La física de las rastas: la explicación científica detrás del pelo “enredado”
‘Rasta’ es una versión abreviada de rastafari, que a su vez deriva de ‘Ras Tafari’, el apodo del emperador etíope Haile Selassie. Pero aunque el nombre correcto es dreadlocks, o simplemente dreads, la gente les conoce popularmente como rastas. Se trata del famoso peinado que se obtiene trenzando el pelo en pequeños nudos (dread) para formar mechones imposibles de desenredar (locks), cada uno de los cuales se convierte con el tiempo en una especie de cabello único.
La cultura rastafari y las rastas, o dreads, son bien conocidas en el imaginario colectivo, y tradicionalmente se asocian a las subculturas africanas y a la música reggae. Uno de los íconos más famosos de este movimiento, que contribuyó a dar fama mundial a los dreads, fue el músico jamaiquino Bob Marley. Lo que es menos conocido, sin embargo, es que además del mensaje político, cultural y social, también hay mucho de ciencia detrás de los dreadlocks. De hecho, la creación y estabilidad de esta particular conformación capilar está ligada a fenómenos y propiedades como la fricción entre las fibras, la curvatura del cabello, la estructura de las cutículas y, por supuesto, la matemática de los nudos. De hecho, la física de los dreads implica complejos fenómenos de enredo, en los que factores como el diámetro de las fibras y el ángulo de intersección entre los pelos desempeñan papeles decisivos. Veamos algunos de ellos.
Qué son las rastas y cómo se forman
Empecemos por lo básico. Como anticipábamos, las “rastas” son mechones de pelo que se forman mediante una serie de nudos y enredos permanentes, dando lugar a estructuras compactas y cilíndricas. Para ser más precisos: desde un punto de vista físico-mecánico, son un sistema de fibras (el pelo) que, al someterse a tensiones repetidas específicas (como la fricción, la compresión y la torsión) se entrelazan y enredan entre sí para convertirse en una masa cohesiva y estable.
El proceso de formación aprovecha las propiedades de fricción entre las superficies capilares, su elasticidad y su tendencia natural a formar nudos cuando no se peinan o se manipulan con técnicas específicas (un poco como el crochet, por ejemplo). Debido a su curvatura y a la mayor superficie de contacto entre pelo y pelo, el pelo rizado u ondulado tiende a anudarse y compactarse más fácilmente que el pelo liso, lo que favorece la formación de dreadlocks.
La estructura final de un dreadlock puede definirse como un «compuesto fibroso desordenado» en el que las fibras individuales se mantienen unidas por bloqueos mecánicos debido a la acción combinada de la fricción estática y el enredo: si son tan difíciles de desenredar, es precisamente porque la fuerza necesaria para superar estos bloques mecánicos supera la que puede aplicarse normalmente sin dañar el propio cabello.
Cuestión de fibras
La estructura del cabello desempeña un papel clave en el proceso de formación de los dreads. Observado al microscopio, el cabello presenta una superficie rugosa caracterizada por unas cutículas que recuerdan a las escamas de un pez: están compuestas de queratina, una proteína helicoidal, y cubiertas de sebo, una sustancia aceitosa que protege el cabello de la desecación. Precisamente estas asperezas son cruciales para el proceso de enredo, porque garantizan que cuando dos cabellos se encuentran en un ángulo adecuado consiguen «enredarse». Una investigación publicada en 2007 en el American Journal of Physics por el físico Jean-Baptiste Masson analizó la dinámica que lleva al pelo a enredarse, confirmando con un modelo estadístico que, aunque el pelo rizado se enreda con más facilidad que el liso, es el ángulo en el que se encuentran los cabellos el factor más importante en la formación de nudos.
El diámetro de las hebras también importa: no es sorprendente que el pelo fino se enrede con más facilidad que el grueso. Otro trabajo, publicado en 2019 en la revista Frontiers in Physiology, aclaró el papel de la fricción entre las fibras capilares, que cuantifica el esfuerzo necesario para que se “deslicen” unas sobre otras y, al revés, el esfuerzo por el cual se enredan. El estudio demostró que la susceptibilidad al enredo aumenta cuando se intensifican factores como la curvatura, el daño superficial del pelo, la agitación mecánica, la humidificación y la presencia de fibras sueltas en la masa capilar.
Bajo el microscopio
Para entrar en más detalles, volvamos a la investigación de 2019 que acabamos de mencionar, cuyos autores analizaron la estructura del cabello a nivel molecular, mostrando cómo el comportamiento de las fibras está ligado a la interacción hidrofóbica entre la capa epicuticular (la más superficial) y el medio circundante. Esta interacción está regulada principalmente por una sustancia, el ácido 18-metolicosanoico (una cadena de ácidos grasos), cuya alteración o eliminación provoca la pérdida de lubricación superficial del cabello y, por tanto, una mayor tendencia a la rotura y un aumento de la fricción. Es decir, en última instancia, una mayor tendencia al enredo. Por último, otro papel en el comportamiento mecánico y la formación de dreads está ligado a las propiedades electrostáticas del cabello, que dependen de la carga eléctrica distribuida en la superficie de las fibras. Y que, por cierto, también tiene efectos sobre propiedades macroscópicas como la «peinabilidad» y el aspecto «volador» del cabello. Toda una ciencia lo que hay tras los dreadlocks.
Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Andrea Baranenko.