jueves, febrero 6, 2025
Cuba

El efecto “Sotomayor”


LA HABANA.- En una entrevista reciente para Rusia Today, Maikel Blanco explicaba la relación que existe entre su orquesta Salsa Mayor y el saltador Javier Sotomayor. Confesaba el joven músico cubano cómo llegó a dirigir la agrupación que, sin ser artista, había logrado fundar el famoso deportista, a pesar de que lograr los tantos permisos requeridos del Ministerio de Cultura para registrar cualquier conjunto musical, incluso los de formato más simple, era enfrentarse a un gigantesco aparato burocrático donde un desconocido como él jamás hubiera salido victorioso si no acudía a las “influencias”.

No habló de los detalles más oscuros de ese privilegio del que goza el deportista pero las complejas dinámicas de los procesos de “registro oficial” en cualquier institución cubana son bien conocidas, más cuando se trata de una empresa que por su impacto en los espacios públicos, por el acceso que tendría a los medios de difusión masiva (entiéndase todo el aparato de propaganda del Partido Comunista) requiere más que el cuño y la firma de un funcionario de la cultura sino, además, el visto bueno de los comisarios políticos que la controlan.

Lo cierto —y esto sí lo dijo bien claro Maikel Blanco— es que el experto saltador de alturas tenía todos los permisos para crear una orquesta (aún cuando no tenía los músicos) mientras que el artista, por los obstáculos del “sistema” que no lograba saltar, casi estaba a punto de renunciar a obtener la licencia cuando vio los cielos abiertos con la propuesta de Javier Sotomayor.

En la entrevista para el canal de propaganda ruso se dice que Javier Sotomayor cedió su empresa musical sin obtener nada a cambio, que simplemente coincidió con Maikel Blanco en algún lugar, conoció de sus tantos esfuerzos fallidos y, sin más interés que ayudar al desconocido, le traspasó un negocio en ciernes que, por lo que parece, apenas creó como por antojo, es decir, porque simplemente se le dio la oportunidad por ser quien es, a fin de cuentas su relación con la cúpula castrista ya le había rendido otros “regalos”, como la casona en Miramar donde más tarde fundara el polémico Bar 2.45.

Es significativo que esta “noticia” sobre la excesiva bondad de Javier Sotomayor nos llega en el preciso momento cuando el atleta intenta zafarse del escándalo provocado por la deuda millonaria que el régimen le reclama a su hermano paterno Dariel Sotomayor, dueño de varios negocios en la provincia de Matanzas.

Ningún medio de prensa del régimen, a pesar de que uno de sus “protegidos” está siendo “atacado” (léase, legítimamente emplazado y expuesto al escrutinio público), ha salido a aclarar cuál es la verdadera relación del recordista mundial con los negocios agrupados bajo la pyme D´Soto S.U.R.L., pero no es “casualidad” que sea un vocero como Oliver Zamora Oria (plantilla fija de la Mesa Redonda) quien nos ofrezca, a través de la versión de Rusia Today que trasmiten en Cuba, ese “detalle” sobre la gentileza y el desinterés de un Sotomayor que, al parecer, ahora algunos padrinos intentan aniquilar con cañones. 

A fin de cuentas lo que se trata de evitar y provocar a ambos lados del conflicto es lo que pudiéramos llamar un efecto “Sotomayor”. De un lado, evitar que cunda el pánico entre los fieles con privilegios —que al ver caer a un “incondicional” como Sotomayor entiendan que nadie está seguro—; y del otro, provocar el efecto contrario, como un mensaje sobre cuáles son los límites de los excesos, ya sea un Sotomayor o un Castro.  

A sabiendas de lo que realmente sucede de turbio tanto con D´Soto S.U.R.L. como con el Bar 2.45, las fuerzas se han dividido dentro del propio régimen entre los que piden retirar todos los privilegios al antiguo consentido de Fidel Castro y los que insisten en preservarlo como vaca sagrada, no tanto en honor a su pasado glorioso o porque destapar las verdaderas relaciones que los negocios de Javier Sotomayor guardan con la descendencia directa del dictador pudiera causar más daño que beneficios, en un momento bien delicado para la dictadura, sino porque puede desatarse ese efecto “Sotomayor” que termine por espantar a los pocos leales (aunque corruptos) con que cuentan.

