El nacimiento de la Universidad Nacional: el legado de Porfirio Díaz y Justo Sierra a las puertas de la Revolución Mexicana
Porfirio Díaz, quien había gobernado México durante tres décadas, quería mostrar al mundo que en 1910, a un siglo de su independencia, el país era una nación civilizada. Las Fiestas del Centenario, una serie de actos protocolarios e inauguraciones de obras y monumentos fueron el marco para la inauguración de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) el 22 de septiembre. A partir de la unión de distintas escuelas, la casa de estudios se convirtió en el bastión de progreso y desarrollo que Díaz quiso mostrar al mundo, pero sobre todo, profesionalizó el saber e impulsó la investigación en un país lleno de contrastes donde el 80% de la población era analfabeta.
En 1910, la Comisión para el Centenario proyectó inaugurar 1.419 obras, pero solamente logró que 862 vieran la luz. Algunas de las más relevantes fueron la Escuela Nacional de Maestros, las obras terminales del desagüe del Valle de México, el Palacio de Comunicaciones, el de Relaciones Exteriores, y el Manicomio General La Castañeda. Sin embargo, la creación de la UNAM albergaba un halo especial por la importancia que tendría, no solo en su momento, sino como símbolo de continuidad.
1910: la consolidación de un sueño
Los antecedentes de la Universidad Nacional se remontan a la primera universidad en México. La Real y Pontificia Universidad de México se fundó el 21 de septiembre de 1551 por Real Cédula del Emperador Carlos V. Esa universidad se fundó con los mismo privilegios que la Universidad de Salamanca y la integraron cinco escuelas: Teología, Cánones, Leyes, Medicina y Artes. Tras la Independencia de México, la universidad fue clausurada en distintas ocasiones, y en su lugar se crearon escuelas nacionales.
En 1881, Justo Sierra presentó un proyecto de ley para darle vida a la Universidad Nacional, al unir las distintas escuelas en una sola institución laica. El proyecto se volvió realidad el jueves 22 de septiembre de 1910, con la inauguración de la Universidad Nacional de México en el anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP), que hoy es el Antiguo Colegio de San Ildefonso.
Justo Sierra, entonces Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, habló del futuro de la Universidad Nacional de México en su discurso: “me la imagino así: un grupo de estudiantes de todas las edades sumadas en una sola, la edad de la plena aptitud intelectual, formando una personalidad real a fuerza de solidaridad y de conciencia de su misión”. Sus palabras reflejaban un profundo sentimiento nacionalista, destacando la importancia de “adquirir los medios para nacionalizar la ciencia” y “mexicanizar el saber”.
Al finalizar los discursos y al declarar abiertas las puertas del saber, los más altos funcionarios de México, entre los que se encontraba Porfirio Díaz, desfilaron de la Escuela Nacional Preparatoria al edificio de la recién creada Escuela de Altos Estudios, donde Joaquín Eguía Lis rindió protesta como el primer rector de la institución.
Pedro Henríquez Ureña escribió, “si la universidad nació, fue porque ya existía”, la creación de la universidad no implicó la construcción de nuevos edificios, sino que conjuntó los principales centros de educación en una sola institución y actualizó sus planes de estudio, adecuándose al pensamiento modernista y positivista de la época. La Escuela de Ingenieros, la Escuela de Jurisprudencia, la Escuela de Medicina, la Escuela de Altos Estudios y la Escuela Nacional Preparatoria se convirtieron en la base de la Universidad Nacional de México. Debido a la cercanía de las escuelas, el Centro Histórico de Ciudad de México fue el primer barrio universitario del país.
En 1910 la Universidad tenía 1.969 estudiantes, 232 ingenieros y 31 arquitectos en la Escuela de Ingenieros; 443 estudiantes en la Escuela de Medicina; 229 en la Escuela de Jurisprudencia, y finalmente, la Escuela de Altos Estudios y la Escuela Nacional Preparatoria concentraron el 50% del alumnado restante de la universidad.
Las mujeres en la universidad
La creación de la Universidad Nacional supuso un cambio en la educación superior de las mujeres en México. A finales del siglo XIX, el acceso a la educación estaba marcado por una clara división de género. Mientras los hombres asistían a la Escuela Nacional Preparatoria, donde se les ofrecía una formación científica basada en el positivismo, las mujeres eran formadas en la Escuela de Instrucción Secundaria con contenidos enfocados en tareas domésticas, escritura y correspondencia, y otras habilidades consideradas adecuadas para su papel en la sociedad. Las mujeres tuvieron acceso a la Escuela Nacional Preparatoria desde los años 80 del siglo XIX, pero muy pocas entraron.
Antes de 1910, son contadas las mujeres que se graduaron de estudios superiores, entre ellas destaca Matilde Montoya, la primera médica cirujana, misma que enfrentó una gran cantidad de críticas y obstáculos, pero que fue apoyada por Porfirio Díaz para culminar sus estudios. Aún con el acceso abierto a la nueva institución, pocas se atrevieron a desafiar las normas sociales. Aquellas que lo hicieron, como las primeras médicas, abogadas y dentistas, enfrentaron burlas, ataques e incomprensión. En la Escuela de Jurisprudencia se tiene registro de una sola mujer que entró en 1910, y sobre eso se escribió: “algunas veces los maestros no dejaban de demostrar su pena por tener que consentir en un absurdo, el de enseñar derecho a una mujer”.
En la Escuela de Altos Estudios se inscribieron 15 alumnas al primer ciclo, una pequeña fracción del alumnado total de la universidad, pero solo 30 años después, las mujeres ocuparon casi el 21% de las plazas en toda la universidad.
Ante la sombra de la revolución
La Universidad Nacional de México nació en el centenario de la Independencia, pero mientras las fiestas en Ciudad de México y otras partes del país se adecuaron a la visión de “civilidad” que Porfirio Díaz quiso demostrar, el descontento generalizado en contra del poder estaba a punto de cambiarlo todo. Durante las fiestas de septiembre, Francisco I Madero, quien dio inicio a la Revolución Mexicana, se encontraba preso en San Luis Potosí por los cargos de conato de rebelión y ultraje a las autoridades. El candidato presidencial escapó el 6 de octubre y poco después dio inicio a la Revolución Mexicana.
Entre fiestas, inauguraciones y alabanzas al progreso y el desarrollo, el régimen de Porfirio Díaz embelleció Ciudad de México. Se cuenta que se instalaron 50.000 focos para iluminar el Zócalo y más de 30.000 en la Alameda, pero, en palabras de Gerardo Mendive: “tanta iluminación no ayudó a ver claro lo que vendría”.
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