jueves, noviembre 21, 2024
Cuba

La solución es transferir la culpa


LA HABANA, Cuba.- El problema de las montañas de basura que sepultan nuestros barrios es de la gente que no coopera con la higiene y no del gobierno que, cuando encuentra un centavo mientras barre los bolsillos de los ciudadanos, no lo invierte en un sistema de saneamiento efectivo y duradero sino en más hoteles vacíos.

Así de fácil resuelven por estos días la crítica situación de la higiene algunos programitas de la televisión cubana que parecieran escritos y dirigidos por los mismos tipos (porque hay que llamarlos así) que también te dicen que los precios altísimos, el dólar que no baja, la resistencia a la bancarización y al pago por transferencia telefónica son problemas creados por las mipymes “malas”, los TCP, el mercado negro y demás “ilegalidades”, pero no por quienes pretendiendo “ordenar” terminaron por “desconchinflar” lo que ya la “continuidad” recibió “desconchinflado” con total consciencia de lo que recibía, de modo que no hay ingenuidad en la actual “coyuntura”.

Hasta en algo tan sensible como las epidemias de dengue y oropouche (y quién sabe cuáles otras enfermedades que agobian a los cubanos por estos días) la actitud del Ministerio de Salud Pública es lavarse las manos y trasladarnos su culpa en esta debacle epidemiológica bajo el pretexto de la “responsabilidad individual”, de modo que si hay mosquitos, moscas, cucarachas y ratones invadiendo nuestros hogares es porque no realizamos el “autofocal”, porque no chapeamos nuestros patios, y no porque hace años que no funcionan los departamentos estatales encargados del control de vectores ni porque los pocos recursos que se importan se destinen exclusivamente al sector turístico y a la “atención especial” que reciben aquellos barrios donde viven los jerarcas del régimen.

Así, acumulamos agua en vasijas y tanques al interior y exterior de nuestros hogares no por “necesidad”, no porque el abasto usualmente sea irregular o nulo, sino por maldad; y llenamos nuestros patios de “tarecos” por locura o abandono y no por temor a botar algo en apariencias inservible que mañana nos haga falta en un país donde absolutamente todo es caro o muy difícil de encontrar.

En esa cuerda del discurso del régimen también, por ejemplo, las personas no trabajan por vagos, y no porque los salarios son extremadamente abusivos así como pésimas las condiciones laborales; comen cáscaras de plátanos por “creativos” y no por hambrientos; o los jóvenes emigran obsesionados por las cosas materiales, engañados por la “propaganda enemiga” y no porque no quieren repetir en sus vidas el fracaso de sus padres y abuelos, cuyas vidas están condenadas a la cola del picadillo, al trabajo voluntario y al sobresalto de una “nota informativa” de último minuto leída como amenaza colectiva en la Mesa Redonda y el noticiero de las ocho.

La fórmula de “transferir la culpa” les funcionó incluso en algún momento cuando el transporte público no estuvo tan crítico como ahora. Quizás por complicidad con el asunto, quizás porque no encontraban el modo de resolverlo (y así no hacer evidente la ineptitud o la despreocupación), durante años nos bombardearon con la idea de que a las “indisciplinas sociales” se debía la disminución del número de carros en servicio cuando la realidad era mucho más compleja, pasando por la corrupción y el robo al interior de las empresas de transporte hasta el recorte de presupuesto en el sector para emplearlo en otros “sectores prioritarios”, y ya sabemos la carga “ideológica” que eso lleva bajo un sistema comunista.

Hoy cuando no pueden echar mano a eso de la “culpa es de ustedes”, puesto que el transporte estatal se ha reducido casi a cero y entonces las rutas pertenecen casi por completo a los privados, esgrimen ese último recurso que es el “bloqueo”, con el cual la responsabilidad cae en patio ajeno.

Pero eso del “vecino malo” no explica lo que sabemos todos en la calle, porque nos lo cuentan los mismos choferes, y es que las piezas que usan en autos, camiones y autobuses las compran a las mismas empresas de transporte estatales que ahora, casi libres de la responsabilidad de transportar que era su “objeto social”, tienen como principal fuente de ingresos el servir de proveedores de piezas y partes al sector privado, al que incluso renta sus vehículos bajo un contrato que los amarra a ellos al estilo de un verdadero monopolio mafioso, que no transportista.

Pudiéramos pasar horas desglosando minuciosamente el muñeco diabólico del “socialismo a la cubana” para verificar todas las veces que el traspaso de la culpa es en realidad el objetivo casi único de todo discurso del régimen, de toda ley y decreto aprobados desde 1959 hasta el presente, de toda reunión o congreso donde prometen hallar soluciones, pero ninguna que los ponga en riesgo ni por asomo. De modo que la “Revolución” no se trata de cómo “construir el socialismo” sino de cómo mantener con vida a sus mediocres constructores, a pesar de que nada construyen, y eso solo se logra echando sus constantes chapucerías en el saco de desechos.

Lo peor del caso es que hay miles de cubanos y cubanas dispuestos a recibir ese fardo de injusticia no porque crea en la inocencia de quien se los carga encima, sino porque con los años se han acostumbrado a llevar ese peso encima y lo sienten como parte del cuerpo.



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