lunes, junio 30, 2025
Cuba

La dictadura me empujó a salir de mi país


Con su música, y con su honestidad, Haydée Milanés se ha ganado el respeto de su público y de los cubanos amantes de la libertad. 

LA HABANA, Cuba. – Su carrera ha estado marcada, inevitablemente, por su padre. Aunque él ha sido referente, Haydée Milanés siempre tuvo claro que debía construir su propio éxito. Y así ha transitado más de dos décadas de vida artística dedicada a la música, en la cual se puede rastrear el dolor por su patria. 

En Cuba padeció censura no solo por negarse a formar parte de la propaganda oficial sino por ser hija de un músico que, poco a poco, fue rompiendo con el sistema. A ella le negaban espacios para conciertos, giras, participación en programas estelares, hasta que el ostracismo y sus declaraciones públicas en contra de la represión la llevaron a optar por el exilio definitivo. Debía salvar a su hija, y tratar de reivindicar su música. Reconoce que solo volvería a Cuba para ver a su madre. 

Haydée Milanés ha respondido a esta entrevista con el alma desvestida. Con su música, y con su honestidad, se ha ganado el respeto de su público y de los cubanos amantes de la libertad. 

―Recientemente conmemoraste 21 años de la salida de tu primer disco. ¿Cómo resumirías tu carrera artística? 

―Realmente mi carrera artística comenzó en 1999, cuando comencé a formar parte del cuarteto de Ernán López-Nussa, ese gran pianista cubano. Yo entré de vocalista, haciendo un trabajo muy interesante, que fue para mí una gran escuela. Tuve la suerte de aprender muchísimo de él y también de los otros músicos con los que él estaba trabajando. Eso me marcó muchísimo; fue el comienzo de mi carrera profesional y tuve la oportunidad de compartir con grandes profesionales dentro del mundo del jazz. 

Otro momento interesante en mi carrera fue cuando comencé a ser invitada a unos conciertos que hacía el pianista Roberto Carcacés con su cuarteto en La Zorra y el Cuervo, ese famoso club que está en La Rampa. Tuve la suerte de compartir con él y con el resto de los músicos que trabajaban con él. De ahí nació una selección de canciones que grabamos y que se llama Réquiem para un amor

Luego vino la etapa del disco con Descemer Bueno, que fue ―digamos― la que me dio a conocer. Fue un giro bastante diferente, con el que comencé a hacer una música diferente, o sea, ya no estaba tan enfocada en el jazz, sino que me estaba abriendo un poco más a lo que era la canción y a otros sonidos más pop, a otro tipo de instrumentaciones, de sonoridades, de tratamiento vocal. Ese disco ―que se llamó Haydée― fue un gran éxito, y creo que marcó muchísimo a todo el movimiento musical que se estaba viviendo en ese momento.

Tuve la suerte de que la EMI, que ahora es la Universal, me firmó en aquel momento. Yo tenía solamente 23 o 24 años, y ese fue el lanzamiento de mi carrera al mercado de la música. 

El otro momento importante creo que fue cuando hice el disco La felicidad, en el que muestro mis composiciones y también hice de arreglista y productora. Además, fue relevante el disco con Marta Valdés, una figura que yo venía conociendo desde que era una niña. Hice ese disco, le dediqué alrededor de dos años, trabajando en los arreglos, las instrumentaciones; estudié mucho esas canciones y, por eso, creo que es de los discos más importantes de mi carrera. Creo que también marcó un antes y un después. Ese disco salió en 2015 y aún me sigue dando sorpresas; la gente me sigue pidiendo esas canciones. 

Después vino el disco en homenaje a mi padre, algo que quería hacer antes de que partiera de este nivel terrenal. Lo guardo también con mucho cariño porque compartimos la música, algo que nos unía muchísimo. 

―¿Cómo era tu relación con tu padre? ¿Qué papel jugó en tu carrera artística? 

―Con mi padre la relación era de mucha ternura. Yo sentía ―y siento aún― adoración por mi padre, lo amaba profundamente y lo amo. Me sentía muy cercana a él.

