La obsesión de la infanta Cristina: mantener a sus hijos fuera de la vida tóxica de España
Solo hay que ver
la cara de la infanta Cristina
para darse cuenta de lo feliz que es en España. Las escasas veces en las que se ha dejado ver, en especial en Barcelona, luce exultante. Al menos, así parece cuando está en compañía de Pablo y su novia, Johanna Zott, dentro y fuera de las canchas. O en las bodas a las que ha acudido,
acompañada por su hijo mayor, Juan Urdangarin
o por el rey Felipe VI. Es lo lógico:
la primera Borbón que tuvo que exiliarse añora a su familia.
Quedan pocas dudas: si las circunstancias financieras de la infanta Cristina fueran otras, volvería a España para disfrutar de la compañía de su madre y sus hermanos. También de sus hijos, aunque solo
Pablo parece asentado en España
con un proyecto vital satisfactorio. Su carrera como deportista profesional, de hecho, parece haberle
vacunado contra paparazzis y rumores. Justo lo que no pueden decir sus hermanos.
Frente a los problemas, los Urdangarin Borbón han tenido que
coger las maletas en varias ocasiones. Al anunciarse sotto voce el destape del caso Nóos, emigraron rápidamente a Washington. Volvieron brevemente a España, pero con la sentencia contra Iñaki Urdangarin,
la infanta Cristina
y sus hijos marcharon a Suiza, donde sobre todo los niños pudieron retomar una vida.
Para la infanta Cristina, establecerse en Ginebra debió de ser un alivio, pues más allá de persecuciones puntuales, Juan, Pablo, Miguel e Irene terminaron la educación obligatoria sin
vigilancia mediática. Los cuatro podían haber cursado estudios en España bajo
la protección sutil de Felipe VI
y los merodeos, inevitables, de los periodistas. No fue así. Desde el minuto cero, su madre tuvo claro que prefería que estudiaran fuera.
La solución a las crisis Urdangarin es viajar
Ya no hablamos únicamente de los estudios universitarios que los Urdangarin Borbón han cursado en Londres. Ante la perspectiva de que sus hijos pasaran más tiempo en España, la infanta Cristina ha sugerido
viajes internacionales que les llevaran fuera de las fronteras de su país. A veces a lugares bien lejanos. Tanto Juan como Irene vivieron
viajes de cooperación a Camboya
, con la ONG del jesuita Kike Figaredo.
¿Por qué tanta reticencia a que sus hijos
se establezcan en España? Excepto Pablo, un joven que rápidamente tuvo claro que desarrollaría su carrera deportiva en España, ninguno de los Urdangarin parecía tener interés por vivir aquí hasta hace unos meses. De hecho, las
estancias de Juan, Miguel e Irene en Zarzuela
no pueden ser más que puntuales, pues no se entendería una larga estancia de los hijos de la infanta Cristina en el palacio madrileño.
No se puede decir que las visitas de Juan e Irene al palacio madrileño se hayan alargado demasiado, todo un alivio para una infanta Cristina, a la que le debe preocupar que sus hijos se conviertan en foco de atracción para los medios de comunicación españoles.
Si Juan trató de quedarse en Madrid
no salió bien, pues ha vuelto a Londres. Si Irene quiso trasladarse definitivamente a la capital española, tampoco pudo. Ya está en la misma ciudad británica que su hermano y vivirá
su noviazgo con Juan Urquijo en inglés.
Pasado el tiempo en que los Urdangarin fueron un activo tóxico para la familia real, hoy es la
conexión royal de los Urdangarin Borbón lo que ha de suponer un problema para la infanta Cristina. Sobre todo de cara a sentir la presión de iniciar una carrera profesional, un objetivo que puede parecer superfluo cuando sabes que no te va a faltar de nada. De momento, solo Pablo se ha dejado la piel por su vocación deportiva.
Ni Juan parece contento con su trabajo (estudió Relaciones Internacionales, pero trabajaba de ayudante de producción junior en Extreme E,
la empresa de Alejandro Agag
que organiza carreras de coches eléctricos) ni Irene tuvo claro ni qué ni por qué estudiar. Se formará para
organizar eventos, una actividad que en principio no parece como para apasionarse. En este sentido,
Juan e Irene se parecen a Froilán de Marichalar, igualmente descentrado en cuanto a por dónde encaminarse.
Froilán estuvo a punto de descarrilar en España
Ante esta insatisfacción o incluso desinterés, la infanta Cristina debe temer que sus hijos tomen rumbos difíciles, como el que estuvo a punto de
descarrillar a Froilán, al que hubo que exiliar en Abu Dabi. Tampoco el ejemplo de
Victoria Federica, híper expuesta
por su decisión de dedicarse a la televisión, puede ser de agrado de su tía, sufridora durante años de la persecución de los medios de comunicación. La tentación de despistarse, en España, es enorme.
Si Juan, Miguel o Irene se quedaran en España, tendrían que resistir o sucumbir a la tentación de acudir a fiestas, representar marcas, participar en programas o vincularse a empresas deseosas de sumar el universo simbólico de su apellido Borbón. Incluso podrían
dedicarse a la vida desocupada que en su momento disfrutó Froilán, ya que ninguno debe temer por sus sustento presente o futuro. En este sentido,
son además reflejo de su generación, la primera que piensa más en la calidad de vida que en realizarse en el trabajo.
Cómo no va a querer la infanta Cristina que sus hijos estén fuera de España, donde las distracciones no son ni tantas ni tan fáciles. Y, sobre todo, donde el apellido Borbón no llama tanto la atención como en Madrid y Barcelona. Mantener a sus hijos
fuera de las portadas es prioridad para la hermana favorita del rey Felipe VI y si eso implica que no pisen su país, así sea.