume. 

Tanto por la explicación de Yunier, residente en Ciego de Ávila, como por las publicaciones de este grupo, se advierte el aumento considerable de hornos de carbón clandestinos en todo el país. Entre novatos y más experimentados se animan entre ellos y se ofrecen consejos para enrasar mejor el horno o escoger la madera más adecuada. El proceso para lograr sacarle provecho a un cachimbo es en extremo difícil. Todo parte con la recolección de los maderos que se agrupan a modo de cono con un sustento central recto que posteriormente se retira y se cubre con hierba seca y tierra dejándolo quemar. 

“Lo principal es cuidarlo para que no se te formen bocas y que queme lento”, continúa el avileño. “A veces hay que hacer guardia toda la noche porque los hornos son una caja de sorpresas. Lo otro es montarlo bien lejos, para el que humo no levante sospechas. Por experiencia te digo que el cálculo de lo que da en latas va más en el cuidado que en los metros que tenga el cachimbo. El principal logro de todo esto es que coma tu familia con el fruto de tu esfuerzo”.

Un horno de carbón, antes de ser prendido (Foto de la autora)

Ambos entrevistados coinciden en que si el Estado no es capaz de garantizar un surtido estable en los mercados ni remunerar mejor el sacrificio que implica su elaboración, al menos deberían dejar que la gente lo haga por su cuenta sin tantas restricciones. “Lo peor es que posiblemente suba mucho más de precio cuando empiece el período de lluvias para el mes que viene”, vaticina Yunier.

A pesar de que en gran parte del mundo el carbón se considera un combustible alternativo muy valorado para asados y barbacoas de patio porque realza el sabor de los alimentos debido a su lenta cocción, en Cuba representa un paliativo bien caro en medio de los dilatados apagones. Un saco de carbón apenas rinde aproximadamente para 15 días si se usa como fuente principal para cocinar los alimentos dos veces al día.

“Conozco gente que no tiene ni para comprar carbón y cocinan con leña”, asegura Rubén. “Se, por lo que me han dicho los que viven aquí cerca, que cuando recojo el horno vienen par de niños que me velan para llevarse los rastrojos de las tizas. No sé quiénes serán, pero lo averiguo, en estos tiempos, como el agua, el carbón no se le niega a nadie”.



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