Yo crecí junto a él hasta los nueve años de edad. Pero cuando mis padres se separaron, yo iba semanalmente a verlo, pasaba días con él. Me llevaba a la escuela, es decir, no perdimos el contacto, todo lo contrario, él se preocupaba porque esa cercanía se mantuviera.

Con respecto a mi carrera, debo decir que mi padre influyó sobremanera, por supuesto, en que yo, primeramente, me dedicara a la música. Pero siento que no fue algo que sucedió porque él lo quiso, sino más bien sin él quererlo, porque todo su ambiente era musical: por ejemplo, verlo componiendo, en sus conciertos, ir a sus ensayos, a sus grabaciones, la gente que visitaba mi casa en su mayoría eran artistas, músicos. Todo eso me marcó y me hizo enamorarme de la música desde muy pequeña; pero realmente mi padre nunca hizo hincapié en que yo me dedicara a la música; más bien hizo un hincapié en que yo fuera pintora, porque yo pintaba mucho cuando era niña, y eso lo ilusionaba mucho.

Luego, cuando ya vio que me fui labrando mi camino en la música, me fue apoyando. Y creo que, de alguna manera, él se fue volviendo como un seguidor mío, como un fanático de lo que yo hacía; me admiraba mucho y eso para mí era una cosa muy bonita: él era mi ídolo. O sea, que mi ídolo admirara mi trabajo y me alentara me llenaba de satisfacción. También me decía cuando las cosas no le gustaban, pero nunca me trató de cambiar o de imponer que hiciera algo. O sea, nunca sentí esa presión, nunca fue ese tipo de padre; sencillamente, me daba su criterio y, a la vez, me daba la libertad de hacer las cosas que yo quería hacer. 

Yo hice mi carrera por mi cuenta. De hecho, traté de hacerlo lo más apartada posible de él porque yo quería que se me reconociera por ser Haydée y no la hija de Pablo Milanés, cosa que fue bastante complicada.

Fue en 2014, ya con mis propios logros profesionales y porque quería hacer algún trabajo junto a él, que decidí hacer un disco conjunto; también porque él había sido la raíz de todo mi camino en la música. El disco se llamó Con mucho amor. Creo que, si no lo hubiese hecho, hubiese sido muy triste. No solo canté con él sino con otros artistas. Fue un proyecto superlindo. 

―Tu padre llegó a ser uno de los exponentes artísticos de la Revolución Cubana, aunque en los últimos años se distanció del sistema político. Incluso, has mencionado en algunas entrevistas que tanto tú como él sufrieron censura en Cuba. ¿Cómo fue para él ese proceso de ruptura con el régimen cubano? ¿Cómo viviste esa experiencia en tu vida profesional?  

―Sí, mi padre, como hicieron muchísimas personas, puso su fe en ese proyecto que prometía justicia social, cambios positivos, bienestar para el pueblo; creyó en esas promesas, en ese sistema, y se involucró amorosamente.

Independientemente de que mi padre le cantó al amor, a la mujer, a la vida, a la muerte, a determinadas situaciones existenciales, no es menos cierto que hay una obra importante dedicada a la Revolución. No obstante, hay que tener en cuenta que, en un inicio, ese grupo que fue llamado la Nueva Trova no fue bien acogido, más bien eran un grupo de muchachitos censurados, no bien vistos; mi padre, de hecho, estuvo en la UMAP [Unidades Militares de Apoyo a la Producción, campos de trabajo forzado]. 

También mi padre llegó a tener varias pugnas con los funcionarios [del PCC] porque él nunca fue un artista que le rindiera pleitesía al poder ni le interesó estar rodeado de la gente del poder. De hecho, él ni siquiera perteneció al Partido Comunista; más bien era rebelde en cuanto a lo que el poder dictaba. Lo que pasa es que sí creyó en la Revolución, como mismo yo creí, hasta un momento. 

