La verdad sobre el manotazo del rey a Letizia: no fue un manotazo, sino que fueron dos y por la misma razón
Fue un insignificante segundo que, por ser los protagonistas quienes son, se ha amplificado hasta lo indecible. Sucedió en la
gala de entrega del Premio Planeta, un evento retransmitido por ‘streaming’ que incluía cena literaria a la que
asistieron los reyes Felipe y Letizia
. En teoría, nadie debía estar grabando el ágape en sí, pero una cámara a su espalda captó un momento sorprendente entre los monarcas.
Efectivamente: el manotazo.
La escena fue como sigue: la reina Letizia toma un cubierto y alarga el brazo derecho para
alcanzar una estupenda tarta que se situó en el centro de la mesa. Cubierta de nata, es irresistible. Sin embargo, en cuanto Letizia hace el gesto de alargar el brazo, el rey Felipe le da un manotazo repentino, impidiendo que la reina alcance su objetivo. No fue una broma. Como mucho,
un error humano
, del todo humano.
Un detalle ha pasado inadvertido en la descripción del momento: José Creuheras, presidente del Grupo Planeta, tiene exactamente la misma reacción que el rey Felipe y, de manera menos imperativa, también
toca el brazo izquierdo de la reina Letizia
para advertirle de que no haga ese movimiento. ¿Qué está pasando aquí para que los dos hombres que la flanquean realicen exactamente
el mismo gesto?
Evidentemente, la reacción del rey Felipe y de José Creuheras no tiene nada que ver
con la dieta de la reina Letizia
ni es un mal gesto por parte del monarca, cuya capacidad para mantener el control y seguir el protocolo es ya proverbial. En realidad, ambos trataron de
evitar que Letizia cayera en la pequeña trampa que, sin pretenderlo, la organización del banquete propuso a Planeta: colocar, en el centro de la mesa, tartas falsas.
Letizia trataba de probar una tarta de cartón
Ya lo han contado invitados a la cena literaria que celebró el 75 aniversario del Premio Planeta: en el centro de cada mesa redonda dispuesta para diez personas, se colocó una gran tarta de dos pisos, coronada por tres bolas de helado (chocolate, crema y nata) y una vela. De hecho, esta se encendió a la vez para que todas las mesas
celebraran los 75 años de vigencia del premio mejor dotado de la industria editorial española.
La trampa, de 30 centímetro de diámetro, iba recubierta de deliciosa nata con tanta perfección, que casi nadie advirtió que el magnífico postre era, en realidad, un trampantojo.
Debajo de la nata solo había cartón y, de la misma manera que la reina Letizia, otros muchos invitados cayeron en la trampa e intentaron hincar su tenedor en el dulce manjar. Hay que decir que la organización del banquete, previsora, advirtió a los invitados.
¿Qué podemos decir a ciencia cierta de esta escena que no traicione la verdad de la misma? Que la reina Letizia, como casi todas las mujeres que deciden hacer una dieta, tienen en
el azúcar una tentación a la que es difícil resistirse. Sobre todo si en casa (en Zarzuela) no entran los dulces y te los encuentras, de manera tan magnífica, a escasos centímetros en una cena.
Cómo no sentirnos identificadas con una reina que no puede resistir la tentación de un postre. Aunque solo pretendiera
probar una pizquita y decir que no a la réplica real que, poco después, servirían a todos los invitados. Comprendemos perfectamente su urgencia por endulzar el final de la cena: ¿quién no se ha abalanzado sobre un dulce al que, con mucha pena, hemos de decir que no?