jueves, marzo 6, 2025
Cuba

El suplicio interminable de reparar una casa en Cuba


SANTA CLARA, Cuba. – Hace tres años, cuando el hijo de Rosaura Mendoza partió de Cuba a Estados Unidos, vía Nicaragua, le aseguró a su progenitora que lograría reunir el dinero suficiente para reparar una pequeña casa adquirida en la periferia de Santa Clara. La que antes ocupaban debió ser vendida para saldar las deudas del trayecto, el pasaje, y pagar la nueva vivienda, mucho más estrecha y con serios problemas constructivos.

De la fecha hacia acá, esta jubilada calcula que invirtió más de 2.000 dólares en nimiedades tales como levantar una pared intermedia entre el cuarto improvisado y la cocina, colocar un tanque elevado para agua y enchapar la meseta. “Si me pongo a sacar cuentas por un poco más de dinero ya tuviera un apartamentico cerca de los hospitales, que casi los están regalando. Meterse a reparar una casa en Cuba es como darle pedradas a un panal: empiezas por un problema y aparecen diez más”.

La posibilidad del libre visado otorgado por Nicaragua a finales de 2021 estimuló como nunca antes la venta de viviendas en la Isla. Aunque en aquel entonces algunas de estas propiedades tuvieron salida en el mercado, paulatinamente los vendedores se vieron obligados a reducir su valor, e incluso, ofrecerlas con prestaciones adicionales como el mobiliario o los equipos electrodomésticos. 

A pesar de la evidente devaluación de los inmuebles, algunos cubanos optan por reparar, remodelar o reconstruir los suyos para luego venderlos a mejor precio o alquilar el espacio a negocios particulares. En este caso se halla Rosaura, que por problemas de salud debió mudarse con una sobrina y ahora renta su cuarto a dos mecánicos de motorinas. “No da la cuenta para seguir tirándole dinero a una vieja con colorete”, resume.

De acuerdo con cifras oficiales de hace un año y medio, más de 800.000 viviendas en Cuba se encuentran en regular o mal estado y se necesita rehacerlas o darles mantenimiento. Sin embargo, el cálculo resulta bastante conservador teniendo en cuenta la situación de deterioro inmobiliario que se observa no solo en zonas periféricas, sino también en urbes cabeceras de provincias. 

Viviendas en un barrio periférico de Santa Clara, construidas por “esfuerzo propio” (Foto de la autora)

Basta un recorrido por las calles más céntricas de cualquier ciudad, municipio o poblado rural cubano para percatarse de la gran cantidad de casas a medio (re)construir cuyas obras llevan años paralizadas. En muchas de ellas suelen residir, sin otro remedio posible, familias de varios integrantes que comparten habitación, a la espera de que la providencia los ayude a independizarse. Otras viviendas, sin embargo, resaltan por su mezcla variopinta de estilos arquitectónicos, algunas edificadas en poco tiempo, y con derroche de materiales que aparecen “por arte de magia”. 

Mientras tanto, Yankiel, vecino del reparto Capiro de Santa Clara, intenta desde hace meses “darle forma” a un cuartucho de desahogo situado en el traspatio de la casa de su suegra, en el que convive con su esposa y sus dos hijas menores de edad. Cuando logre convertirlo en un espacio habitable, tendrá que iniciar el tedioso papeleo para que se la reconozcan como una vivienda legal, con derecho a metrocontador eléctrico independiente. 

“Hay un dicho que dice que el que se casa, casa quiere”, apunta. “Empecé por levantar paredes y poner techo de zinc venezolano, pero se quedó sin repello, porque el cemento no lo puedo pagar con mi salario de chofer. Solicitamos un crédito al banco, y nos alcanzó el dinero nada más para empezar. Para aplicar a un subsidio, tendríamos que tener otro hijo, imagínate. Quiero reunir para tener al menos un baño decente antes de que lleguen los 15 de la niña”. 

En 2021, las autoridades cubanas dieron a conocer en la Gaceta Oficial (ordinaria número 57) nuevas normas para el otorgamiento de subsidios a personas naturales sin solvencia económica que necesitaran realizar acciones constructivas. En este documento también se incluían las reglas para el financiamiento a las madres, padres o tutores legales que tengan a su guarda y cuidado tres o más hijos menores. 