En los años 90, después de la caída del campo socialista, mi padre se dio cuenta de que Cuba no iba a tomar otro camino que no fuera quedarse en una misma postura sin sentido, y pues se volcó en lo que fue la Fundación Pablo Milanés. Esta fue la primera organización no gubernamental hecha en Cuba, sin fines de lucro, y con ella mi padre pretendía apoyar a artistas de diferentes manifestaciones para que hicieran su arte. Se trataba de grupos que, por lo general, no eran tomados en cuenta por las instituciones culturales ―dígase el Ministerio de Cultura, el Instituto de la Música―, grupos que más bien eran ignorados por ellos.

Con este objetivo, mi padre fabricó un estudio de grabación, les grabó discos, les organizó presentaciones, los apoyó de diversas maneras, incluso creó un proyecto de conjunto con algunos colegas de España y también hicieron lo que se llamó la Semana Fundacional en España y llevaron a muchos de ellos allá. Invirtió mucho tiempo y mucho dinero también en ese deseo de apoyar a los artistas. Pero, poco a poco, esa fundación fue truncada porque, sencillamente, al Gobierno no le interesaba que las personas florecieran fuera de las instituciones culturales oficiales. Eso demostraba, además, el mal trabajo que estaban haciendo esas instituciones con los artistas. 

Poco a poco, empezaron a ponerle freno, trabas, y mi papá terminó cerrando la Fundación. Creo que ese fue el primer gran rompimiento. 

También, por esos años, mi padre fue elegido diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular por Los Sitios (Centro Habana). Recuerdo que una sola reunión de la Asamblea le fue suficiente para darse cuenta de que no había ningún tipo de gestión ni realmente nada que él pudiera hacer, porque él tenía un interés genuino en hacer cosas por ese barrio, por ese lugar que lo había elegido. Y mi padre renunció, fue uno de los primeros diputados en hacerlo.

Fueron pasando varias cosas a lo largo de los años, por ejemplo, declaraciones que él fue dando a medios extranjeros. Comenzó a ser cada vez más crítico del Gobierno. 

En el año 2011 mi padre visitó Miami por decisión propia. Aquí cantó para los cubanos y declaró que ya no era fidelista, que ya no le cantaría a Fidel Castro. A su regreso a Cuba, fue terrible porque le cayó arriba la prensa oficial; empezaron a escribir horrores sobre él, aunque ya llevaban años tirándole ataques incluso colegas suyos, pero a su regreso de Miami fue una guerra tremenda.  

Recuerdo que había una patrulla esperándolo afuera de su casa, y estuvo ahí por varios días. Nunca lo olvidaré porque eso marcó un antes y un después en su vida. Muchas amistades que visitaban su casa continuamente dejaron de hacerlo. A mí, muchas personas también me viraron la cara; muchas cosas de mi trabajo se me empezaron a dificultar a partir de ese momento porque yo también tenía ya una actitud crítica, ya había tenido determinadas posturas, en mi vida personal, de rebeldía, en contra de lo que yo veía que era un sistema opresivo.

A él empezaron a ponerle más traspiés, por ejemplo, ganaba premios Grammy y no decían nada en los medios oficiales. Luego supe que mi padre estaba oficialmente censurado. Lo supimos cuando quisimos ir a un programa de televisión y nos dijeron que no porque estaba censurado. Ese programa era 23 y M. También hubo programas de televisión que tenían su música y la quitaron. Nos dábamos cuenta de que en varios lugares Pablo Milanés era un apestado. 

Poco antes de él salir de Cuba, como en 2016 o 2017, hubo un cantautor ―del cual no voy a decir su nombre― que le pidió que cantara una canción de su autoría para una telenovela que iba a salir. Mi padre aceptó, grabó esa canción y luego, cuando sale esa telenovela, resulta que el tema principal no sale cantado por mi padre sino por ese mismo cantautor que lo había invitado a cantarla. Evidentemente, no quisieron que saliera la voz de mi padre porque eso significaba que tendría una mayor exposición. Todos nos enteramos de esa manera: cuando salió la telenovela, nadie nos avisó. Con esas cosas te dabas cuenta de que había una intencionalidad detrás, en este caso, del ICRT [Instituto Cubano de Radio y Televisión], una orden de que mi padre no podía tener tanta exposición en los medios. 

