viernes, mayo 2, 2025
Cuba

Es una desvergüenza celebrar el Primero de Mayo en Cuba


LA HABANA.- El jueves venidero será Primero de Mayo. Y creo que conviene que esa conmemoración centre ahora las meditaciones de los cubanos comunes y corrientes; en particular, de los trabajadores, que se supone que celebren su fiesta ese día.

La evidente involución que ha experimentado la fecha bajo el régimen castrocomunista resulta innegable. En la república prerrevolucionaria el Primero de Mayo fue ocasión propicia para los reclamos de mejoras diversas por parte de los sindicatos obreros. Y no importaba, a esos efectos, si el régimen imperante en un año dado era democrático o de corte autoritario; incluso los de este último tipo admitían las reclamaciones proletarias.

Todo cambió cuando los castrocomunistas se instalaron en el poder. De un año para otro, la práctica habitual de esos desfiles obreros cambió de manera radical. Las demandas obreras devinieron tabú. Lo que debía primar era el “apoyo a la Revolución”, algo que no resultaba particularmente difícil de lograr en aquellos años iniciales, cuando todavía existían grupos sociales a los que “la dictadura del proletariado” podía esquilmar para hacer “justicia social” de manera fácil y demagógica.

No faltaron las justificaciones teóricas de intelectuales complacientes: Si el nuevo régimen era “de trabajadores”, entonces no tenía sentido que los sindicatos y sus afiliados formularan reclamaciones, decían. ¿Ante quién habrían de plantearlas? ¿Ante sus propios compañeros que ejercían el poder! O aun mejor: ¿Ante sí mismos!…

En aquel ambiente enrarecido y mentiroso, las diferencias que existían entre un trabajador común y los aprovechados que ostentaban cargos en la alta jefatura del régimen eran ya abismales y evidentes. En lo último en que pensaban los encumbrados jerarcas, al tomar o aplicar sus decisiones, era en los proletarios de filas. Pero la retórica no se descuidaba: era la época en que “el Comandante en Jefe” hablaba de una revolución “de los humildes, por los humildes y para los humildes”.

Sobrevinieron los años “de esplendor” del régimen. En lo interior, el aparato productivo heredado de la sociedad anterior había sido erosionado, pero aún sobrevivía. En lo externo, la Unión Soviética y el “Campo Socialista” en su conjunto ayudaban de mil modos, y con notable generosidad. Es que esos europeos y asiáticos aspiraban a que Cuba se convirtiera en su vitrina en América; que sirviese para demostrar la supuesta “superioridad del socialismo”.

Parte del convenio tácito establecido entre mayimbes y proletarios era la participación masiva de estos últimos en los desfiles del Primero de Mayo. Los amplísimos espacios de la “Plaza Cívica” edificada bajo Batista (y rebautizada por Castro como “Plaza de la Revolución”) constituían marco adecuado para los trabajadores habaneros, que durante horas desfilaban a paso rápido por la anchurosa avenida Paseo.

Pero ya lo dice el poema: Ayer maravilla fui, hoy sombra de mí no soy… El “poderoso Campo Socialista” se desintegró de manera incruenta; la “gran Unión Soviética”, al decir de Castro, “se desmerengó”. De aquellos lejanos parajes cesaron los multimillonarios subsidios a Cuba, y aunque algo llegó poco después desde la Venezuela chavista, el proceso de franco deterioro en nuestro país se hizo indetenible.

De entonces para acá solo resulta posible hablar de una brutal involución; del hundimiento de nuestra Isla en los pantanos de la carestía y el hambre.

En ese escenario, después de tres años de no celebrar el desfile en la aludida plaza central de la capital (sino en la mucho más reducida Tribuna Antiimperialista José Martí del Malecón habanero), la jefatura del régimen ha decidido volver a probar fuerzas en la enorme “Plaza de la Revolución”.

¿A qué obedece este cambio de táctica? ¿Por qué aceptar (¡a estas alturas!) el tremendo desafío que significa llenar el inmenso espacio mencionado! ¿Será que, en medio de los duelos de mentiras que sostienen entre sí, los mayimbes se han creído lo del amplio apoyo popular! ¡A estas alturas! Lo más atinado en la presente coyuntura, al parecer, es recordar lo que decían los antiguos griegos politeístas: Los dioses ciegan a quienes quieren perder

Por supuesto, no debemos perder de vista los mecanismos de manipulación y coacción de los cuales disponen los castrocomunistas. Ya se sabe que, en la Plaza, veremos sin falta a los pobres reclutas del servicio militar (¡vestidos de civil, por supuesto!); también a los estudiantes de las becas más codiciadas, a trabajadores que ocupan los puestos más apetecidos…

¿Pero qué hará el grueso de la masa obrera común y corriente ante esta convocatoria? También contra ellos se extremará la coerción castrocomunista. Las amenazas (veladas o abiertas, según el caso) de poner fin al vínculo laboral (y hacer que se esfume de ese modo el único ingreso que percibe el trabajador); las insinuaciones de incoar expedientes laborales…

Junto con la coacción, podremos contar con que haya mínimos aportes materiales de parte del régimen: modestas merienditas que solo en medio del hambre entronizada por el mismo sistema pueden parecer apetecibles; quizás algún pulóver de mala muerte

cuyas imágenes y letreros proclamen ante todos que su poseedor se prestó a “hacerles número” a los castrocomunistas…

La interrogante que se impone es: en medio del desastre en que se ha convertido la vida cotidiana en la Cuba castrista, ¡y a estas alturas del juego!, ¿resulta justificada o al menos razonable la preocupación de los más timoratos por “no señalarse”!

Algunos colegas de la prensa independiente se preguntan cuándo se producirá en Cuba una nueva explosión de rechazo al régimen, como la que se vivió el 11 de julio de 2021. Dado el hartazgo popular con la extrema miseria impuesta por el sistema, no dudo que, si el inmovilismo y el descaro de los jerarcas barrigones continúan al paso que van, ¡más temprano que tarde viviremos otro estallido de indignación que dejará chiquito al de aquel año memorable!

Pero también pienso que, antes de salir a las calles con reclamos de “¡Libertad!” o condenas terminantes de “¡Abajo el comunismo!”, es necesario que los ciudadanos no se presten a fingir, por el mismo régimen que los oprime y acogota, el “apoyo entusiasta” sobre el cual habla, de manera mendaz, el falso “líder obrero” Ulises Guilarte de Nacimiento. Esperemos que nuestros compatriotas comprendan la necesidad de actuar en ese sentido, y se nieguen, en masa, a “hacerle la pala” a los castrocomunistas.

Y mantengámonos todos atentos a las maniobras del régimen, que es un zorro de muchas mañas. Recordemos la anchura tremenda de la avenida Paseo y de la Plaza, y pensemos que, si en la televisión vemos que el desfile se detiene a ratos, es solo porque, fuera de las cámaras, los castrocomunistas cierran talanqueras que impiden el paso al ganado humano. Para tratar de hacer ver que el evento dura más tiempo debido a lo masivo de la concurrencia.



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