viernes, noviembre 22, 2024
Cuba

Futo, al otro lado de “la calle de los revolucionarios”


PUERTO PADRE, Cuba.- Mirándome, insistente, como diciendo, “vamos, ya es hora de la cena”, la tarde-noche del pasado miércoles 18 de septiembre, debí interrumpir el diálogo con mi joven editora refiriendo: “Voy a dar de comer a Futo, mi perro, un pointer inglés”, a lo que ella respondió: “Un día muéstreme una foto”. Enviando la fotografía al instante, la joven exclamó: “Qué lindo”, para responder yo: “Inteligente. Fuerte. Hábil. Amigo. Mi perro”.

Futo, sí, inteligente, fuerte, hábil, mi perro, ese ser sintiente del que por cercano a lo humano quienes lo conocimos y trabajamos con él solíamos decir “solo le falta hablar” –y por supuesto, mi mejor amigo ya casi por cuatro años, desde el 12 de octubre de 2020 cuando lo adoptamos–, inexplicablemente, pasó la noche desanimado, enfermo.

Mi perro murió, repentinamente, en la mañana de este 8 de octubre, con los mismos síntomas que murieron Arion y King en septiembre de 2020, y valga decir que ya he perdido ahora con Futo y en la misma situación anómala, tres perros en cuatro años y los tres saludables, vigorosos, jóvenes, que habiendo tenido apetito de leones y mi mujer y yo servirles de cocineros, estando rebosantes de vida, así y todo, murieron súbitamente.

Foto: Alberto Méndez

Y por alusión a esa frase segregacionista, sí, marcadamente delictuosa, criminal por discriminatoria –pues los castrocomunistas dicen que en Cuba “las calles son de los revolucionarios” –, el lunes 21 de septiembre de 2020 publicamos en este sitio “Arion y King, en la calle de enfrente”, artículo en el que, citando al eminente profesor de Medicina Legal Tardieu, expresamos: “Toda enfermedad cuyo principio es brusco, cuyos síntomas rápidamente crecientes persisten con gran violencia, cuya marcha es, o parece ser, insólita, cuya determinación es prontamente funesta; toda muerte rápida o súbita que sobreviene en circunstancias mal definidas, puede suscitar y despertar frecuentemente la idea de un envenenamiento”.

Y como aquella vez dije, hoy afirmo: No puedo probar, como tampoco negar por medio de una autopsia u otro examen forense, que Arion y King, y ahora Futo, hayan sido envenenados o contaminados con parásitos o gérmenes letales, pero sí sospecho que ellos fueron objeto de ataques mortales debido a mí, por mis ideas políticas.

Presuntamente, esas agresiones se producirían sobre animales afectivos para producir dolor, hiriendo sentimientos, del mismo modo que he sido atacado, acosado yo de todas las formas posibles, incluyendo –lo que es la peor de todas las bajezas– los ataques contra mis seres más queridos, entre ellos, dos ancianos: mis ya difuntos padres.

En ocasión de la visita del presidente Obama a Cuba, y para enmascarar la búsqueda que hacían sobre mí, hicieron fumigaciones continuas de “salud pública” a nuestra vivienda y resultó intoxicada mi madre, una mujer postrada de 86 años.

Por su parte, mi padre, ya próximo a los 90 años, fue acosado por “inspectores de la Agricultura”, con “advertencias” de que le sería expropiada su tierra, su tractor y demás bienes agropecuarios.

A mi hijo menor, por entonces un adolescente (Alberto, Albertico, Méndez Labrada), le troncharon sus estudios universitarios por colaborar conmigo pasando a este sitio mis trabajos periodísticos. Fue perseguido, detenido, acosado y debió exiliarse hace más de cinco años, sin regresar a Cuba hasta el día de hoy.

De esa misma forma solapada, del mismo modo tramposo, nuestras propiedades fueron atacadas. Y aquellos fueron ataques a la propiedad, donde hicieron acusaciones falsas, marrulleras. Para restablecer la legalidad de nuestro derecho sobre la tierra debimos recurrir a la Fiscalía misma y al presidente del Instituto de Planificación Física. Y esas no son sospechas ni presunciones mías. Esos son hechos ilícitos. Constan documentos jurídicos.       

Entonces, si también mis armas de caza han sido incautadas por motivos políticos, situándome fuera de la ley si en mis manos tomara no un fusil de asalto, sino una vieja escopeta fabricada en los albores del siglo pasado… ¿Cómo no sospechar entonces que maten a mis perros, genéticamente aptos para la caza?

Aunque ya hace muchos años que no voy de caza, sí es hermoso ver trabajar a los perros de muestra, algo que causa tanto placer como la caza misma. Y simplemente esto, negar cualquier bien, afición o gusto al adversario político, en Cuba suele ser prioridad para los cancerberos del poder político, luego causa de represión.       

En aquel artículo, Arion y King…, citando a Gandhi, dije: “La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la manera en que ellos tratan a sus animales”.

Ahora afirmo que si juzgamos el progreso de la nación cubana entendida la “nación” cual la “revolución cubana”, entonces habría que conceptuar por apartheid, entiéndase como delito por segregación política, el hecho de que miles de cubanas y cubanos y sus animales afectivos están llamados a estar como ahora está mi perro Futo, al otro lado de “la calle de los revolucionarios”, y no importa si son perros de caza, gatos, loros o un tocororo, que es el ave nacional.



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