Todo eso influyó también en mis cosas porque hubo muchas puertas que se me cerraron. Por ejemplo, yo hice una gira nacional en el año 2009 y después más nunca pude hacer otra de nuevo. Mi representante iba a pedir una gira al Instituto de la Música y le decían que no había combustible, por ejemplo, o que no había alojamiento, siempre alguna justificación, pero había otros artistas que sí estaban haciendo giras y conciertos alrededor de toda Cuba.

Eso se fue incrementando también a medida que yo me fui pronunciando cada vez más en mis redes sociales, de que fui teniendo una postura más consciente y más frontal, defendiendo determinadas causas y criticando cosas con las que no estaba de acuerdo. Por ejemplo, nunca me llamaron para esos famosos programas que hacían de fin de año, ni me llamaron para 23 y M, que era uno de los programas que la gente veía. Es decir, me fui dando cuenta de que el interés del Gobierno no era que mi música y mi figura fueran muy visibles. 

En 2019, todo eso fue mucho más fuerte después de que participé en la marcha de la comunidad LGBTI [que fue reprimida por la Seguridad del Estado]. Supe incluso que me censuraron completamente en la televisión y, a la hora de querer hacer un concierto en algún teatro, había reticencia, siempre ponían una traba. Incluso pasaba cuando yo era la que pagaba mis conciertos, o sea, de mis conciertos de fuera de Cuba, de mis ganancias, yo empleaba ese dinero para hacer conciertos en Cuba cada año, para poder ofrecerle al público cubano mi arte. Pagaba el sonido, el transporte, las luces, todo, porque no había nada.

Este tipo de situaciones van estrangulando tu desarrollo profesional.  

Con mi padre, el colofón de toda la censura contra él fue el último concierto que dio en Cuba. En el año 2022, él ya sabía que iba a morir y fue a Cuba a despedirse del público cubano; separó la Sala Avellaneda del Teatro Nacional y, cuando llegó a La Habana ―él estaba en España por razones de salud desde finales de 2017― y empezaron a vender las entradas, pues resulta que de 2.000 y pico de puestos que tiene ese teatro, solamente había disponible alrededor de 300 para el público, y en el tercer balcón, porque ya las entradas las habían vendido a instituciones y a funcionarios del Gobierno. 

Gracias al público se dio a conocer esto en las redes sociales. Por eso mi padre pidió otro espacio. Después de una larga lucha, le dieron el espacio en la Ciudad Deportiva, pero allí, primeramente, prohibieron la entrada a la prensa internacional; segundo, había muchas personas ahí adentro de la Seguridad del Estado, vestidas de civil, y lo otro fue que te revisaban todo, cualquier cosa que llevaras encima, y lo puedo atestiguar porque yo entré como público. Al parecer, tenían miedo de que sacaran algún cartel y después justificaron ese despliegue de seguridad diciendo que había amenaza de explosivo. 

Y así fue el último concierto de mi padre en Cuba. Al final le dedicó unas muy bellas palabras a la gente, les dijo: “Este concierto se hizo por ustedes, gracias a ustedes”. El público cubano es el más maravilloso que tengo yo en todo el mundo. Y fue una cosa muy bonita ese último concierto del cual guardo un recuerdo agridulce, por supuesto, porque pasó todo eso. Mi padre estaba muy enfermo, ya estaba muriendo, pero bueno, finalmente pudo reencontrarse con su público. 

―¿Cómo es un día común en tu vida? 

―Yo tengo mi rutina diaria, independientemente de que cambie en algunas cosas. 

Vivo con mi esposo y con mi hija. Por supuesto, muchas de mis rutinas tienen que ver con mi hija. Por ejemplo, cuando está en clase me levanto bien temprano y le preparo el desayuno, la merienda, y la ayudo con cualquier cosa que necesite. También soy quien cocina en la casa. Suelo hacer ejercicios de yoga, un poco de meditación, me gusta ir al gimnasio, eso me ayuda física y mentalmente. 

