Encélado, la luna de Saturno que no deja de sorprender: su polo norte se creía inerte, pero no es así
Desde hace algunos años, la comunidad científica ha enfocado sus investigaciones en el polo sur de Encélado, la luna más activa de Saturno, a causa de sus géiseres de vapor y hielo que brotan desde unas fracturas conocidas como tiger stripes (por su forma que remite a rayas de tigre). Estas erupciones, detectadas por primera vez por la misión Cassini en 2005, demostraron que bajo su superficie helada se esconde un océano mantenido por calor interno. Este histórico hallazgo apuntó por primera vez en la dirección de que este satélite saturniano podría albergar vida. Pero un nuevo estudio revela que el polo norte de Encélado, el cual se creía inerte, también guarda un secreto.
La investigación que se dio a la tarea de descifrar ese enigma analizó datos del Espectrómetro Infrarrojo Compuesto (CIRS, por su nombre en inglés) recogidos por Cassini a lo largo de su misión (2004-2017). El análisis arrojó que el polo norte de Encélado emite más calor del que debería si solo reflejara la débil luz del Sol o el brillo de Saturno. Los resultados, publicados esta semana en la revista Science Advances, muestran una diferencia de unos 7 kelvin respecto a los modelos “pasivos” (aquellos que no consideran fuentes internas de energía). Para explicar esa diferencia, los investigadores calcularon un flujo de calor interno de unos 46 milivatios por metro cuadrado.
Aunque esa cantidad puede parecer pequeña, equivale a cerca de 1.7 gigavatios de energía liberada bajo la superficie norte, comparable a la potencia de un gran reactor nuclear. Es de notar que resulta menor al calor emitido por el polo sur (entre 4 y 19 gigavatios), mas representa una cifra inesperada: se trata de la primera evidencia de calor endógeno fuera del hemisferio sur de la luna.
«Encélado es un objetivo clave en la búsqueda de vida fuera de la Tierra, y comprender la disponibilidad a largo plazo de su energía es fundamental para determinar si puede albergar vida”, dijo la doctora Georgina Miles, investigadora del Instituto de Investigación del Suroeste y científica visitante del Departamento de Física de la Universidad de Oxford, a través de un comunicado de prensa.
La detección no fue sencilla. En el invierno boreal de 2005, cuando Cassini observó el polo norte sumido en oscuridad, las temperaturas rondaban los 30 kelvin (-243 °C). En esas condiciones, cualquier incremento de energía produce un aumento notable de temperatura. Gracias a esta sensibilidad, los científicos lograron identificar un calentamiento sutil. Tras descartar alternativas, concluyeron que la explicación más probable era un aporte interno de calor.
¿Cuál es el origen de ese calor interno?
Los investigadores estiman que el origen de esa energía sigue siendo el mismo que alimenta los géiseres del sur: la fricción de marea. Mientras Encélado orbita a Saturno, su ligera excentricidad hace que el planeta lo estire y comprima constantemente, generando calor en el interior. La clave está en que este calor no se disipe más rápido de lo que se produce. Si el balance entre calentamiento y pérdida de calor se mantiene (como sugieren los nuevos datos), el océano subglacial de Encélado podría persistir durante millones de años.
El equipo calcula que, al sumar el flujo del norte y del sur, el calor total emitido por la luna no supera los 54 gigavatios, una cifra muy cercana a las estimaciones del calor generado por las mareas. Esta coincidencia refuerza la idea de que Encélado se encuentra en un estado estable y de larga duración, lo que aumenta las probabilidades de que su océano sea habitable.
“Comprender cuánto calor libera Encélado a nivel global es crucial para saber si puede albergar vida», dijo la doctora Carly Howett, investigadora del Departamento de Física de la Universidad de Oxford y del Instituto de Ciencias Planetarias de Tucson, Arizona. “Es realmente emocionante que este nuevo resultado respalde la sostenibilidad a largo plazo de Encélado, un componente fundamental para el desarrollo de la vida”.


