sábado, julio 12, 2025
Ciencia y Salud

El fin de un mito: no hay ‘machos alfa’ en las sociedades de primates


La creencia histórica de que los machos dominan socialmente a las hembras en la mayoría de las especies de mamíferos está en entredicho desde hace un par de décadas. Una buena parte del cuerpo científico sugiere que las relaciones de poder en la naturaleza entre machos y hembras son más complejas de lo que se piensa.

Ahora, un nuevo estudio encontró que en la mayoría de las poblaciones y especies de primates no está claro que alguno de los sexos se imponga sobre el otro. Esto nos otorga más posibilidades de explorar los factores que impulsan los sesgos sexuales en las relaciones de dominancia.

¿De dónde viene esta idea?

Según un artículo de The New Yorker, del 2023, el origen del macho “alfa” se remonta a 1970, cuando David Mech, el científico investigador principal del Servicio Geológico de EE UU, publicó su libro The Wolf: The Ecology and Behavior of an Endangered Species, en el que reunió investigaciones sobre los lobos, incluyendo sus hábitos y su estructura social. Aunque el texto fue en un éxito de ventas y permeó sus ideas en la sociedad contemporánea, con el tiempo, Mech se sintió incómodo, especialmente por la sección sobre jerarquía de manada.

En ese entonces, Mech se basó en investigaciones hechas con lobos en cautiverio. El estudio principal en ese momento era de Rudolph Schenkel, quien introdujo los términos “lobo líder” y “loba dominante”, antecesores de los actuales “macho alfa” y “hembra alfa”. “Resultó que casi todo eso estaba equivocado,” dijo Mech después y se dedicó a investigar lobos árticos en la isla Ellesmere, en Nunavut, Canadá. Ahí, observó las interacciones de los lobos en libertad, y confirmó que la idea del “lobo alfa” no aplica en condiciones naturales y no controladas. Es decir, que el lobo en cautiverio actúa completamente diferente a cuando está en su hábitat natural, de acuerdo con el artículo.

Fue con investigaciones posteriores, y con ayuda de herramientas como el rastreo por radio, que se descubrió que las manadas eran, en realidad, unidades familiares no dominadas por la agresividad masculina y que seguían una estructura básica: un padre, una madre, y sus hijos. Mejor dicho: no eran “alfas”, solo eran padres.


Dos chimpancés riendo.

El estudio publicado en The Royal Society Publishing señala que las burlas lúdicas aparecieron en contextos relajados, lo que descarta que sean mecanismos agresivos.


En ocasiones, los cachorros se separan con la esperanza de encontrar una pareja y formar su propia familia y, en otras, ayudan a criar a las nuevas camadas. Investigadoras como Kira Cassidy, científica asociada de investigación en un programa del Servicio de Parques Nacionales en Yellowstone y estudiante de Mech, confirmaron la teoría en este lugar, donde hallaron que los lobos dominantes “no están ahí porque hayan peleado por el lugar […] Simplemente son los mayores en edad o los padres”, según Cassidy.

En todo este tiempo, la idea del macho “alfa” terminó introduciéndose a los primates.

¿Y qué pasa con los primates?

El mito del lobo dominante, alimentado por estudios en zoológicos antiguos y leyendas europeas, ha persistido en nuestra cultura, llegando a manifestarse en nuestro entendimiento de otras especies, como los primates. Ahora, cada vez más nos acercamos a desmentir esta idea: los resultados de una nueva investigación publicada este lunes en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, nos dicen algo interesante: Las relaciones de poder entre machos y hembras son más flexibles de lo que suponíamos.

Los investigadores, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Alemania, y la Universidad de Montpellier, en Francia, recolectaron datos cuantitativos de 253 poblaciones sobre 121 especies de primates para investigar cómo se distribuyen y qué factores están asociados a los sesgos de sexo en los resultados de enfrentamientos entre machos y hembras. Demostraron que estos son comunes entre machos y hembras adultos, representando la mitad de todos los enfrentamientos en los grupos sociales de primates. Las conclusiones de la investigación, desmontan la idea de que ellos son naturalmente el sexo dominante. La idea de que la dominancia masculina es el estado predeterminado entre estos animales parece ser, más bien, una excepción.

Entre los hallazgos, el estudio titulado The evolution of male–female dominance relations in primate societies, encontró que apenas el 17% de las poblaciones de primates analizadas mostraron una dominancia masculina estricta, mientras que el 13% tuvo una dominancia femenina estricta y el 70% una dominancia compartida o ambigua. “Otros investigadores ya habían empezado a destacar esto en la naturaleza, pero nuestro estudio mostró una gran variación en estas relaciones, donde incluso pueden observarse cambios de poder entre diferentes poblaciones de la misma especie”, dijo Lukas para El País.


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Los chimpancés emplean al menos cuatro mecanismos combinatorios distintos de llamados para expresar nuevos significados, de manera similar a como los humanos estructuran su comunicación.


Dominancia compartida

El empoderamiento femenino pasó desapercibido ante el ojo científico durante décadas. Las primeras especies estudiadas por primatólogos fueron las que estaban dominadas por los machos, como los babuinos, macacos, y chimpancés. Fue por esto que, durante un tiempo, los científicos pensaron que todas las especies de primates funcionaban de la misma manera, hasta que se desmintió el mito. Las investigaciones demostraron que las hembras ganan poder de maneras distintas, a veces más sutiles y pacíficas, mientras que los machos lo ganan a través de su fuerza física y coerción.

La dominancia femenina se da principalmente en especies donde las hembras son monógamas o de tamaño similar al de los machos, como sucede entre los lémures, los galágidos o los loris perezosos; o cuando ellas tienen el control reproductivo. Es decir, una de las principales formas en las que las hembras ganan poder, está relacionada con su capacidad de elección de machos. Ellas deciden cuándo y con quién aparearse, como sucede entre los bonobos; o cuando no hay infanticidios, lo que ayuda a que la confrontación disminuya. En algunos casos, ellas también pueden establecer su dominio mediante técnicas agresivas, como ocurre con los bonobos, donde las hembras se unen para juntar fuerzas y agredir a un solo macho.



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