Fuera de eso, pues trabajar, grabar, ensayar para algún concierto, preparar partituras, repertorios, hago vocalizaciones, llevo las redes sociales… Últimamente, he tenido varios viajes que me han alegrado mucho la vida. Viajar es una de las cosas que más disfruto. 

―En varios de tus trabajos de los últimos años hemos visto vinculado a tu esposo, Alejandro Gutiérrez, específicamente como director y productor de tus videoclips. ¿Cómo ha sido esta colaboración? 

―Nosotros nos conocimos, precisamente, por el trabajo. [El director de cine] Fernando Pérez se encontraba dirigiendo la Muestra de Jóvenes Realizadores y estaba intentando sacar adelante un periódico para el cual le decían que no había cómo financiarlo y él comenzó a organizar unos conciertos con el objetivo de recaudar fondos para eso. A la primera artista que llamó para esos conciertos fue a mí. Me pareció muy bien y le sugerí que grabara también para poder sacarlo en DVD. Y resulta que el director al que escogió para hacer esos videos fue a Alejandro Gutiérrez, quien en ese momento era su asistente de dirección y trabajaba en el ICAIC. 

Así nos conocimos, y haciendo ese trabajo nos enamoramos. Tenemos muchas cosas en común y él ha sido un apoyo muy grande en mi carrera, en los videoclips, en la imagen de cada disco; trabajamos muy de cerca. Ha sido muy bonito, los dos somos artistas, él tiene una visión estética muy refinada porque ha visto mucho cine, muchas artes visuales, pero también ha leído mucho. Él también tiene sus proyectos personales, pero en algún momento confluimos. 

Combinamos ese trabajo juntos con nuestra relación, con el ser padres de una niña que se va inclinando por el camino de las artes visuales, del cine. Y pues esta es una casa de artistas. Es un poco loco, pero bueno, es bien bonito y bien interesante y, de alguna manera, nos enriquecemos entre los tres.

―¿Por qué decides irte definitivamente de Cuba? ¿Por qué a Miami? 

―Yo había recibido la visita de funcionarios del Instituto de la Música en mi casa, me habían mandado varios mensajes también con alertas, con avisos de que no podía expresarme de tal o más cual manera. Entonces, me di cuenta de que en Cuba ya no podía seguir: ni yo quería seguir ni quería que mi hija siguiera porque nos iban a hacer la vida un yogur, sencillamente. 

En medio de la pandemia no tenía prácticamente trabajo, ni fuera ni dentro de Cuba. Fue horrible, con todas las cosas que pasaron, las medidas absurdas que tomó ese gobierno, el desastre que provocó con las tiendas en MLC y demás, cuestiones que complicaron más la vida. Para mí fueron muy fuertes también todos los eventos que se vivieron a nivel social y político, como el tema de San Isidro, el 27N, después el 11 de julio de 2021, eventos que me marcaron mucho. 

Subsistía tocando en bares, no tenía forma de sacar adelante mis cosas. Como artista, estaba prácticamente amordazada, no podía hacer casi nada; también estaba bastante deprimida.

Independientemente de mi situación personal, toda la situación del país ―que ahora es mucho peor― es verdaderamente deprimente. Ver tu país cómo se va despedazando, ver lo mal que están las personas a tu alrededor, ver todo destruido, la gente haciendo colas interminables, indigentes pasando miles de necesidades, un ambiente que no te genera ningún tipo de bienestar… Una persona con un mínimo de sensibilidad se percata enseguida de que no se puede vivir así y mucho menos ver crecer a tu hija en un país así. 

Entonces decidí, definitivamente, irme en agosto de 2022. Y decidí venir para Miami por cuestiones prácticas porque una amiga me acogió. Vine con mi hija. Alejandro cruzó la frontera unos meses más tarde y pudimos reunirnos en diciembre de 2022, poco después de que mi padre falleciera en España. Por cierto, no pude ir a despedirlo porque estaba en medio de mi situación migratoria.

―¿Te ves como una artista cubana exiliada o solo es una situación temporal?  

