La hipocresía traducida como delito
PUERTO PADRE, Cuba.- Abocándose a una crisis humana de impredecibles consecuencias, Cuba sufre una crisis económica con inflación en espiral hasta hoy indetenible. Esa emergencia es notoria no sólo en la quiebra monetaria, sino también en las graves fracturas sociales de origen político.
Tal panorama constituye una situación de peligro agravado por la carencia, encarecimiento o insuficiencia de alimentos, medicinas, agua potable, servicios médicos, de generación de energía eléctrica, falta de combustibles, de acciones para la eliminación de desechos urbanos, que, por acumulación, se convierten en generalizados hospederos de plagas en todo el país, multiplicándose de una fase a otra desde insectos hasta roedores por la ausente aplicación de plaguicidas, con los consecuentes riesgos de proliferación de transmisores de enfermedades que, incluso, no siendo mortales de origen, en progresión, por necesidad, derivan en graves o letales en una población hambreada.
Ante esa situación adversa ya pronosticable tan temprano como en 2019, jefes principales del Partido Comunista de Cuba (PCC), “único”, según la Constitución, con Miguel Díaz-Canel al frente, rebajaron la crisis a la vista cual si fuera una situación “coyuntural”, según advertimos en el artículo “De los cuatro puntos del General a la coyuntura de Díaz-Canel”, publicado en este sitio en septiembre de 2019, en el que expresamos: “Parco allá, locuaz acá, extemporáneo acullá, trayendo ejemplos geométricos, el de la hipotenusa y la suma de los catetos a la crisis agravada que ahora viven los cubanos, Díaz-Canel procura administrar de cerca lo que llama situación coyuntural”.
¿Y la “estrategia” del PCC?
Los “estrategas” del PCC, proyectando “soberanía alimentaria”, diseñaron una ley, discursos, recorridos por los campos, visitas a campesinos y cooperativas, reuniones y asambleas, pero no cumplieron con lo imprescindible: asignar financiamiento –cuando todavía tenían dinero– a la producción de alimentos de origen agropecuario y frutícola-forestal, y avizorando la crisis por llegar, priorizando las plantaciones perennes, los pastos y forrajes de corte, resistentes para la alimentación del ganado vacuno, ovino y caprino, que pueden alimentarse y prosperar con buena yerba, sin costosos piensos importados como sí exige la producción avícola y porcina. Pero no lo hicieron.
Y como no se puso dinero sobre la tierra, hoy no tenemos carne, leche, quesos, mantequilla o helados; ni plátanos de vianda ni de fruta, ni guayabas, ni papayas, ni árboles maderables intercalados en esos sembrados que debieron ser, para dar “un vaso de leche”, según dijo el general Raúl Castro en 2008, pero siguen siendo marabú, matorrales impenetrables; y, ¡ni qué decir…!, tampoco tenemos maíz, que es el grano base, número uno en la formulación de piensos avícolas y porcinos, como tampoco tenemos arroz ni frijoles. O sí, ¡cómo no… hay!
De todos esos productos hay en Cuba, los produjeron quienes tuvieron dinero y valor para arriesgarlo invirtiendo capital en la producción agropecuaria, pero como estamos en el torbellino de una espiral inflacionaria, si inflado es el precio de las siembras inflado será el precio de las cosechas. Los del campo son productos caros, como carísimos son los de la ciudad, fuera del alcance de los humildes que dice el PCC proteger.
Los fracasos
Y este de la producción alimentaria, sólo es un ejemplo de los fracasos del PCC, uno de los muchos que duelen, porque duele en el estómago de los cubanos, de los que padecen hambre en Cuba, pero sobre todo, más que el fracaso en la producción de alimentos, de la salud y el saneamiento público, más que el fracaso de sus políticas públicas y el fiasco de la construcción de la “sociedad socialista” en Cuba, el mayor fracaso para el PCC es la disidencia de sus propios militantes, algunos integrantes del Comité Central, que es el organismo de dirección superior de los comunistas entre congresos.
Y recuérdese que en Cuba, la palabra “disidente” es sinónimo de “contrarrevolucionario”, de “gusano”. Pero no. Esos “disidentes” del PCC no son contrarrevolucionarios. Son “revolucionarios” utilitarios, económicos, entiéndase, aprovechados. Hoy viven en Estados Unidos. Pero prosiguen siendo tan comunistas económicos, compréndase hipócritas, como lo fueron en Cuba, al menos, los que yo conozco.
El PCC se dice “fuerza política dirigente superior” de todos los cubanos, sí, “de la sociedad y del Estado”, y algunos de sus militantes dirigieron departamentos o secciones en el Comité Central, o fueron primeros secretarios en provincias, municipios, comités o meros núcleos en granjas, cooperativas, industrias, comercios, hospitales, unidades militares, policiales o de cárceles y prisiones. Por ello, penalmente hablando, son autores directos y no cómplices de la crisis humana abocándose ya en Cuba.
Luego de estos “revolucionarios” o comunistas económicos haber maldecido, vilipendiado y escupido al “imperialismo yanqui”, ahora huyen a Miami o, si muy marcados están por su pasado, buscan cualquier ciudad de Estados Unidos donde escabullirse, mientras que los que se quedan en Cuba con la billetera abultada –y habría que ver cómo, si mediante cohechos u otros delitos–, entonces tirando el carné rojo, o utilizándolo como patente de corso, se hacen comerciantes o empresarios, utilizando inmuebles expropiados a sus legítimos dueños. Esa es la raíz del fracaso de la ideología comunista en Cuba y del PCC: La hipocresía traducida como delito.