Unas relaciones que, de acuerdo con fuentes vinculadas estrechamente al deportista, y consultadas por Cubanet, ni siquiera conocían los que ordenaron auditar las empresas que, estando a nombre de Dariel Sotomayor, para muy pocos era secreto que tributaban mayoritariamente al hermano famoso, y eso sí lo conocían las autoridades de la provincia, incluida Susely Morfa González que, como Secretaria del PCC en esa época, influyó directamente en la decisión de aprobar cada una de las empresas propuestas por el propio Javier Sotomayor y por Antonio Castro Soto del Valle “como garante”. El primero, en virtud de la amistad que lo une a la actual miembro del Comité Central; y el segundo, como garantía de que sería un negocio controlado por la cúpula de poder.

“Susely autorizó personalmente esas empresas, y crecieron así porque nadie se atrevió jamás a tocarlas mientras ella se mantuvo (como secretaria del PCC en Matanzas)”, asegura bajo condición de anonimato un funcionario del Ministerio de Finanzas y Precios entrevistado por Cubanet: “Allí no se acercaba ningún inspector, porque todo el mundo en el Gobierno (de Matanzas) decía ´eso es de Antonio Castro´, ni siquiera de Sotomayor”.

Más allá del testimonio, a raíz de hacerse pública la noticia de la millonaria deuda fiscal, el proceso hoy se encuentra detenido. Probablemente presionado por quienes buscan frenar el escándalo, Dariel Sotomayor eliminó la denuncia que publicara en redes sociales. El caso de D´Soto S.U.R.L. estaba sacando a flote otro escándalo ligado a Javier Sotomayor que había logrado hasta el momento pasar inadvertido, y es el relacionado con las causas del cierre del Bar 2.45, igualmente relacionado con la figura de Antonio Castro Soto del Valle como “garante”.

“Tanto en las empresas de Matanzas como en el Bar 2.45 Antonio Castro ha servido, digamos, como garante”, asegura un alto ex funcionario del Gobierno cubano bajo la condición de proteger su identidad: “(Javier) Sotomayor tenía privilegios, como figura, pero eso no basta para que sus negocios sean intocables, por eso acudió a su amigo Tony (Castro) como garante (…), igualmente para fundar la orquesta acudió a Alex (Castro) porque es su amigo y sobre todo el marido de Kenelma (Kenelma Carvajal, viceministra de Cultura). Ahora, lo que sucedió con el Bar 2.45 fue un ajuste de cuentas por un tema eminentemente político, como lo que está pasando con D´Soto. (…) Son peleas de perros por allá arriba y Sotomayor se ha salvado no tanto por sus amigos sino porque hay mucha mierda en todo eso. La intención de algunos era cortarle la cabeza por salirse de la raya, allí había prostitución de menores, droga, y sobre todo muchos dólares entrando pero nada que no suceda en cualquier otro bar de La Habana”, asegura el ex funcionario que atribuye la caída en desgracia del atleta a una pérdida de confianza por parte del sector más conservador del Partido Comunista.

El Bar 2.45, con el consentimiento expreso de Javier Sotomayor, se había convertido en punto de reunión regular de varios dueños de mipymes que pedían organizarse más que como comunidad de intereses como grupo de presión que buscaría presionar al sector más retrógrado del régimen para, en principio, forzar la aprobación de políticas favorables y, quizás más adelante, aunque alineados con los principios básicos del PCC, transformarse en fuerza política que buscaría desplazar a los conservadores. De acuerdo con información ofrecida por fuentes vinculadas a estos encuentros en el Bar 2.45, la evolución del grupo fue monitoreada desde el inicio por la Seguridad del Estado y fue lo que en realidad determinó el cierre definitivo del local.



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