El tira y afloja entre China y Europa por el hidrógeno
Las tres nuevas fuerzas productivas identificadas por China para impulsar su economía: paneles solares, coches eléctricos, baterías, son también los pilares de la transición verde europea; cuyas cadenas de suministro y exportaciones son monopolizadas en su totalidad por Pekin. Pronto, las empresas chinas podrían dominar otro sector crítico para el Pacto Verde Europeo: el de los electrolizadores, las máquinas de división del agua que fabrican hidrógeno verde a partir de electricidad limpia.
El hidrógeno verde es un combustible libre de CO2 producido a partir de fuentes de cero emisiones que la Comisión Europea pretende utilizar en la descarbonización de la industria, el transporte y en el almacenamiento de energía. Los objetivos son ambiciosos: para 2030, la UE tendrá que producir diez millones de toneladas e importar otras tantas; para 2050, el hidrógeno verde deberá cubrir aproximadamente el 10% de las necesidades energéticas de esta comunidad política. Sin embargo, teniendo en cuenta que el 60% de la capacidad de fabricación de electrolizadores se concentra en China, y considerando que este porcentaje va en aumento, las empresas de occidente temen que los objetivos europeos no se cumplan con maquinaria fabricada en su territorio, sino importada del país asiático.
Las empresas europeas le temen a China
En el verano pasado, veinte empresas escribieron una carta a la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en la que expresaban sus temores y solicitaban garantías. Con la quiebra de la gigante de baterías sueca Northvolt, la UE está en peligro: la industria del automóvil está luchando por competir en el sector eléctrico, y la industria de la baterías podría morir antes de desarrollarse. Incluso los fabricantes de turbinas eólicas corren el riesgo de no poder hacer frente a la competencia china.
«Una vez que se pierde una tecnología o su cadena de suministro, es imposible recuperarla. Los fabricantes chinos de electrolizadores reciben subvenciones estatales que distorsionan la competencia, lo que coloca a los distribuidores europeos en una posición de considerable desventaja», advierten los firmantes de la carta. Sobre todo porque la euforia por el hidrógeno limpio ha pasado y el mercado tiene dificultades para despegar, frenado por la incertidumbre de los compradores debido a los elevados precios. Un kilo de hidrógeno de origen renovable puede costar seis veces más que un kilo de origen fósil. En estas condiciones, es comprensible el atractivo de los electrolizadores chinos, que cuestan alrededor de un tercio menos que los europeos.
Los límites de los aparatos chinos
Los temores de las empresas europeas se han hecho realidad. En la segunda subasta del Banco Europeo del Hidrógeno (BEH), celebrada a principios de diciembre, se impusieron restricciones al uso de componentes chinos en los proyectos de hidrógeno financiados con recursos de la UE: los electrolizadores fabricados en China no pueden representar más del 25% de la capacidad de producción de la planta.
«Cuando se recurre a medidas defensivas como esta, significa que ya se está en desventaja en la cadena de suministro, es decir, que a nivel de mercado no se puede caminar solo. Por tanto, se trata de un trayecto cuesta arriba, que solo puede ser eficaz hasta cierto punto, ya que la única forma de superar ciertos retos se encuentra en las capacidades de producción y tecnológicas», explica Luca Picotti, abogado, experto en derecho mercantil y autor del libro La legge del più forte (La Ley del más fuerte). Añade que ya se han constatado que las financiaciones y subvenciones dispersas, cuando no van acompañadas de cláusulas de prioridad nacional, acaban beneficiando a las empresas extranjeras que van por delante en esos sectores.
Las dos tecnologías de electrolizadores
En el informe sobre el futuro de la competitividad europea, el ex Primer Ministro y actual Presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, afirma que «la Unión ostenta el liderazgo tecnológico en electrolizadores pero, a diferencia de China, todavía no produce a gran escala». Entre la producción occidental y la china no solo hay diferencia de volúmenes y precios, sino también de calidad. China fabrica principalmente electrolizadores alcalinos, una tecnología madura cuyo ciclo de fabricación ha perfeccionado hasta tal punto que puede ofrecer aparatos muy baratos. Un estudio de Wood Mackenzie, proveedor mundial de soluciones de datos y análisis, sostiene que «la maquinaria china puede garantizar una reducción a la mitad de los costos de inversión de un proyecto de hidrógeno».
Sin embargo, cuando se trata de electrolizadores con membranas de intercambio de protones (PEM, por sus siglas en inglés); una tecnología más cara pero mejor en términos de eficiencia energética, la producción china no es superior a la occidental, ni más barata. Aunque esto podría cambiar: en septiembre, el grupo Envision, que se ocupa de calificaciones para el diseño y la construcción de infraestructuras sostenibles, con sede en Shanghai, anunció una inversión de 1,000 millones de dólares en España para crear un parque industrial dedicado tanto a electrolizadores alcalinos como PEM.
Aunque la instalación se construirá en la Unión Europea, sigue existiendo un riesgo para la autonomía tecnológica que busca la Comisión: las empresas chinas podrían apoyarse en la escala alcanzada en la maquinaria tradicional mientras avanzan en la fabricación de electrolizadores PEM, lo que dificultaría aún más la competencia de los fabricantes europeos. Sobre todo porque estos últimos, a diferencia de los chinos, no tienen la misma facilidad de acceso a las materias primas. El informe de Draghi explica que «la producción de electrolizadores requiere al menos 40 materias primas y la UE solo produce entre el 1% y el 5% de ellas». El estudio de Wood Mackenzie añade que la necesidad de materiales de alta calidad, como níquel para la tecnología alcalina o platino, iridio y titanio para la tecnología PEM, «es el costo adicional más significativo».
«Si los fondos y la financiación de las tecnologías limpias se ven limitados por la prioridad nacional o la exclusión de determinadas nacionalidades, y si se elevan los aranceles sobre los bienes importados como en el caso de los vehículos eléctricos, un compromiso puede ser atraer la inversión manufacturera extranjera a suelo europeo», expone Picotti. De cierta forma, es una situación en la que todos ganan: los chinos acceden al mercado europeo sin sufrir los aranceles y los europeos obtienen fábricas, puestos de trabajo y conocimientos técnicos.
«Pero esto no entra necesariamente en los planes de Pekín, sobre todo cuando se trata de compartir las etapas de mayor valor añadido. Así que estas medidas defensivas pueden estar bien a corto plazo, pero no se puede confiar solo en ellas, uno tiene que hacerse grande por sí mismo en términos de competitividad, productividad e innovación. Primero se gana en el mercado, luego viene el resto. Y a veces la madurez también consiste en aceptar algunas derrotas y empezar a mirar hacia otro lado”, concluye Picotti.
Artículo publicado originalmente en WIRED Italia. Adaptado por Alondra Flores.