El primer acto de piratería aérea de la historia lo cometió el Movimiento 26 de Julio
Fidel Castro, que desde la Sierra Maestra comandaba el M-26-7, negó toda responsabilidad en lo que calificó de “acto aventurero”
LA HABANA, Cuba – El primer acto de piratería aérea de la historia no fue cometido por terroristas del Medio Oriente, como muchos pudieran suponer, sino por un comando del Movimiento 26 de Julio que hace 67 años, el primero de noviembre de 1958, durante la insurrección contra el régimen de Fulgencio Batista, inició, con un trágico saldo, la práctica de los secuestros de aviones.
Ocurrió cuando un comando de cinco miembros del M-26-7 desvió a punta de pistola, el vuelo 495 de Cubana de Aviación, con 16 pasajeros a bordo, que cubría la ruta Miami-Varadero.

Media hora después de iniciado el vuelo, cuando faltaban 15 minutos para llegar a Varadero, dos hombres encañonaron con sus pistolas al piloto y lo conminaron a que dirigiera el avión hacia la región oriental de Cuba. Mientras, los otros tres secuestradores, amenazando con sus armas a los aterrorizados pasajeros, les ordenaron que no se movieran de los asientos. Luego, apagaron las luces del avión (según testigos presenciales contaron posteriormente, uno de los secuestradores apagó de un balazo uno de los focos).
Los secuestradores, cuyo objetivo era unirse a las guerrillas castristas, para las cuales llevaban municiones y dinero, ordenaron al piloto aterrizar en la pista del central Preston, en la costa norte de la actual provincia de Holguín.
Como había advertido el piloto a los secuestradores, la pista no fue lo suficientemente larga para el aterrizaje del aparato, un turbohélice Vickers Viscount 755D, y el avión, que estaba a punto de quedarse sin combustible, se salió de la pista y fue a parar a las aguas profundas e infectadas de tiburones de la bahía de Nipe.
Hubo 17 muertos: 14 de los 16 pasajeros y tres secuestradores. Entre los muertos había tres niños de dos, cuatro y cinco años, y su madre, que estaba embarazada.
El crimen quedó impune. A pesar de que seis de los fallecidos eran ciudadanos norteamericanos, el gobierno estadounidense, alegando no tener jurisdicción, no investigó el hecho. Y tampoco hubo indagaciones por el régimen de Batista, que sería derrocado dos meses después por los rebeldes.
Fidel Castro, que desde la Sierra Maestra comandaba el M-26-7, negó toda responsabilidad en lo que calificó de “acto aventurero”, y Raúl Castro calificó el hecho como “una estupidez heroica”.
Pocos años después de la llegada de Fidel Castro al poder, empezarían los secuestros de aviones por personas que deseaban escapar de su régimen. Luego, en las décadas de 1960 y 1970 los desvíos se hicieron frecuentes, cuando, antes de extenderse al Medio Oriente y Europa, fue el modo utilizado por miembros de grupos radicales y prófugos de la justicia norteamericana y por guerrilleros latinoamericanos – como el uruguayo Daniel Chavarría, el tupamaro que se convertiría en escritor – para buscar refugio en Cuba.
Del secuestro del vuelo 495 de Cubana de Aviación solo se conoce lo poco que informó la prensa cubana y norteamericana de la época y lo recogido en un libro que tomó diez años al periodista colombiano Gerardo Reyes. Esperemos que aporte nuevos detalles el documental del realizador exiliado Lilo Vilaplana sobre aquel trágico suceso que se estrenará en Miami el próximo 2 de noviembre.