Muchas personas que han recibido el referido subsidio alegan que luego del burocratismo que implica obtenerlo, con dinero en mano, casi siempre están en falta los materiales en los puntos de venta conocidos como “rastros” o cuestan mucho más de los montos definidos, debido a la alta tasa inflacionaria de hace más de tres años a la fecha. Por otra parte, quienes no apliquen para lo anterior o para créditos bancarios deben conformarse con emprender la construcción por “esfuerzo propio”, lo que se traduce básicamente en un “arréglatelas como puedas”. 

Cemento, ladrillo, arena… y un saco de dinero

Una buena parte de los insumos que se comercializan “por la izquierda” en el mercado informal son sustraídos de obras estatales o bien revendidos por quienes los reciben a precios subsidiados, según explica Javier, un albañil consultado al que conocen con el mote de “El Rápido”. “Lo más caro es tirar una placa. Eso sí que sale caliente. Para una casa de unas cuantas habitaciones debe montarse fácil en medio millón de pesos”, deduce. “La gente las techa con zinc o fibro, pero cuando viene un ciclón, ya tú sabes…”.

Los albañiles cubanos cobran su trabajo en dependencia de cada unidad colocada o superficie concluida. Por ejemplo, la tarifa establecida por Javier por fraguar un espacio con un millar de bloques es de aproximadamente 35.000 pesos. Mientras, el enchape de baños y cocinas cuesta cerca de 2.000 por metro cuadrado. “Entre los materiales y la mano de obra realmente se necesita un saco de dinero”, reconoce este albañil, que también ilustra que muchas personas se ven obligadas a vivir por años en cuartos sin terminar por no contar con la solvencia suficiente para colocarles piso o resanar paredes.

Una vivienda que se quedó a medio construir, en Santa Clara (Foto de la autora)

Vía Messenger un vendedor de materiales de la construcción, que propone sus ofertas en Revolico Santa Clara, desglosa el precio de los materiales: bloques a 250 pesos cada uno, ladrillos a 80 y el metro de losa criolla a 4.000. Los sacos de cemento P350, el que se usa para la mayor parte de las fundiciones, cuestan 10.000 pesos o más en el mercado informal. Si tomamos en cuenta la medida de un cuarto simple de cuatro por cuatro, darlo por concluido equivaldría a unos cuantos miles de CUP. 

En zonas turísticas como Matanzas o Trinidad los precios son mucho más privativos. Beatriz, su esposo y sus tres hijos, residentes en esta última ciudad espirituana, tuvieron que “independizarse” por conflictos familiares y decidieron reparar una casita de tablas que una amistad le cedió. A seis años de haber comenzado las obras aún no han logrado ponerle piso, ni repellar los ladrillos o instalarle agua del acueducto. 

“Ha sido un suplicio, dejamos de comprarnos ropa, zapatos, comíamos arroz pelado para guardar el plato fuerte para los niños”, lamenta esta joven madre de 23 años. “Han sido años de sacrificio, durmiendo entre cemento, lomas de gravilla y arena para que no se la llevaran las crecidas [inundaciones]. Cuando construyes se vive en un estrés constante, de reunir quilo por quilo, o de que vengan los inspectores a preguntarte de dónde sacaste tal o más cual cosa”. 

Ante la crítica situación con los materiales de construcción, algunas personas suelen acudir en horario nocturno a zonas donde se hallan edificios en desuso, derrumbe o mal estado para sustraer a golpe de mandarria los bloques, ladrillos y sobre todo las cabillas, otro de los insumos más caros y necesarios para cualquier obra. Beatriz rememora en su conversación una escena de la película cubana El cuerno de la abundancia en la que el personaje principal roba ladrillos para poder terminar un cuarto en su vivienda: “Me identifico, porque también tuvimos que hacerlo. Salíamos por las calles mirando para todos lados a ver qué pedacito de ladrillo viejo se podía recoger de alguna jardinera”.  



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