―Sí, soy una exiliada porque siento que, de alguna manera, la dictadura me empujó a salir de mi país: me cerró las puertas, me censuró, fue limitando mi desarrollo, mi vida como persona y como artista, hasta que no tuve más remedio que irme. Yo me fui por razones totalmente políticas.

Me siento exiliada y va a ser así hasta que la situación política de Cuba cambie. 

―Eres de las pocas artistas cubanas que ha tenido un discurso frontal al régimen. Incluso estando en la Isla te pronunciaste por la liberación de los presos políticos y en contra de la represión durante el 11J. ¿Hubo repercusión por esto? ¿Qué opinas del rol de los artistas ante la situación política y social que enfrenta Cuba?

―Sí, hubo repercusión. Cada vez que me pronuncié, que tuve una opinión a favor de los presos políticos o en contra de la represión o de este tipo de cuestiones, me iban cerrando puertas.

No me hacía sentir bien el hecho de tener que quedarme callada para no someterme a determinado riesgo, porque eso significaba, de alguna manera, que yo perdía un poco mi dignidad como artista, como ciudadana, como cubana, como mujer, como ser humano. Sentía que tenía que dar la cara, que tenía un compromiso moral, no solamente por mí, sino porque mi padre, que es la persona que más yo adoré en mi vida, ya lo había hecho también. Mi padre tuvo el valor de reconocer que esa revolución en la que creyó era un sistema fallido. Yo, como hija, no podía quedarme callada ante determinadas cosas que son para mí injustas. 

Con respecto a otros artistas, en muchos casos me decepcionan. Cuba está en una situación que, a todas luces, es una dictadura en la que no hay un ápice de algún logro revolucionario ni ningún bienestar social. Es un sistema fallido, opresivo, abusador, es un país que está en ruinas completamente, en todo sentido.

O sea, en este momento de la historia, posicionarse a favor de esa dictadura me parece algo también fallido. Puedo entender que la gente tenga temor porque el miedo es algo humano ―yo también lo he sentido―, pero sientes miedo, precisamente, porque es una dictadura, porque las dictaduras son capaces de muchas cosas terribles. Yo lo que he hecho ha sido pasar por encima de ese miedo. 

Pienso que, si tú no te vas a pronunciar en contra, por lo menos no ataques a las personas que sí lo hacen y que tienen el valor y la dignidad de hacerlo. Y lo otro es que tampoco apoyes [al régimen]. 

A mí me llamaron en miles de ocasiones para que participara en actos políticos y siempre me negué. En un acto de celebración del aniversario del PCC en Santiago de Cuba, para el que me ofrecían mucho dinero, en un momento en el que estaba pasando situaciones económicas graves, no acepté porque, sencillamente, no iba a regalar mi imagen para que ellos celebraran algo en lo que yo no creía. 

Comprendo que es delicado, que no es una situación fácil para los artistas en Cuba.  

Los artistas tenemos una imagen y la gente nos sigue mucho, está pendiente de lo que decimos, de lo que hacemos. Por eso no podemos usar nuestra influencia para legitimar a un sistema en el cual no creemos y que, además, le hace daño a nuestra sociedad. Como artistas, tenemos una responsabilidad en cuanto a la influencia que ejercemos sobre las personas que nos siguen. 

―A inicios de año lanzaste una hermosa canción dedicada a Cuba y a los cubanos que luchan por su libertad. Se trata de Cuba duele, en colaboración con El B. ¿Qué te motivó a hacerla? ¿Qué te duele de Cuba?

―Es una canción que nació de una manera muy mágica. Nació, primeramente, de un deseo de expresar un sentimiento de amor a mi tierra, a mi gente, a mi cultura, pero también del dolor por todo lo que está pasando mi país, y por estar lejos de mi país. 

También es un homenaje a toda la gente que ha tenido que salir y hacer esos trayectos llenos de peligro (cruzando fronteras), tanta gente que ha perdido la vida en eso, tantas vidas tronchadas, ilusiones perdidas, generaciones destruidas, familias, en fin, demasiado dolor, mentira, engaño… 

Pero es una canción que nació también del deseo de hablar del amor y de la fe en un futuro luminoso, la esperanza de que Cuba pueda terminar con esa pesadilla y llegar a un momento de luz. 

