jueves, noviembre 21, 2024
Cuba

El odio no es lo que divide a la sociedad cubana


LA HABANA_ Si Cubadebate, en menos de 24 horas, ha subido al menos un par de artículos sobre El Taiger, y ambos usando el duelo de una multitud para atacar a medios de prensa independientes y a influencers que solo exponen sus puntos de vistas personales sin hipocresías, entonces hay que comenzar a sospechar de que el régimen cubano, una vez más, se aprovecha del sentimiento popular e intenta movilizar a la fanaticada contra aquellos a los que le conviene demonizar y, de paso, silenciar.

Lo hace a lo descarado, incluso pretendiendo ignorar la vez que el mismísimo cantante, por cuya muerte ahora se muestra conmovido hasta las lágrimas, dedicó unas palabras subiditas de tono y de palabrotas contra Miguel Díaz-Canel —momento que ha quedado registrado en video y que por estos días circula en las redes sociales—, y además olvidando las veces que Abel Prieto, cabecilla de la “guerra cultural” contra la “cultura de masas”, el reguetón, el reparto y todo cuanto se aparte de esa “cultura oficial” que se promueve desde el Ministerio de Cultura, que es lo mismo que decir el Ministerio del Interior.

Ignora, de paso, la censura que ha impedido por décadas que la música de El Taiger, así como las de otros reparteros, llegue a ese sistema de radio y televisión que dirige directamente el Departamento Ideológico del Partido Comunista, y se finge no responsable por el hostigamiento a representantes del arte urbano en todas sus manifestaciones, a la clausura de estudios de grabación independientes, a la penalización de estas actividades que continúan siendo prohibidas como prácticas monopolizadas por las empresas estatales de grabación y comercialización de las obras musicales.

Pero entre lo más grave de esta oportunista defensa de El Taiger no es que pretenda hacernos creer que es sincera, sino que busque hacernos olvidar las razones por las cuales todos esos cantantes que hoy viven dispersos por el mundo se han visto obligados a emigrar, como sucedió recientemente con el conocido como El Bebeshito, que viendo clausurados sus conciertos públicos por la policía, habiendo sido invitado a un programa televisivo más tarde fue excluido por órdenes de alguna “mano negra”, y que siendo ahora mismo el más escuchado en la Isla, jamás fue convocado a grabar un número por las disqueras manipuladas por el MINCULT, y jamás ha sido mencionado para bien por los hipócritas de Cubadebate.

Están aprovechándose de las circunstancias no por empatía hacia un pueblo que desprecian, que han dividido muy conscientemente entre un grupito militar con poder y una masa rendida a sus pies a fuerza de represión, sino para probar la efectividad de su asquerosa verborrea sobre los “odiadores”, esforzándose en consolidar, en medio de los sentimientos de duelo, un discurso que cae por su propio peso, en tanto mucha de la gente que hoy llora por El Taiger es la misma que sabe muy bien cuál es la verdadera raíz de sus desgracias cotidianas, aunque por miedo permanezcan callados.

Desgracias que se remontan más allá del surgimiento de la prensa independiente, de los influencers y de las redes sociales, y deseos de ser libres que se pierden en el tiempo, así como en la memoria de un país que ahora llora por su cantante pero que mañana lo olvidará, así como ha sido entrenado en olvidarlo todo, incluido el calvario de la niña Amanda y de su familia, que a pesar de haber sido salvada por la presión de esos que el régimen llama “odiadores”, no recibió todas esas plegarias, mensajes, marchas, movilizaciones como ahora con El Taiger, pero sí las suficientes bendiciones como para hoy estar viva y saludable allí lejos, en Europa, donde sí hubo recursos para salvar a una desconocida, y no acá donde solo una élite de privilegiados cuenta con atención médica de calidad.

El régimen, siempre sin escrúpulos, ha visto en las circunstancias su momento de atacar. Lo ha hecho con tanta precisión y con tanta sincronización de sus voceros y medios, de sus “ciberclarias” —que llevan buena parte de la campaña— que pareciera habría estado esperando desde la víspera la noticia del disparo mortal, como si la desgracia le hubiera caído del cielo así como cae la presa de un escopetazo. Como si, para justificar su arremetida contra los periodistas independientes, para hacerla pasar inadvertida en medio de otra noticia que la aplaste, hubiera planificado este momento como el asesino frío que ha demostrado ser.

Como el oportunista que quiso usar a su favor la desgracia del incendio de los tanques de combustible en Matanzas, a pesar de haber enviado a unos soldados casi niños a la muerte, y como el psicópata que convirtió en circo el duelo por las víctimas de la explosión del Hotel Saratoga, una catástrofe sobre la cual aún no llegan los resultados de la investigación, como tampoco los nombres y sanciones a los responsables. ¿Quizás porque fue en realidad un experimento fallido, una chapucería, para probar el discurso sobre los “odiadores”?

¿Tan necesitados andan de “héroes”, de tragedias y de razones para culpar a otros del desastre que han provocado con sus ambiciones de poder, con sus planes de consolidar económicamente a una élite militar que está previendo su caída y necesita de suficiente capital para resucitar allá donde le den refugio?

¿Tan desesperados están que han preferido apostarlo todo por ese paradigma de juventud “apolítica”, sin grandes ideas ni moral, y no por ese verdadero “hombre nuevo” que decide luchar hasta la muerte por “cambiar lo que debe ser cambiado”?

Un legítimo “hombre nuevo” que solo hemos visto encarnado en los hombres y mujeres que salen a las calles a reclamar a gritos la libertad que les han arrebatado, en los artistas que hoy guardan prisión o sufren destierro por no prostituirse con su arte en medio de una dictadura.

El odio no es lo que divide a la sociedad cubana como tampoco será el odio contra los “odiadores” la que la unirá. Las marcadas y peligrosas separaciones que hoy amenazan con hacer pedazos a Cuba son las que han sido fabricadas por los mismos dictadores para hacer de las suyas mientras nos distraemos peleando unos contra otros, y no todos, unidos, contra esos que ganan tiempo y dinero cuando nos enfrentamos.



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