martes, marzo 4, 2025
Cuba

El peligro y la miopía


PUERTO PADRE, Cuba.- Estados Unidos vive días de peligro y me preocupa. Lo he dicho en otras ocasiones: amo a Estados Unidos, al que conozco por libros y revistas muchísimo antes de pisar la tierra de 33 de sus Estados, lo amo por su naturaleza, por su gente, por su historia, y porque allí viven mis hijos y nacieron mis nietos.

Pero en mi familia tuvimos un estadounidense muchísimos años antes de mis nietos. Lo conocí. Muchas noches me tocó cuidar de Mayaya, su viuda. Él murió en Cuba. Había donado dinero al Movimiento 26 de Julio hasta para comprar aviones. Eso fue cuando Fidel Castro todavía negaba ser comunista. Luego el castrismo comenzó las expropiaciones precisamente por las propiedades de los americanos.

Y ahora  aquel americano, que a finales de los años 20, o principio de los años 30 del siglo pasado contrajo matrimonio con mi tía por vía paterna María Reyes, me recuerda al presidente Joe Biden y a la cofradía que el próximo enero, sí, dejará de habitar la Casa Blanca pero no el país. Míster Morris, decían a aquel estadounidense.

Se llamó Julian Morris. Fue muy aficionado a la caza y a la pesca de altura en un bote que se hizo traer de Tampa. Era enérgico. Valiente. Pero cosa rara esta: podía ser cándido como un bebé, incluso, con personas que no eran ni su familia ni sus allegados. 

Los americanos

Eso quizás llevó a mi padre, un tipo pragmático, a una generalización lapidaria: “Los americanos son como niños grandes”, dijo; y, sabido es: del mismo modo que la candidez infantil es signo de pureza por germinar, en una persona adulta, criminológicamente hablando, cándido y víctima vienen a ser sinónimos.

Traigo la anécdota familiar al asunto público, porque esa… llamémosla “ingenuidad” de míster Morris, la hemos visto multiplicada a escala nacional en Estados Unidos. La vimos ocho años en la simplicidad del Gobierno de Obama y Joe Biden y la hemos visto otros cuatro años en la administración Biden-Harris al tratar no sólo con los castrocomunistas asuntos diplomáticos, sino también en las más variopintas relaciones, que van desde agrícolas hasta de asuntos de seguridad nacional, y que son y bien sabido es, adversarios declarados del sistema político, económico y social de Estados Unidos.

Lo digo y sólo por citar uno de muchísimos ejemplos, porque no hace mucho causó ruido sociopolítico, humano e histórico, ver husmeando en uno de los aeropuertos estadounidenses más importantes, el Aeropuerto Internacional de Miami, a aduaneros de Cuba, llevados de la mano por el Departamento de Estado de Estados Unidos, como si fueran “visitas del Ministerio de Transporte cubano”, y no lo que en realidad son: exploraciones de muy cujeados oficiales de los servicios secretos castrocomunistas, en comisión de servicio en la Aduana, la que precisamente dirige un coronel del Ministerio del Interior.

¡Cuidado!

Pero ese incidente del aeropuerto de Miami, y luego admitir en suelo estadounidense a encumbrados dirigentes y represores comunistas cubanos, sin el más mínimo sentimiento de culpa, sólo es el último eslabón de una larga cadena de… “ingenuidad a lo míster Morris”, porque en nuestro caso, Cuba, y esto no sólo implica a la administración Biden, sino también a varias administraciones en el pasado, hemos visto cómo el régimen totalitario castrocomunista ha seleccionado, estudiado, reclutado, entrenado y dirigido agentes de inteligencia dentro de las más altas esferas del Gobierno de Estados Unidos, vulnerando no sólo la seguridad nacional de ese país, sino también quebrando la protección de las libertades universales de muchísimos países, atendiendo a cuánto significa  para las naciones democráticas del mundo, la seguridad nacional estadounidense.

Y hemos visto y no precisamente sólo con las “protestas estudiantiles pro Palestina”, sino desde hace años, cómo las principales instituciones de pensamiento de Estados Unidos, que son sus universidades, están siendo tomadas por lo que José Martí llamó “lecturas extranjerizas”.

Y, así, si antes vimos quemar banderas estadounidenses, ya ahora vemos arriar la bandera de Estados Unidos en una universidad para en su lugar izar la bandera de Palestina. Es un hecho que entraña un símbolo peligroso. ¡Cuidado!

Los peligros

Así vemos como personas que son desde estudiantes, académicos o conferencistas, con poca o ninguna relación intrínsecamente con la cultura estadounidense de profundas raíces democráticas, o, poseyéndola, por nacimiento, reniegan de ella, y se han convertido en propagadores o agentes de influencia de lo que muy tempranamente, en mayo de 1894, hizo 130 años y precisamente desde la ciudad de Nueva York, José Martí advirtió cuando dijo:

“Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras, el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo, empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados.”

La seguridad nacional

Y ahora en Estados Unidos los “frenéticos defensores de los desamparados” han crecido cuales hierbas indeseables en un campo de maíz, ahogándolo. Y la nación estadounidense está en peligro por miopía, entiéndase por negligencia inexcusable de sus gobernantes, que, habiendo sido elegidos democráticamente, no han cumplido con el más importante encargo de sus electores: velar por la seguridad nacional.

Donald Trump ganó las elecciones y en enero tendremos una administración republicana en la Casa Blanca. Pero constitucionalmente –puesto que ya gobernó un período– Trump sólo tiene cuatro años para tratar de enmendar despropósitos ya enraizados y no sólo en una clase política.

Ojalá la administración Trump gane en liderazgo con políticas públicas destinadas a favorecer a los estadounidenses todos, ya sean ciudadanos de ese país o residentes, a Estados Unidos, como nación, y a sus socios, neutralizando o eliminando al propio tiempo, a quienes quieren hacer de Estados Unidos una comuna socialista.

Para conseguir ese objetivo estratégico, los líderes recién elegidos deberán ser capaces de fortalecerse entre ellos mismos, con hechos tangibles, al punto que los discursos huecos de los “frenéticos defensores de los desamparados” se muestren como lo que son: “ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo, empiezan por fingirse”.

Entre el peligro de extinguirse la nación próspera y democrática y la miopía de no ver las acechanzas que buscan estrangularla, Estados Unidos debería optar por ir al encuentro de cada uno y todos esos acechos y desarticularlos sin dilación.  



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