entre apagones, protestas y multas
LA HABANA, Cuba. – La capital cubana arriba por estos días a su 505 cumpleaños, en medio de un panorama desolador. Después de muchos años sin ser afectada directamente por un huracán, la ciudad resistió los embates de un potente organismo ciclónico ―en realidad el centro del meteoro pasó por la vecina provincia de Artemisa, pero la capital sufrió los rigores de hallarse en el lado derecho de la tormenta―, que afectó su fondo habitacional, el tendido eléctrico y la telefonía móvil, y bloqueó calles y avenidas por la gran cantidad de árboles caídos.
La ciudad debió contemplar cómo era suspendida antes de llegar a su final la 40 edición de FIHAV 2024, un evento en el que el régimen había puesto sus esperanzas de hallar algún que otro inversionista foráneo que se arriesgara a invertir su dinero en la Isla y así apuntalar la alicaída economía cubana.
Sin dudas, uno de los mayores perjuicios que trajo el huracán Rafael para el cubano de a pie fueron los apagones, que en algunos barrios de La Habana se extendieron por cuatro o cinco días. Apagones que se unieron a los cortes de electricidad que ya se venían produciendo antes del ciclón por la falta de combustible o el desperfecto de algunas termoeléctricas.
Y la falta de energía eléctrica ha provocado la falta de agua en muchos municipios de la ciudad debido a la imposibilidad de que arranquen los equipos de bombeo. Por ejemplo, este miércoles muchos vecinos del municipio de Boyeros llevaban ocho días sin recibir el preciado líquido. Esto provoca, entre otros efectos colaterales, la ausencia de trabajadores y estudiantes a sus centros de trabajo y estudio, así como la no prestación de servicios por parte de muchos negocios particulares que se dedican a la venta de alimentos.
Ya que mencionamos el municipio de Boyeros, no podemos dejar de referirnos a la sonada protesta popular de sus habitantes por la prolongada falta de electricidad y agua que padecen. El puente de la calle 100 y la avenida de Rancho Boyeros (Independencia), justo sobre una de las más populares ferias habaneras de artesanía y venta de misceláneas, fue escenario de una acción popular que prácticamente paralizó el tránsito por esa concurrida arteria capitalina.
Las protestas de la población se llevaron a cabo también en otros sitios de la ciudad, donde hubo cacerolazos, marchas de personas por las calles y otras muestras de descontento popular.
El huracán Rafael, a su paso por el occidente del país, provocó cuantiosos destrozos en la agricultura, principalmente en Artemisa y Mayabeque, grandes suministradoras de alimentos a la capital. En esas condiciones, las autoridades, en lugar de dejar en paz a los comercializadores no estatales ―dícese mypimes, trabajadores por cuenta propia y cooperativistas― para estimularlos a que provean más productos para la población, se han dedicado a imponer una gran cantidad de multas por lo que consideran “violaciones de precios”. Una actitud gubernamental que constituye un verdadero contrasentido.
Un reciente artículo aparecido en el periódico Granma, tras indicar que de julio a esta fecha se han impuesto multas por más de 600 millones pesos, apunta que el mercado agropecuario de oferta-demanda, ubicado en 19 y B, en El Vedado ―que tiene entre sus clientes a funcionarios de varias embajadas acreditadas en La Habana―, ha sido objeto de topes de precios y cuantiosas multas a sus comercializadores privados.
Ante tales adversas circunstancias es poco probable que los habaneros acudan este año al Templete para continuar la tradición de darle vueltas a la ceiba que se yergue junto a esa instalación, y pedir mejores deseos. En realidad, los ánimos no están para ceremonias.
Mas, no dudamos que los que decidan hacerlo pidan que este 2025 sea un año de más emigración, para ellos o para los gobernantes de la Isla.