Estando en Cuba, hice algunos bocetos y tengo otra canción guardada que habla del tema Cuba y que pude grabar en Miami. La Haydée que salió de Cuba no es la misma que está hablando contigo ahora. Y esta canción está marcada igualmente por mi experiencia de haber salido de Cuba, de haber perdido a mi padre y de haber conocido el otro lado de la historia porque vivir en Miami es también conocer, primeramente, lo que es ser un exiliado y, en segundo lugar, muchas historias que no son como nos contaron. 

El encuentro con El B fue mágico, es un artista que admiro profundamente, un rapero extremadamente talentoso, pero, sobre todo, un ser humano y un ciudadano muy decente. Fue un lujo poder unirme con él y componer esta canción junto con él, y junto a Yadán González, que también es un músico y productor musical extraordinario. 

―¿Cómo sería para ti la Cuba ideal? ¿Qué aspiraciones tienes?

―Primeramente, para mí la Cuba ideal es una donde no estén en el poder esas personas que están ahora mismo controlando el país, ya sea la familia Castro o todas las demás personas que forman parte de ese poder. Eso es lo primero que tiene que pasar para que ese país cambie. 

Y lo segundo es la llegada de la democracia, que significa la posibilidad de que los cubanos podamos elegir quiénes van a dirigir y a tomar decisiones inteligentes, para poder comenzar un trabajo de reconstrucción en todos los aspectos. Comenzar a reconstruir también las estructuras democráticas, cambiar la Constitución, que existan diferentes partidos políticos, verdaderos sindicatos que defiendan los derechos de los trabajadores. 

Y, a partir de ahí, pues el cubano podrá tener dignidad, generar su propia abundancia, tomar sus propias decisiones, tener sus negocios, sacar adelante sus ideas, tener la libertad de poder hacer sus cosas en su propio país, en fin, todas las cosas que le han sido negadas a los cubanos durante todos estos años.

Que podamos regresar los cubanos que nos hemos ido. Yo pienso que hay mucha gente valiosa que se ha tenido que ir y que puede aportar mucho a todo ese proceso de reconstrucción; de hecho, creo que hay mucha gente interesada y esperando ese momento para regresar a Cuba y para aportar a toda esa reconstrucción tan necesaria, porque es un país en ruinas, completamente destruido, tanto física como moralmente. 

El cubano ha sido destruido moralmente, le han pisoteado su dignidad. Entonces, esa es una de las cosas también que el cubano tiene que reparar. 

Yo me siento muy orgullosa de todas las personas que alzan sus voces porque tienen muchísimo valor. Admiro mucho también el trabajo que haces tú, que hacen y han hecho todos los periodistas independientes; pienso que han cumplido una función importantísima en lo que es sacar a flote y denunciar todo lo que pasa en Cuba, las arbitrariedades, los abusos, los desmadres, la represión. Es muy importante que todas esas cosas salgan a la luz. Creo que ese es el primer paso para que se puedan concientizar y derribar lo que hace que eso esté en esas condiciones.

―¿Qué proyectos futuros tienes?

―Seguir haciendo música, componiendo, sacando a flote mis inquietudes, deseos, ilusiones, mis dolores también, mi historia; a través de las canciones, de la música, poder expresar todo eso. 

Y entregar lo mejor de mí, que es la música, mi voz, y poder transmitirle a la gente que conecta con mi música, con mi espiritualidad, ya sea para inspirarla o para calmar algún dolor o acompañarla en algún proceso. Creo que la música es sanadora. Y creo también que mi propósito está ahí, en ese camino de acompañar, de inspirar, de calmar a la gente que me escucha. 

También quiero poder seguir haciendo los conciertos, que son un momento muy lindo de comunión con el público. Y seguir conectando también con músicos, con otros artistas, con los que se puedan generar procesos creativos interesantes. Todos esos momentos me llenan el alma de deseos de seguir haciendo cosas y de vivir. 



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