Jacobo Grinberg o pensar el cerebro como un radio que escucha al universo
Jacobo Grinberg es un escritor heterodoxo y prolífico que construyó un universo intelectual en el que tuvieron cabida ensayos de pretención científica y antropológica, novelas, cuentos, crónicas, diarios y poesía. Estuvo muy activo entre 1976 y 1991 en el campo de los estudios sobre la conciencia, como lo muestra el hecho de que en ese periodo publicó alrededor de media centena de libros. Desapareció en 1994, un par de años antes de cumplir 50 y, aunque hasta el día de hoy se desconoce su paradero, su personaje público y los temas de su interés lo han convertido en una especie de rockstar alternativo, una figura de culto, representante del New age.
Desde que la noticia de su desaparición se hizo pública, tanto adeptos como detractores han construido una polémica al respecto. Hay dos teorías principales con cientos de variantes, pero que contrastan en cuanto a si Grinberg tuvo o no cierta participación. La primera supone que fue orquestada por terceros: alguna secta, la CIA, el FBI, el gobierno mexicano o, incluso, los extraterrestres; la segunda, que él mismo la planeó: huyó a la India o a Israel para iniciar una nueva vida, cambió de identidad para volverse leyenda, se unió a las fuerzas del EZLN, se suicidó sin dejar huella o logró, de alguna manera, trascender su cuerpo físico para integrarse a una dimensión inaccesible para la mayoría.
En los últimos 30 años han existido varias olas de recuperación de sus obras y aportaciones. Hoy este resurgimiento está siendo impulsado por actores del área de la cultura y del entretenimiento, y no de la comunidad científica, como podría esperarse por el perfil del autor, que defendió en 1987 una tesis de doctorado en neurofisiología frente a la UNAM y el New York Medical College, con un título indudablemente académico: ‘Correlatos electrofisiológicos de la comunicación humana’. Bajo la supervisión de cinco reconocidos especialistas, fundó el Instituto Nacional para el Estudio de la Conciencia, apoyado por financiamientos del Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología, y estuvo a cargo durante muchos años de ese laboratorio en la Facultad de Psicología de la UNAM. ¿Por qué hubo ese giro en su recepción? ¿Grinberg fue un especialista incomprendido y adelantado para su época o en algún momento su carrera dio un giro hacia la superchería?
Debido a que únicamente adeptos de sus ideas, que llegaron a trabajar directamente con él, dicen haber comprobado con éxito los postulados de Grinberg, si actualmente se le reconoce desde la academia es solo como un “visionario” que, tras unos primeros años de ortodoxia en el laboratorio, dobló el camino hacia la mística y la espiritualidad. Por lo general, ninguno de los especialistas sobre la conciencia lo refiere ni reconoce la validez de sus teorías. Ya desde 1982, David Cohen despreciaba en una reseña publicada por Nature un estudio de Grinberg en la revista Psychoenergetics porque su experimento carecía de “grupo de control, no muestra conciencia de los efectos del experimentador y da poca importancia a la bibliografía que sugiere que los investigadores tienden a interpretar los registros de EEG (electroencefalograma) de manera que se ajusten a sus hipótesis. Además, ¿por qué la empatía debería significar ondas cerebrales idénticas?”.
Para realizar un balance de la naturaleza de sus aportaciones, lo mejor es zambullirse en la enorme cantidad de textos que Grinberg preparó durante la mayor parte de su vida. Antes de dar inicio hace falta recordar que fue un hijo de la contracultura, que por principio retó el control de las instituciones y desconfió de ellas. Grinberg escribió al mismo tiempo que Frank Herbert, Philip K. Dick y Ursula K. Le Guin, autores con quienes comparte un horizonte de sentido que incluye el uso del I Ching, la exploración de civilizaciones sometidas y la fe en la tecnología como medio para la imaginación.
El proyecto de Jacobo Grinberg
Imagina a un hombre con estas características: estatura mediana, complexión robusta, piel pecosa por la exposición prolongada al sol, manos anchas y frente amplísima, enmarcada por una espesa barba negra con bigote y una melena esponjada que cubre parcialmente sus orejas. Su ropa no es la de un laboratorista de bata blanca y zapatos lustrosos, sino la de un lugareño de un pueblo montañoso de alguna de las sierras mexicanas: usa camisas con grecas de textiles indígenas, jorongos de lana, gruesos suéteres de patrones geométricos. Su voz es grave, un poco nasal, pausada, sin titubeos, y se acompaña del lento movimiento de sus gestos, que puntúan sus palabras con el índice levantado o las palmas abiertas.
Esa es la estampa que persiste de él en los breves videos públicos y en las fotografías de las solapas de las primeras ediciones de sus libros. La descripción de su persona da una idea del tono amable y cercano que permea todos sus libros, ese marcado afán por darse a entender y compartir sus conocimientos con el lector. No es casual que las dos áreas fundacionales de sus búsquedas sean precisamente la comunicación y el aprendizaje, como es visible en su tesis doctoral ya mencionada y en la de licenciatura en psicología, defendida en 1970 bajo el título ‘Actividad eléctrica de estructuras subcorticales durante el aprendizaje’. Sin perder de vista estos dos pilares en ningún momento, Grinberg continuó su búsqueda a lo largo de cuatro grandes caminos: la teoría sintérgica, la psicología autóctona, la meditación y, desde los primeros años, la ficción.